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Del todoterreno de lujo de Hitler a la pila bautismal de Cervantes: los regalos que recibió Franco durante la dictadura

El coche que regaló Hitler a Franco

Juan Miguel Baquero

La magnitud del patrimonio acumulado por el dictador Francisco Franco es una incógnita. Palacetes, tierras, obras de arte, archivos públicos, estatuas, la pila bautismal de Cervantes y un todoterreno de Hitler. Pero no existe documentación que arroje luz con precisión sobre una de las caras del botín de guerra y dictadura: los regalos al dictador. Obsequios y donaciones que incluían, a menudo, patrimonio histórico.

“Nuestra Cruzada es la única lucha en la que los ricos que fueron a la guerra salieron más ricos”, dijo Franco en un discurso en Lugo en 1942. El propio militar golpista acumuló una fortuna corrupta que también derramó mordidas entre los mecenas que le pagaron la guerra y el golpe de Estado.

La amnistía económica de la Transición facilitó que Franco dejara como herencia una fortuna que está ahora repartida entre sus descendientes. El entramado comercial del Clan de El Pardo acumuló decenas de empresas y un patrimonio cifrado en 400 millones de euros, según las investigaciones de Mariano Sánchez Soler.

El patrimonio inmobiliario

El Pazo de Meirás es la joya de la corona de los supuestos regalos recibidos por Franco. El palacete, ubicado en Sada (A Coruña), fue residencia oficial del Jefe de Estado y era propiedad de la escritora Emilia Pardo Bazán. Para financiar la compra se creó la Junta Provincial Pro-Pazo del Caudillo, que recaudó 'donaciones' forzadas.

Franco firmó el documento que le hizo propietario el 5 de diciembre de 1938. En la actualidad el caso está denunciado como la punta del iceberg del expolio franquista. Un informe jurídico retrata las artimañas usadas para esta adquisición simulada y hasta el Parlamento de Galicia afea las “argucias” de los Franco y urge al Gobierno a recuperar el lugar.

Los Franco han puesto el Pazo en venta por 8 millones de euros. Pero Meirás sufrió un incendio en 1978 que asoló varias estancias y muchas obras de arte habrían quedado perdidas en el fuego.

Amén del Pazo, los Franco poseen el Palacio de Cornide, en pleno centro de A Coruña. El patrimonio inmobiliario no queda ahí. “Es muy conocido el caso de José María de Palacio y Abárzuza, conde de las Almenas, que legó a Franco la finca del Canto del Pico, próxima a Madrid”, explica Ángel Viñas a eldiario.es.

El dominio fue vendido por los herederos del dictador a una empresa privada en 1988. Y en estos terrenos el conde de las Almenas había construido un palacio con restos arquitectónicos como columnas del Castillo de Curiel, tallas góticas de la Colegiata de Logroño o el Claustro del Palacio del Monasterio de Santa María de Valldigna, que la Generalitat Valenciana recompró en 2003 por un millón de euros para devolver el edificio a su emplazamiento original.

El historiador enumera además “la Casa de los Tiros en Granada” y otros feudos “en el Generalife, donadas por una marquesa”. Y la “oferta verbal” que Juan Claudio Güell, conde de Ruiseñada, hizo por una propiedad en Cáceres. “Ignoro si llegó a materializarse por escrito”, dice. O “la donación hecha por una rica heredera catalana, Teresa Ametller Cross, de una finca situada en Santa Elena de Agell, Barcelona. Al parecer, después de la guerra se destinó a fines sociales”.

“Todo está en mi libro La otra cara del caudillo”, refiere. “Lo más chusco es el origen de la finca Valdefuentes, que he examinado pormenorizadamente”, subraya.  Valdefuentes es el gran pelotazo urbanístico de los Franco: 9,8 millones de metros cuadrados en Arroyomolinos (Madrid) dedicados a la agricultura y ganadería heredados del abuelo dictador que en 2003 fueron recalificados como urbanizable. La operación permitió construir casi 3.000 viviendas, varios polígonos industriales y un macrocentro comercial.

En el libro de Viñas hay algunos “regalos llamativos en inmuebles y coches”. Como “coches sin mención de destinatario”, dice, caso de algún “Fiat 1500, Hispano Suizas, Chrysler, Ford, Mercedes, Cadillac, Lincoln...”. O “el coche que le regaló Hitler” y que el historiador define como “un todoterreno valorado en unos 400.000 euros de hoy”.

Adolf Hitler le regaló a Franco ese Mercedes-Benz W31 typ G4. Un vehículo singular, con tres ejes y seis ruedas, del que se fabricaron 57 unidades –entre 1934 y 1939– y que nunca entró en el circuito comercial. Franco recibió el agasajo el 24 de enero de 1940.

La mayoría iban destinados a dirigentes nazis y el dictador italiano Benito Mussolini también recibió otro como obsequio. Solo sobrevivieron cuatro tras la Segunda Guerra Mundial. El todoterreno nazi de Franco es una rareza que está en la colección de la Guardia Real, como confirma Patrimonio Nacional. Es decir, este sí, volvió al Estado.

