“Sacamos de la chatarra y la venta ambulante para dárselo a los indigentes”
Los que más suerte tienen se dedican a la chatarra o a la venta ambulante, pero hay otros que están cobrando la Renta Mínima de Inserción (Remi) o directamente no reciben nada, porque hace tiempo agotaron todas las prestaciones. Pero eso no impide a un grupo de vecinos de etnia gitana del distrito de Carabanchel (Madrid) salir una vez a la semana a repartir caldo y bocadillos a los indigentes de la zona centro de la capital.
Moisés Silva dirige al grupo, que suele quedar a comprar el pan y los embutidos a primera hora de la noche, justo después del fin del culto en su templo evangelista. “Ayudamos a los indigentes en lo que podemos, también les llevamos gorros y guantes”, cuenta Moisés. En el grupo, todo hombres, hay también chavales muy jóvenes como Christian, un adolescente que participa en el en el reparto.
Ellos quieren incidir en la importancia de pertenecer a un colectivo humilde y que está siendo muy sacudido por la crisis. “Nosotros no tenemos nada, la venta ambulante va fatal y apenas se recoge chatarra porque no hay obras de la construcción”, explica Juan, que vive con su mujer y sus dos hijos en Vallecas en un piso en el que están de okupas. “Perdimos nuestra casa y no hemos tenido más remedio”, señala.
La ruta para ayudar a las personas sin hogar empieza cerca de las once de la noche en la Plaza Mayor. El primer paseo les lleva a los soportales, donde decenas de personas duermen entre cartones cobijándose del frío. “Buenas noches, ¿quieres un bocadillo?”, se presentan. Algunos aceptan, hay otros que rechazan por desconfianza. “No nos hemos dado cuenta de que hay musulmanes y hemos hecho algunos bocadillos de jamón”, se lamentaba la semana pasada Raúl, otro de los gitanos.
El grupo se para con cada indigente, al que quiere conversación, se le da conversación. A los que no quieren hablar se les deja el bocadillo a un lado, entre los cartones y las mantas. Se avanza muy lentamente. En los aledaños de la Plaza Mayor hay también gente durmiendo, el frío cerca de la medianoche es muy duro y hay muchos que no se atreven a salir de los cartones. Cinco personas se apretujan en un colchón para darse calor los unos a los otros.
La idea de este grupo pasa también por hacer un comedor social en su barrio, aunque sea dentro del propio templo evangélico y que cada semana sea una familia la que cocine para todos. ¿Y de dónde sacan el dinero? “Tenemos muy poco, pero entre nosotros hacemos una colecta y al final siempre lo conseguimos”, cuenta Miguel Lozano, que se dedica a la venta ambulante, cada día de la semana en lugares distintos como Alcalá de Henares o Guadalajara. Miguel, de 24 años, está muy preocupado por que sus hijos tengan un futuro mejor que él y su mujer. “Quiero que estudien, que tengan más capacidad económica, que no tengan tanto sufrimiento como nosotros”, concluye.