En una entrada anterior escribí sobre los criterios para la selección de los embajadores. A partir de una investigación sobre el caso estadounidense discutía sobre dos de los criterios de selección: el profesional y el no profesional. El primero consiste en ser un funcionario que antes de llegar a ser embajador ha pasado por varios destinos. El segundo criterio es político y responde a la decisión del gobierno de turno. Por ejemplo, el actual embajador en los Estados Unidos, Pedro Morenés, que antes fue Ministro entre otras muchas cosas, fue elegido en función de este segundo criterio.
En aquella entrada proponía que hubiera más claridad sobre cómo se hacen los nombramientos 'políticos' de los embajadores, “[…] puesto que estamos hablando de recursos públicos. Algunas explicaciones, a mi entender, irían más por el lado del retorno de los 'servicios' o favores políticos que de contribuciones políticas. Pero es sólo una suposición. También deberíamos intentar averiguar si los embajadores 'políticos' obtienen resultados sustantivamente diferentes de los profesionales.”
¿Cuántas embajadoras?
Tengo una respuesta. Puedo afirmar, con bastante seguridad, que el nombramiento de los embajadores –de carrera o no- está, al menos en parte, determinado por el sexo del candidato. Según la Wikipedia, España tiene 118 embajadas en estados miembros de la ONU. Siria, Ucrania y Yemen están respectivamente sin acreditación, vacante y cerrada cuando escribo estas líneas en febrero de 2018. De las 115 embajadas abiertas, 11 tienen una embajadora y 104 un embajador. El número de embajadoras en organismos internacionales tampoco es muy alentador: dos de 10.
Puede ser que Wikipedia se equivoque, pero (1) no lo parece porque sus fuentes son el Boletín Oficial del Estado, que es donde se anuncian estos nombramientos; (2) justo hace dos años en este mismo periódico Cristina Armunia Berges y Raúl Sánchez firmaban una noticia con unos datos similares donde también escribían sobre los salarios.
A mi modo de ver, que haya solo 11 embajadoras de un total de 115, es decir a penas un 10.5%, abre muchos interrogantes. El primero es ¿qué puede explicar este desequilibrio? Una respuesta puede ser que no haya mujeres candidatas. Pero ya en 2015 eran más del 20%. Un segundo argumento, relacionado con el primero tiene precisamente que ver con que es un cuerpo muy masculinizado. Aunque el número de mujeres haya aumentado en los últimos años en la carrera diplomática, aún falta tiempo –en términos de experiencia laboral- para que esas mujeres lleguen al nivel de seniority que se requiere para ser embajador. Pero que éste sea el único argumento es dudoso. Las mujeres pueden acceder a la carrera diplomática desde 1964. Y lo que es más importante, cuando Zapatero entró en el gobierno en 2004, el número de mujeres embajadoras era anecdótico (¡dos!), mientras que a su salida en 2011 ya eran más del 15%. Lo que es indiscutible es que la decisión (consciente o no) de nombrar embajadoras es una responsabilidad directa del gobierno actual puesto que el mandato de Zapatero terminó en 2011 y el nombramiento más antiguo es de 2012.
Pero, ¿están destinadas en puestos clave?
Un segundo asunto de debate es el destino de las embajadoras. Si, aunque fueran pocas, las embajadoras estuvieran destinadas en países estratégicos para los intereses españoles, la disparidad podría ser algo más llevadera. También podría ser que los nombramientos tengan un valor expresivo si, por ejemplo, las 11 embajadoras lo fueran en países del Golfo Pérsico o en estados en los que se vulnera de forma reiterada los derechos de las mujeres. Si fuera así, el gobierno estaría enviando un mensaje bastante evidente.
No voy a entrar en una discusión sobre destinos importantes o no. Es evidente que no es lo mismo estar destinado en China o Estados Unidos que en Nueva Zelanda o Eslovenia. Los países a los que están destinadas las embajadoras son: Alemania, Bélgica, Cabo Verde, Estonia, Ghana, Jordania, Namibia, Noruega, Suiza, Vietnam y Zimbabue. Ninguna en América Latina ni en el Mediterráneo. Que juzgue cada uno.
¿Y en eso nos parecemos a otros países?
Un tercer punto de discusión es si la situación de las embajadoras españolas es muy diferente a las del resto del mundo. Si fuera así, la situación se podría justificar con el refrán de “mal de muchos, consuelo de tontos”. Ni por esas. Ann Towns y Birgitta Niklasson de la universidad de Gotemburgo nos muestran en un reciente artículo que Finlandia o Suecia tienen el 40% o más de embajadoras. Bueno, me diréis algunos. Son escandinavos, ¿qué esperabas? Con los del norte no me sorprende, diríais otros. Pero es que Filipinas tiene un 41%, Canadá un 29, y Colombia un 28% de embajadoras. En el estudio de Towns y Niklasson el promedio es de un 15% de embajadoras. [H1]
Otra posible estrategia es comparar los destinos de las embajadoras españolas con el resto de sus colegas. En esto coinciden españolas y el resto: están destinadas en lugares de menos estatus económico y militar. El análisis de Towns y Niklasson se realiza a partir de los casi 7.000 nombramientos de embajadores para los 50 países más ricos. Su estudio indica que las embajadoras suelen estar a cargo de varias embajadas pequeñas en las que no se considera que se requiere presencia constante. Las autoras interpretan este dato como un primer indicador de que a las mujeres se les envía a lugares menos prestigioso que a sus colegas masculinos. El trabajo es muy profuso en datos -por ejemplo, el porcentaje de mujeres es mayor en los puestos diplomáticos más bajos- y es una buena introducción para los interesados en estudiar el vínculo entre las relaciones internacionales y el género.
El trabajo de Towns y Niklasson no entra a estudiar los motivos de esta clara diferencia entre hombres y mujeres (espero que venga en un trabajo posterior). Pero como bien dicen, no parece muy probable que estos patrones no tengan relación con normas institucionales, reglas y prácticas diplomáticas. Dicho de otro modo, es bastante seguro que no sea un resultado casual. Obviamente, el 90% de los embajadores españoles tampoco lo es.
Otro día hablamos sobre si el hecho de tener un servicio exterior tan masculinizado afecta a las relaciones entre países.