El imponente coche abrió la afición de Franco por los coches de alta gama. El entonces Jefe de Estado encargó en el año 48 tres exclusivos Rolls-Royce Phantom IV que están en las cocheras de El Pardo. Solo se fabricaron 18 ejemplares. Han sido usados por el rey Felipe en su boda y su coronación.

Obras de arte como regalo

La confusión entre lo público y lo privado, en todo caso, fue una constante que Franco activó en plena guerra civil. El dictador de Brasil, Getulio Vargas, donó “800 toneladas de café” a los golpistas en octubre de 1936, apunta Ángel Viñas. Era “un regalo al Estado español” que Franco vendió “y cobró por adelantado su importe”. Es “el regalo más grotesco” del que se apropió el militar golpista.

Pero, ¿qué obras de arte recibió el dictador? ¿Cuántas? ¿Y dónde están? La opacidad es una constante. No es fácil saber el capital artístico que había quedado en poder de los Franco, reconoce el historiador.

La actual ley reguladora del Patrimonio Nacional, en vigor desde 1982, detalla la cesión de los obsequios pero el anterior marco legal, de 1940, “no preveía ningún traspaso de bienes o regalos al Jefe de Estado”, confirman fuentes de la institución a eldiario.es.

La pila bautismal de Cervantes

Las estatuas de Abraham e Isaac que estaban en el Pórtico de la Gloria de la catedral de Santiago son un ejemplo. Los Franco reivindican que son “legítimos propietarios” de las esculturas expoliadas. El Ayuntamiento compostelano quiere recuperar estas obras y ha sentado en el banquillo a la familia del dictador.

También está detrás de parte de su patrimonio el Consistorio de Alcalá de Henares, que busca la pila bautismal de Miguel de Cervantes. Un fragmento de la piedra acabó en manos de Francisco Franco, que la recibió como regalo en 1947. La Fundación Franco dice que ignora el paradero de la pieza, que quizás sería entregada a Patrimonio Nacional. Pero la institución asegura a eldiario.es que nunca fue depositada allí.

Al Gobierno alcalaíno enlaza la desaparición del trozo de la pila donde fue bautizado el autor de Don Quijote de la Mancha con el sistema usurpador que arrancó las esculturas del Pórtico de la Gloria de Santiago. La Fundación Franco niega tal similitud.

“Es un caso diferente pues esas estatuas fueron en su día retiradas por el propio Cabildo al reconvertir la fachada de románico a barroco y adquiridas por el Conde de Gimondi, quien las cedió al Ayuntamiento de Santiago que a su vez las legó al Generalísimo a finales de los años 50”, señala a eldiario.es, vía correo electrónico, el presidente de la Fundación Franco, Juan Chicharro. “Están en el Pazo de Meirás y siempre que con cualquier motivo para exposiciones de arte románico han sido solicitadas, siempre se han cedido”, subraya.

Obras de arte perdidas

El saqueo a los vencidos era una constante durante la guerra civil y en los primeros años del franquismo. Los republicanos eran expoliados de sus bienes. Ya fueran casas, dinero, obras de arte o tierras de labor. Así se gestó la cara económica de la represión sistemática de la dictadura.

La mayoría de las familias nunca recuperaron lo robado. Hasta hoy. Porque la apropiación fue una constante, también en el ámbito cultural. Esta estrategia facilitó que muchas obras acabaran en poder de particulares, afines al régimen franquista que sumaban así patrimonio artístico.

Casi 6.000 piezas pasaron a otras manos tras el saqueo por parte de “mercaderes, saqueadores profesionales, milicianos y militares de las dos zonas”, como constata el proyecto 'El patrimonio artístico durante la guerra civil y la posguerra', dirigido por el catedrático Arturo Colorado, de la Universidad Complutense de Madrid, como contó Nueva Tribuna. No existe documentación sobre el paradero de obras de arte como cuadros, objetos arqueológicos y esculturas, libros, cerámicas o joyas.

Otros elementos acabaron en museos, instituciones públicas e incluso en entidades como la Fundación Franco y Falange Española o la Sección Femenina. El Instituto de Patrimonio Artístico de España conserva 'partes de incautación' que prueban el expolio a los derrotados. Como en el caso del coronel republicano José Sicardo, cuyas obras se depositaron en el Museo de Arte Moderno durante su exilio y acabaron en manos ajenas, según desvelaba laSexta.

El Gobierno republicano creó la Junta de Incautación del Tesoro Artístico de Madrid el 23 de julio de 1936 para preservar el patrimonio artístico. Muchas piezas salieron de España durante la guerra civil y el franquismo intentó recuperarlas. En Francia, por ejemplo, el agente secreto y colaborador con el nazismo Pedro Urraca era una suerte de recaudador de Franco. Pero a un buen puñado de obras de arte se les perdió el rastro para siempre.

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