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Tras un año de pandemia, todavía se desconoce qué cantidad de virus es necesario inhalar para contagiarse

Imagen del SARS-CoV-2 (en amarillo) aislado en un paciente de EEUU saliendo de la superficie de las células (en azul y rosa). NIAID-RML

Sergio Ferrer

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¿Qué pasaría si un único coronavirus entrara en nuestro cuerpo? Probablemente nada. Una infección es como una invasión, y para tener éxito necesita una cantidad mínima de soldados. ¿Cuántos? Depende. La llamada dosis infecciosa (no confundir con la “carga viral”) se define como el “número estimado de organismos o virus que hacen falta para producir una infección en el 50 % de los adultos expuestos”, aunque en ocasiones hace referencia a la cifra mínima necesaria. Se trata de una cuantificación que, tras un año de pandemia, sigue siendo desconocida para el SARS-CoV-2 que causa la COVID-19.

“Determinar la dosis infecciosa en humanos requiere de la administración nasal del patógeno mediante gotas o aerosoles” en voluntarios sanos, explica a elDiario.es la investigadora de la Universidad Sabzevar (Irán) y coautora de una prepublicación pendiente de revisión sobre este tema, Sedighe Karimzadeh. No es difícil de imaginar por qué estudiar esta cuestión con el SARS-CoV-2 no es sencillo. “Podemos evaluar la respuesta [humana] a virus que causan infecciones leves como rinovirus, pero medir la dosis infecciosa en patógenos virulentos como el SARS-CoV-1, el MERS-CoV o el ébola no sería ético”, explica Karimzadeh.

“Por muy buenas razones estos estudios rara vez se llevan a cabo con seres humanos”, asegura la investigadora de la Universidad de California (EE UU) Imke Schröder. En su lugar, añade, se hacen con modelos animales. Esto no quiere decir que los datos obtenidos no sean útiles: “Dan una estimación relativamente buena de la infectividad en humanos, que a menudo se corrobora mediante estudios epidemiológicos”.

Este tipo de ensayos dependen de factores humanos y del propio patógeno. Por eso, incluso cuando se realizan con personas pueden dar resultados engañosos. “Suelen implicar voluntarios sanos y jóvenes”, comenta Karimzadeh, y en ocasiones son infectados con “patógenos atenuados”. Se trata de un contexto diferente al de la población general del mundo real: “La respuesta puede variar enormemente entre grupos según la edad, el historial clínico y el estado de su sistema inmunitario”.

Schröeder dice que conocer la dosis infecciosa es importante porque permite “comparar los riesgos” que suponen ciertas enfermedades, pero que para muchos patógenos “es una estimación”. Para la mayoría, “ni siquiera se conoce”. ¿En qué categoría se encuentra el SARS-CoV-2?

Mínimo de 100 partículas víricas

La revisión de Karimzadeh concluyó que la dosis infecciosa mínima para desarrollar COVID-19 es de más de 100 partículas víricas y “posiblemente algo menor que las 700 necesarias para la gripe H1N1”. Sin embargo, los autores admitían que una estimación precisa no es de momento posible. Los investigadores consultados coinciden en que, a fecha de hoy, no disponemos de una cifra fiable.

Ni sabemos la dosis infecciosa del SARS-CoV-2 ni esta es sencilla de obtener. Pero, ¿es importante? La mayoría de entrevistados piensa que conocerla ayudaría en la gestión de la pandemia. “Puede ayudar a establecer estrategias de prevención y control y a desarrollar modelos de riesgo, tratamientos y ensayos con vacunas”, asegura Karimzadeh.

“Es un valor objetivo y un buen indicador de lo rápido que puede extenderse una enfermedad en una población”, afirma Schröder. Cuanto más baja sea la dosis, menos partículas son necesarias en el ambiente para causar la infección. Por eso los investigadores consultados creen que su estudio añadiría información interesante al papel de los aerosoles en el contagio de la Covid-19: “La ruta de entrada y la transmisión es uno de los factores más importantes que contribuyen a la dosis infectiva”, comenta Karimzadeh.

Karimzadeh considera que esta cuestión ha sido “completamente olvidada” por la ciencia, y no solo para el SARS-CoV-2. Matiza que la dosis infectiva es “multifactorial y compleja”, pero cree que es “sorprendente” que se sepa tan poco sobre ella “incluso para otros virus respiratorios y coronavirus”.

El investigador de la Universidad de Edimburgo (Escocia) Raj Bhopal, atribuye a la falta de modelos animales adecuados este vacío en la literatura científica, sobre todo para enfermedades graves.

Otros investigadores creen que el interés de saber la dosis infecciosa es relativo. “No tenemos una idea precisa [de cuál es la del SARS-CoV-2], pero tenerla no es tan importante”, asegura el investigador del Instituto de Medicina Tropical de Amberes (Bélgica) Wim Van Damme. Este experto en salud pública opina que la clave está en saber si existe una relación entre el inóculo inicial recibido y la respuesta del organismo. En otras palabras, si “infectarse con una dosis muy alta es más peligroso que hacerlo con una pequeña”.

Van Damme defiende que la clave está en evitar la dicotomía “simplista” entre infección y no infección. “Hay un gradiente y por eso medidas imperfectas que reducen la dosis, como las mascarillas, pueden tener un impacto notorio”.

La clave está en nuestro sistema inmunitario

Los investigadores con los que ha hablado elDiario.es no tienen claro que el ensayo de provocación que llevará a cabo Reino Unido con 90 voluntarios, a los que se infectará con SARS-CoV-2, resuelva el enigma de la dosis infecciosa. “Determinarla requiere un mayor número de voluntarios para lograr valores estadísticamente significativos”, opina Karimzadeh.

Bhopal cree que este es “un buen punto de partida” con gran potencial, pero recuerda que “la dosis infectiva en jóvenes sanos será muy diferente que en personas mayores o inmunocomprometidas”.

Van Damme también defiende la utilidad del estudio. Aun así, explica que la reacción inmunitaria de cada persona “es el factor más importante en el grado de severidad con el que se desarrolla la enfermedad”. Por eso advierte: “Para las personas de alto riesgo es importante evitar la exposición incluso a dosis relativamente pequeñas”. La mejor forma de no padecer la covid-19 es no ponerse al alcance del SARS-CoV-2.

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