Aquel verano del 22
Dicen los meteorólogos y climatólogos que, en el futuro, evocaremos con nostalgia y alivio el frescor del verano del 2022. Echaremos de menos sus tres olas de calor y lo mucho que nos quejamos y nos alarmamos hasta que el siguiente fenómeno excepcional provocado por el calentamiento global nos permitió relativizar esos calores extremos, hacernos unas risas con una corbata y así seguir tirando porque nos toca de fenómeno en fenómeno. A fin de cuentas, siempre ha habido sequías e inundaciones, olas de frío y de calor, tormentas y tornados... Y aquí seguimos.
Dicen los economistas que recordaremos el verano del 22 como aquel cuando la inflación retornó a los dos dígitos y, en España, volvió a producirse el fenómeno que asombra a la economía mundial: con beneficios que duplican las expectativas y subidas salariales por encima del 15% entre los sueldos más altos, la culpa vuelve a ser de los pensionistas, los funcionarios y las rentas salariales que llevan casi tres décadas perdiendo hasta al parchís.
Dicen los portavoces de la banca y las energéticas que este será lamentado como el verano donde se perdieron más de cincuenta mil empleos y más de cincuenta mil millones en créditos porque el populismo del gobierno les obligó a pagar un impuesto que recaudó poco más de 3.000 millones de euros. Una vez más se demuestra que España es el país donde sus élites siempre tienen muy claro qué sacrificios hay que imponer a los demás… Sacrificarse ellos siempre es tontería porque al final lo acabamos pagando todos.
Dicen los juristas que el verano del 22 será reconocido como aquel cuando los años judiciales empezaron a contabilizarse por el número de causas que se archivaban a dirigentes del PP de Madrid y de los grandes oligopolios energéticos y bancarios y el número de causas que se reabrían contra Podemos y sus dirigentes.
Dicen los feijóologos que el verano del 22 será cantado como el tiempo en que el número de clubes de fans de Núñez Feijóo se multiplicó por varios millones a lo largo y ancho de la piel de toro, su palabra se revelaba a los fieles en ruedas de prensa donde solo se permitía hacer coros a sus respuestas y el líder subía las encuestas por el mero hecho de respirar.
Dicen que recordaremos el verano del 22 como el último tiempo feliz antes de un otoño feroz, como los felices años veinte del siglo pasado, cuando las crisis necesitaban una década para gestarse y no un par de meses como ahora.
Dicen tantas cosas del verano del 22 que solo queda desear lo que deseamos en Galicia cuando sabemos qué se nos viene encima: maloserá… Tengan cuidado ahí afuera.
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