Los primeros primates prosperaron en inviernos gélidos mucho antes de llegar a las selvas

Reducir el metabolismo fue la estrategia para soportar inviernos bajo cero

Héctor Farrés

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Saltaron al agua helada sin titubear, con el vapor elevándose alrededor de sus cuerpos mojados. Unas manos arrugadas se aferraron al borde de la roca mientras otras salpicaban sin ningún cuidado en la superficie. Los movimientos simiescos generaron ondas que rompieron la quietud del estanque y se mezclaron con el soplo del aire gélido. La escena de unos monos bañándose en el frío mostraba una forma única de adaptación a un entorno extremo, en el que el calor del agua termal se convirtió en un refugio indispensable.

La imagen de macacos japoneses dentro de aguas termales se ha convertido en un referente mundial de la relación entre animales y climas severos. Estos primates, conocidos también como macacos de nieve, viven en regiones de Japón donde los inviernos traen temperaturas bajo cero y nevadas intensas.

La resistencia al frío de estos primates contrasta con la idea extendida durante décadas en los manuales de biología, que situaba el origen de su linaje en bosques tropicales. La revista PNAS publicó una investigación de la Universidad de Reading que cuestiona esa visión al mostrar que los primeros primates prosperaron hace 66 millones de años en entornos fríos y con estaciones muy marcadas.

Una investigación cuestiona la teoría clásica sobre el origen de los primates

Los investigadores reconstruyeron el clima y la localización de los ancestros a través de fósiles y simulaciones. En siete de cada diez análisis, el origen se situó en América del Norte, mientras que en los restantes se colocó en Europa occidental. En ambos casos, el ambiente correspondía a un clima frío clasificado dentro del sistema Köppen-Geiger, con inviernos bajo cero y veranos que alcanzaban temperaturas superiores a los 22 grados.

La investigación cierra con la idea de que los primates que no se movieron hacia entornos más estables acabaron extinguiéndose

El trabajo señala que aquellos primates iniciales comenzaron en zonas templadas, avanzaron hacia áreas áridas y solo mucho después ocuparon las selvas tropicales actuales. La conclusión es que su expansión no se basó en un único tipo de ambiente, sino en la capacidad de adaptarse a entornos cambiantes a lo largo del tiempo.

El doctor Jorge Avaria-Llautureo, autor principal del estudio, explicó en PNAS que “resulta que los primates surgieron en entornos fríos y estacionales en el hemisferio norte”. La frase refleja la magnitud del hallazgo científico, ya que durante más de 40 años predominó la hipótesis de que su historia comenzó en selvas húmedas y cálidas.

Los desplazamientos largos marcaron la diferencia entre supervivencia y extinción

Los cambios locales en el clima desempeñaron un papel decisivo en esa trayectoria evolutiva. Cuando las lluvias o las temperaturas variaban con rapidez, los primates que lograban desplazarse más lejos alcanzaban mayores tasas de supervivencia. Los que permanecían en zonas inestables recorrían distancias medias de 137 kilómetros, mientras que los más móviles superaban los 500 kilómetros.

Esa movilidad resultaba fundamental para abrir nuevas áreas de colonización y con ella aparecían especies distintas. La dispersión hacia ambientes más estables no fue uniforme, ya que en cada región la velocidad de los cambios climáticos marcaba las oportunidades de diversificación.

El estudio también aporta pistas sobre cómo resistieron los inviernos gélidos. La hipótesis más plausible es que redujeran su metabolismo durante los meses más fríos, un comportamiento similar al de los osos actuales. El artículo menciona además la comparación con los lémures enanos de Madagascar, que aún hoy se entierran bajo raíces y hojas para protegerse del hielo y conservar energía hasta que las temperaturas se suavizan.

La hipótesis de la selva tropical pierde peso frente a los datos paleoclimáticos

La llamada hipótesis de la selva tropical se había apoyado en fósiles encontrados en latitudes que se creían cálidas, pero las nuevas simulaciones paleoclimáticas revelan que esos territorios fueron mucho más fríos durante el Paleoceno y el Eoceno. Los investigadores sostienen que los entornos variables fueron los que impulsaron la radiación evolutiva y no los trópicos estables como se pensaba.

Los investigadores sugieren que los primates ancestrales bajaban su actividad durante los meses más fríos

El análisis incluye además una revisión del Máximo Térmico del Paleoceno-Eoceno, un episodio global de calentamiento que hasta ahora se consideraba decisivo para la diversificación de primates. Los resultados descartan esa influencia directa y apuntan a que los cambios locales, ya fuesen hacia climas más secos, húmedos, fríos o cálidos, marcaron mucho más su evolución.

Avaria-Llautureo subrayó en la misma publicación que “entender cómo los primates ancestrales sobrevivieron al cambio climático nos ayuda a predecir cómo las especies modernas responderán a las transformaciones ambientales”. La comparación entre pasado y presente ofrece un marco útil para anticipar reacciones ante los escenarios de inestabilidad actual.

El cierre del estudio incluyó una reflexión sobre las especies que quedaron atrás en ese proceso. Según los investigadores, los grupos que no se desplazaron hacia climas más estables cuando las condiciones locales cambiaron con rapidez fueron los que acabaron extinguiéndose. Una advertencia que conecta con la idea de que en la evolución, la movilidad puede convertirse en la frontera entre la continuidad y la desaparición.

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