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El clásico, más que un partido de fútbol

Una senyera desplegada en la presentación del Barcelona en el Camp Nou, en agosto de 2004. Efe / Albert Olivé

Noelia Román

Barcelona —

Leo Messi y Cristiano Ronaldo. José Mourinho y Tito Vilanova. Ocho puntos de diferencia del Barcelona sobre el Madrid. ¿Necesita el primer clásico de esta Liga otros alicientes? Probablemente, no. Pero los tendrá. La tormenta sociopolítica que agita Cataluña desde el pasado 11 de septiembre ha alcanzado también el Camp Nou. “Inde, inde, independencia”, se escuchará este domingo en el minuto 17 y 14 segundos del partido, cuando medio mundo tenga los ojos puestos en el televisor, siguiendo a los astros del fútbol.

La escena se repite desde la pasada Diada. Pero, esta vez, los comentaristas de más de un centenar de medios de comunicación internacionales se verán obligados a explicar qué canta la hinchada azulgrana y el porqué. De los anales rescatarán el simbolismo que encierran esos números: 1714 supuso la abolición de las instituciones catalanas, cuando la tropas borbónicas tomaron Barcelona en la Guerra de Sucesión. De los periódicos, las claves para intentar discernir por qué el Barcelona vuelve a ser hoy un vehículo de transmisión de las inquietudes de esa parte de la sociedad catalana que cuestiona el actual modelo de estado.

“Por el momento que vivimos, este clásico tiene un trasfondo político evidente”, afirma Jordi Finestres, periodista y coautor del libro El Barça en guerra. “Es que el Barça es un reflejo de la realidad general del país, de sus seguidores. Y si la gente se manifiesta en la calle pidiendo la independencia, el Barça no puede ser ajeno”, apunta Jaume Sobreques, autor del libro Historia del FC Barcelona, un club al servicio de Catalunya. “El Barça como institución catalana tiene la obligación de hacer de portavoz de la sociedad y de amplificar la voluntad de independencia”, añade Sobreques, historiador y exdirectivo del Barça durante la presidencia de Josep Lluís Núñez.

A nadie se le escapa que no hay mejor vitrina al mundo que un Barça-Madrid. Tampoco a la Assamblea Nacional Catalana, la principal promotora del referéndum por la independencia de Cataluña, que lleva semanas llamando a la parroquia azulgrana a aprovechar el clásico como altavoz de sus reivindicaciones políticas.

Inicios comprometidos

La idea no es original. Con mayor o menor intensidad, el Barça ha sido desde su fundación un termómetro de la temperatura socio-político y económica de la sociedad catalana. En sus primeras décadas de existencia, entre 1918 y 1925, el club azulgrana ya apoyó el proyecto de Estatuto de Autonomía de Cataluña, hecho realidad en 1932. “Y en la segunda mitad de los años 60 y a principios de los 70, no sólo la masa social sino también la directiva del club demostraron que el Barça es más que un club”, recuerda Carles Santacana, historiador y autor de numerosos libros sobre el Barça.

Santacana alude a la introducción del carnet de socio y de la megafonía en catalán, en plena dictadura. Y a la presencia de seneyeres en el estadio, cuando aún estaban prohibidas. Incluso a la anterior inauguración del Camp Nou (1957) “con un himno en catalán”.“Durante la presidencia de Montal [1946-52] y, sobre todo, de Narcís de Carreras [1968-69], el Barça llevó a cabo muchas iniciativas de afirmación catalana”, sostiene Santacana.

“Como institución, el Barça nunca estuvo comprometido en contra de la dictadura, eso es un mito”, discrepa Sobreques. “Con una única excepción, ninguno de sus directivos fue encarcelado por defender los derechos nacionales de Catalunya, lo cual no quiere decir que la gente, los demócratas, no utilizaran la imagen del Barça y el Camp Nou en esa lucha”, argumenta.

“Durante la posguerra, mientras la junta del club mostraba sus afinidades con el franquismo, la masa social expresaba sus sentimientos a través del Barça. A partir de 1969, la directiva también apostó de manera clara por reivindicar ese papel del Barça como algo más que un club”, puntualiza Jordi Finestres.

“El Barça es tan singular que, en esa época, cuando se hablaba del fútbol como el opio del pueblo, logró que un grupo de intelectuales de izquierda afirmara que el Barça no desmovilizaba sino todo lo contrario”, incide Santacana. Ahí estaban, entre otros, el periodista y escritor Manolo Vázquez Montalbán, los historiadores Josep Termes y Joaquim Molas y el arquitecto Oriol Bohigas. “Incluso gente del PSUC, y todos hacían gala de ser del Barça, cosa que no era habitual en la época”, abunda el autor, entre otros, de El Barça y el franquismo.

