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El veto de los independentistas a Iceta da argumentos de campaña al PSOE frente a los ataques de la derecha

Iceta sale del hemiciclo del Parlament.

Irene Castro / Arturo Puente

La inesperada propuesta de Pedro Sánchez de plantear a Miquel Iceta para la presidencia del Senado es uno de esos movimientos con los que en Moncloa consiguen imponer el relato de que 'pase lo que pase es una estrategia ganadora'. La pirueta para nombrar al primer secretario del PSC conllevaba riesgos que no midieron en Moncloa, donde el equipo del presidente en funciones ha dado por hecho desde el primer momento que la jugada saldría adelante. Sin embargo, el fracaso para que Iceta llegue siquiera a la Cámara Alta sirve ahora al PSOE como argumento en la campaña de las autonómicas y municipales en la que muchos candidatos contienen la respiración cada vez que Catalunya se cruza en el camino.

La elección de Iceta como presidente de la Cámara territorial buscaba un gesto para Catalunya que ya ha visto la luz aunque el dirigente socialista no llegue a sentarse nunca en el Senado. Pero el veto de los independentistas permite ahora al PSOE usarlo con carácter electoral. “Habréis visto que el independentismo propone vetar a un gran político catalán que ha abogado por la convivencia y la concordia –expresó Sánchez en su primera aparición pública tras el anuncio del 'no' de ERC–. Lo que están haciendo es vetar a la convivencia, al diálogo, al entendimiento”. “Demuestran que tienen miedo a las soluciones, al diálogo, tienen miedo a decirle a los catalanes que creyeron en ellos que la independencia no va a ser posible y que la única alternativa es la Constitución y la vía estatutaria”.

“Somos el partido que mejor ejemplifica el espíritu de concordia, de no polarización”, continuó Sánchez en un mitin en Donosti: “Por mucho cordón sanitario, por mucho veto que pongan no van a poder con las ansias del pueblo catalán, del pueblo de Euskadi, y de todos los pueblos de España por la concordia, la convivencia y la unión de todos los españoles”. El presidente en funciones aprovechó para hacer una promesa electoral: “Esta legislatura va a ser la legislatura de la convivencia mal que les pese a las tres derechas y al independentismo catalán”.

En el equipo más cercano del presidente en Moncloa no se habían llegado a creer que ERC y, en consecuencia, JxCat se opondrían a la designación de Iceta como senador autonómico –el paso previo y fundamental para hacerse con la presidencia gracias a la mayoría absoluta del PSOE. “No hay tema”, aseguraban cuando los republicanos catalanes amenazaron con bloquear su nombramiento. Tras las conversaciones de Adriana Lastra y Gabriel Rufián, los socialistas también veían encarrilada la cuestión de Iceta.

Sin embargo, los diez meses de mandato de Sánchez sirvieron a los socialistas para hacerse expertos en convertir la debilidad en virtud. El ejemplo más claro fue la presentación de los Presupuestos Generales del Estado tras muchas dudas en Moncloa sobre la idoneidad de exponerse a una votación fallida. La debacle en Andalucía, de la que muchos en el PSOE culparon directamente a Sánchez por su política de distensión con la Generalitat, hizo que el Gobierno cambiara su estrategia y decidiera presentar las cuentas con la premisa de que sacarlas adelante sería un éxito, pero su fracaso, también, porque permitiría dejar claro que no tenían ningún pacto oculto con ERC y JxCat, tal y como la derecha política y mediática denunciaba constantemente en una guerra de desgaste contra los socialistas, que amenazaba con pasarles factura en muchos territorios, según reconocían los barones.

Durante los meses que Sánchez estuvo en Moncloa, Pablo Casado y Albert Rivera no dejaron ni un día de acusarle de haber pactado con los independentistas, a pesar de que ERC, PDeCAT y Bildu le dieron el apoyo gratis en la moción de censura. El líder del PP llegó a acusar al socialista en octubre ser “partícipe y responsable del golpe de Estado que se está perpetrando en España”. El presidente de Ciudadanos aireó constantemente el bulo de que Sánchez había prometido el indulto a los líderes del procés y denunció contrapartidas a la Generalitat que nunca se produjeron.

A pesar del distanciamiento que quedó patente con el fracaso en los Presupuestos y la convocatoria de elecciones anticipadas, PP y Ciudadanos mantuvieron esa estrategia en la campaña de las generales. “Aunque el Supremo condene a los presos golpistas, Pedro Sánchez los va a indultar”, dijo Casado, que situó constantemente a Sánchez del lado de los “independentistas” y los “batasunos”.

