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The Guardian en español

California se prepara para el desastre que llega después del fuego: inmensos ríos de lodo

La caravana del presidente Donald J. Trump en la autopista de la costa del Pacífico, hacia las laderas quemadas en Malibú, California, devastadas por el incendio de Woolsey

Gabrielle Canon / Alastair Gee

San Francisco | Paradise —

Los incendios forestales que quemaron más de 100.400 hectáreas en el norte y en el sur de California están casi controlados, dicen las autoridades. Pero tras dos semanas de trabajo por parte de los bomberos, todavía queda mucho por delante y todavía es muy peligroso.

Esta semana, además, se han pronosticado fuertes lluvias en todo el Estado que amenazan a su vez con deslizamientos de tierra e inundaciones en las zonas quemadas. Los desplazados, que lo han perdido todo, han montado campamentos. Las lluvias se avecinan mientras que las agencias tratan de ayudar a las decenas de miles de personas que se han quedado sin hogar. Las labores se centran en reubicar a los evacuados hacia zonas que aún están amenazadas por infraestructura dañada por el fuego y a seguir con los trabajos de búsqueda y rescate.

Toda esta situación se ha producido justo cuando Ryan Zinke, el secretario de Interior, culpó a los “radicales ambientalistas” por el destructivo incendio forestal durante una visita a la ciudad devastada de Paradise. Sinke dijo a los periodistas que ahora no era el momento de señalar a nadie, pero apuntó directamente a los defensores del medio ambiente, a quienes culpa por su actitud contra la tala de los bosques.

“La culpa es de los radicales ambientales que nos han impedido gestionar los bosques durante años. ¿Y sabes qué? Esto es culpa de ellos”, dijo Zinke en Breitbart News. Las evaluaciones científicas y el consenso de los oficiales de bomberos sostienen que la intensidad actual de los incendios forestales –y el consiguiente riesgo de deslizamientos de tierras– son producto del cambio climático, sin embargo, la administración Trump sigue culpando a los defensores del medio ambiente.

El incendio de Camp Fire mató al menos a 79 personas, dejó cientos de desaparecidas y arrasó la ciudad de Paradise de California, acabando con 12.637 hogares. Este fuego, controlado al 70% en estos momentos, ha quemado más de 61.000 hectáreas que ahora se van a enfrentar a las inclemencias del tiempo.

“Mañana esto será un foso de lodo y un riesgo para la salud” debido a los desechos humanos, asegura una voluntaria llamada Jennifer Morse, en la zona de aparcamiento de un Walmart en Chico, donde hay plantadas 140 tiendas de campaña, a pesar de que se dijo que el campamento se disolvería el pasado domingo. Morse dijo que la mitad de las personas que estaban en ese parking eran evacuados por el fuego y que la otra mitad eran personas que ya estaban sin hogar en Chico y en la zona de Paradise.

Ya no hay cortes en las carreteras desde esta semana, pero Paradise sigue siendo un pueblo fantasma al que no puede acceder la población. Al mismo tiempo, las autoridades siguen buscando restos humanos, despejan tendidos eléctricos caídos y derriban árboles dañados.

El Servicio Meteorológico Nacional emitió avisos de inundaciones repentinas hasta el final de la semana y advirtió vientos de hasta 65 kilómetros por hora que podrían derribar los árboles dañados por el fuego.

Las agencias ya han empezado a dar recursos a los bomberos porque después del incendio es posible que se caigan más tendidos eléctricos, hay fugas de propano, no funcionen algunos servicios y que se aviven las ascuas provocando incendios de nuevo en las casas.

“El tiempo es esencial”, dijo el subdirector adjunto de Cal Fire, Matthew Reischman, en un vídeo publicado en la web de la agencia del Gobierno, añadiendo que están proporcionando protección estructural y sacos de arena para ayudar con los preparativos. “Vamos a identificar esas áreas rápidamente, tan rápido como podamos. Estableceremos medidas de protección de emergencia para que cuando lleguen las lluvias podamos proporcionarlas lo más rápido posible”.

Hay menos riesgo de lluvia en el sur, donde el incendio de Woolsey ha arrasado casi 40.000 hectáreas, ha quemado 1.500 estructuras y ha matado a tres personas. Sin embargo, las autoridades están preocupadas por posibles precipitaciones: durante varios años, las zonas quemadas corren el peligro de que se produzcan corrientes de desechos.

“Cuando se producen incendios de alta intensidad, el carbono del suelo sella la superficie del suelo”, explicó Christian Renschler, experto en respuesta a catástrofes naturales y profesor de Geografía de la Universidad de Búfalo, para explicar por qué el agua no es absorbida por la tierra reseca.

“No se trata solo de la escorrentía en términos de agua”, añade. “Estos flujos de escombros son tan pesados y tienen tantos sedimentos y cenizas que se convierte en una especie de cemento que recorre el paisaje”.

Como ha habido más incendios y además han sido más intensos, los aludes de lodo podrían ser peores que nunca. “Se trata del efecto cascada”, dijo Renschler, y agregó que la infraestructura y los caminos que sobrevivieron a las llamas ahora podrían acabar destruidos por el lodo. Asimismo, las cenizas tóxicas y los escombros pueden terminar en los embalses.

“Los incendios fueron tan grandes que llevaría mucho tiempo y mucho dinero preparar todas las áreas que están en riesgo. Lo que hay que hacer es establecer prioridades para las zonas en las que es más probable que corra peligro la gente”, añade.

Estos comentarios de Zinke no fueron los primeros que ha hecho sembrando la polémica después de un incendio. En agosto, se opuso a la investigación científica que relaciona los incendios forestales con el cambio climático y dijo: “EEUU está por encima que dejar que estos grupos radicales controlen el diálogo sobre el cambio climático”.

Sus comentarios se produjeron después de las críticas a unas declaraciones de Donald Trump en las que se olvidó del nombre de la ciudad y repitió la idea de que los incendios fueron causados por una mala gestión de los bosques.

Durante el fin de semana, el gobernador de California Jerry Brown cambió de tono y enfatizó en la amenaza climática. “Estamos en un momento muy complicado. Vamos a tener problemas en los próximos años y tenemos que estar preparados porque siempre vamos a estar bajo algún tipo de amenaza”.

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