El Camp Nou, una 'senyera' gigante

Adormecida tras la Transición, y agitada de nuevo durante el mandato de Joan Laporta, el presidente que más ha politizado el club, esa dimensión extradeportiva del Barcelona ha condicionado incluso a la junta de Sandro Rosell, hasta ahora muy prudente en sus manifestaciones políticas. Arrastrada por los acontecimientos, la actual directiva ha decidido abrir el clásico de este domingo haciendo que los socios desplieguen un mosaico que cubrirá todo el Camp Nou con una senyera gigante.

“Independientemente de sus ideales personales, la junta tiene que acompañar y responder a lo que la mayoría de la masa social del Barça quiere. No se trata de hacer política de partidos, sino de hacer país”, opina Finestres. “No hay que tener miedo de implicarse en este proceso hacia la independencia. No me valen las medias tintas”, sentencia Sobreques, muy crítico con la decisión de Sandro Rosell de acudir a la manifestación del pasado 11 de septiembre a título personal. “Eso es absurdo y está fuera de lugar. El presidente del Barça es quien es y debe asumir la responsabilidad de sus acciones”, razona el exdirectivo azulgrana, partidario de que la directiva emita un comunicado de apoyo al referéndum de independencia.

De momento, mientras Pep Guardiola, el extécnico del Barça, se manifestaba en Nueva York en este sentido, la junta de Rosell no ha pasado de recordar la vocación “catalana y catalanista” del club y de proclamar que la institución “defenderá el derecho de los pueblos a decidir su futuro”. “Siempre defenderemos la voluntad de la mayoría de nuestro pueblo”, insistió Rosell, en la reciente Asamblea de Socios.

“Da la sensación de que esta junta improvisa, de que se mueve en la ambigüedad; da un paso adelante en función de lo que ve”, estima Jordi Finestres. Rosell, cabe recordar, siempre criticó a Laporta por cómo politizó el club. “Laporta fue valiente en ese sentido e hizo lo que tenía que hacer”, defiende curiosamente un nuñista como Sobreques, convencido de que ese tipo de valores están incluso por encima de los deportivos.

Soberanismo frente a vocación universal

“Es posible que tomar partido le suponga un perjuicio al Barça en algunos sectores de España, pero eso es secundario al lado del compromiso como institución catalana que, en un momento histórico como éste, tiene que tener”, afirma Sobreques. “Hay que ser firme con las convicciones”. “Curiosamente”, interviene Jordi Finestres, “ha sido en los años en los que el Barça más ha reivindicado su catalanidad, con la junta anterior, cuando ha logrado más seguidores fuera de Cataluña”.

Ambos coinciden en que los aficionados no catalanes valoran, por encima de las cuestiones políticas, “los buenos resultados del equipo, el modelo y el comportamiento de los jugadores y de los entrenadores dentro y fuera de la cancha”. “Eso ha ayudado a que el Barça, que siempre fue un club abierto al mundo como recuerda su himno [”no importa de donde vengamos, si del sur o del norte, ahora estamos de acuerdo, una bandera nos hermana“, reza en catalán], sea un club querido”, destaca Finestres.

La parroquia culé, por otra parte, nunca ha escondido sus símbolos. Es difícil encontrar una bandera española en el Camp Nou. O en las finales europeas protagonizadas por los azulgrana. “El Barça es un caso único porque es el símbolo de un país que no tiene estado y sirve para explicar y proyectar ese hecho internacionalmente”, explica Finestres. “El Madrid encierra un simbolismo similar, pero no necesita reivindicarlo de la misma manera porque tiene un estado detrás”, continúa Finestres. “Sólo hay que ver la proliferación de banderas y de símbolos españoles en el Bernabéu, especialmente cuando lo visita el Barça, para inferir su españolidad”.

Así, este domingo, cuando medio mundo se pare para ver cómo Messi, Iniesta, Cristiano, Casillas y compañía dirimen el primer clásico de la Liga este curso, y saber si el Barça mantiene su ocho puntos de ventaja, los eleva a 11 o si el Madrid los reduce a cinco, muchos catalanes, pero también ciudadanos del resto del Estado, contemplarán al tiempo un episodio de una batalla política que, como antaño, también se libra en los campos de fútbol.

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