PP y Cs insisten en la cercanía de Iceta al nacionalismo

El planteamiento del PSOE de designar senador a Iceta, que no bloquearán ni Ciudadanos ni PP en el Parlament, también fue para las dos formaciones un intento de Sánchez de contentar a los independentistas. “Es el gran blanqueador del nacionalismo”, dijo Cayetana Álvarez de Toledo. “Tendrá que ser Pedro Sánchez el que consiga sacar adelante su candidatura y me temo que ahora ya con las contraprestaciones que los independentistas le están poniendo sobre la mesa, como siempre. Cada paso que dé Sánchez que necesite de los votos de los independentistas va a requerir una contrapartida y, ya lo vimos en Pedralbes, una contrapartida que es inadmisible para la democracia española”, ha asegurado este miércoles el líder del PP, que se dedicó a denunciar que el presidente socialista había asumido condiciones inaceptables de Quim Torra en esa reunión a la que ha hecho referencia que se produjo poco antes de la ruptura de las negociaciones entre Moncloa y la Generalitat.

Rivera ha ido un paso más allá en la pradera de San Isidro al asegurar, una vez que ya se conocía el 'no' de ERC y JxCat a Iceta, que “no es la persona adecuada porque que representa el privilegio que el Partido Socialista quiere conceder a los nacionalistas”. “No se esconde, ha defendido los indultos, un referéndum de independencia durante mucho tiempo y defiende el pacto con los separatistas en vez de con los constitucionalistas”, se ha despachado.

Mientras tanto, el PSOE se coloca como una víctima de los independentistas, a los que acusa de ejecutar una “aberración democrática” al impedir que Iceta sea designado senador. No obstante, los socialistas quieren apurar hasta el último momento –y por eso tampoco desvelan cuál será el plan B– incluso reclamando que la votación en el Parlament sea secreta.

La negativa de ERC también enrarece el camino de Sánchez para seguir en Moncloa a semanas de que se empiece a abordar seriamente el proceso de investidura. En principio, Sánchez necesitará la abstención de los republicanos catalanes para ser investido presidente salvo que salga adelante la que ahora es su esperanza: que el juego de mayorías varíe a la baja por la situación de prisión preventiva de algunos diputados, como Oriol Junqueras, Jordi Sànchez, Josep Rull, y Jordi Turull, que situaría la mayoría absoluta en 174 escaños frente a los 176 del Parlamento al completo. PSOE, Unidas Podemos, PNV, Compromís y el Partido Regionalista de Cantabria suman 173 diputados, por lo que el voto de Coalición Canaria sería suficiente en ese escenario.

Los independentistas encarecen la investidura

La decisión sobre Iceta que ERC acabó tomando este martes después de un largo debate interno se debe a un “cúmulo de razones”, según explican fuentes del partido, que citan la negativa de Instituciones Penitenciarias –dependientes del Gobierno– a que Junqueras participase en el debate de candidatos europeos de TV3 o que el PSC había trasladado que no pensaba “mercadear” para llevar a su líder al Senado. Según reconocen esas mismas fuentes, el 'no' traslada un mensaje claro a los socialistas de que no obtendrán de ERC concesiones a cambio de nada.

Este aviso, formulado con una decisión inédita de bloquear la designación de un senador, tiene especial importancia de cara a la negociación de investidura. La aritmética electoral ha hecho que si bien el independentismo ha mejorado resultados, en el Congreso ha perdido su condición de indispensable para el PSOE. Sin embargo, ERC calcula que Sánchez necesitará, como poco, sus abstenciones, tanto para la investidura como en otras votaciones a lo largo de la legislatura. Y, cuando eso ocurra, quieren encontrarse con un Gobierno consciente de que los votos independentistas son caros y deben negociarse.

El objetivo de Esquerra no es otro que volver al escenario en el que el Gobierno y la Generalitat quedaron encallados en febrero pasado, cuando la palabra “relator” embarró las conversaciones que habían comenzado entre ambos. Los independentistas ya han reconocido que desean volver a hablar de formar una mesa de partidos, y no desaprovecharán ninguna ocasión en la que sus votos sean necesarios para hacer esta reclamación al Gobierno. “Si se trata de entrar en una negociación para buscar una solución al conflicto político que se vive en Catalunya, pueden contar con ERC”, ha repetido este miércoles el portavoz Sergi Sabrià.

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