Un museo de este país centroeuropeo acoge una de las mayores colecciones de bolas de Navidad de cristal del mundo

La tradición del cristal en esta región checa se remonta al siglo XIV, cuando se establecieron las primeras vidrieras

Alberto Gómez

0

Casi todo viajero que haya decidido alguna vez en su vida conocer la República Checa habrá optado por recorrer la preciosa Praga y, cómo no, cruzar el maravilloso puente de San Carlos, uno de los epicentros del turismo europeo. Sin embargo, a unos cien kilómetros de la mencionada capital checa, en Jablonec nad Nisou, uno puede dar con una pintoresca localidad al norte del país donde se encuentra una institución singular que celebra la milenaria tradición del cristal de Bohemia. Conocida históricamente por los checos como la ciudad del vidrio y la joyería, Jablonec nad Nisou alberga el Museo del Cristal y la Bisutería, un lugar que ha convertido la decoración navideña en un fenómeno artístico e histórico. 

Pero es que además, dentro de este museo, los visitantes son invitados a visitar una de sus exposiciones permanentes más cautivadoras: World of Wonders (WOW), muestra que se convirtió en parte de la colección permanente tras haber sido una exposición temporal y que ostenta el título de ser, con casi toda seguridad, la colección pública de adornos navideños de vidrio más grande del mundo. Este “mundo de maravillas” expone más de 15.000 piezas de cristal soplado, “joyas” que abarcan desde finales del siglo XIX hasta la actualidad. La mayor parte de estas piezas son las tradicionales bolas de Navidad, aunque también incluye otras figuras y adornos colgantes, todos ellos elaborados de forma artesanal y con vidrio.

Además de las tradicionales bolas de Navidad, también se pueden ver otras figuras y adornos colgantes, todos ellos elaborados de forma artesanal y con vidrio

La tradición del vidrio en esta región checa, de nombre Liberec, se remonta al siglo XIV, cuando se establecieron las primeras vidrieras. Los empresarios y artesanos locales, movidos por la necesidad de salvaguardar este patrimonio, fundaron el primer museo dedicado a estos oficios tradicionales en 1904. Aunque el vidrio ya se producía antes, fue en la segunda mitad del siglo XVII cuando comenzó a fundirse un cristal transparente que, por su claridad, brillo y dureza, resultó perfecto para grabar y esmerilar. Debido a esta herencia y a una alta concentración de artesanos cristaleros, esta área entre las montañas Lusacias, las Jizera, las Gigantes y el Paraíso de Bohemia se conoce hoy como el Valle del cristal. La razón del asentamiento de esta industria radica en la disponibilidad de recursos fundamentales: las afloraciones de cuarzo y las canteras de arena rica en sílice para el material, y los vastos bosques que proveían la energía necesaria para alimentar los hornos.

La presentación de la colección es tan espectacular como su contenido, utilizando una escenografía que incluye espejos para multiplicar el universo de colores, creando el efecto de un caleidoscopio gigante. Las bolas de cristal están organizadas en vitrinas gigantes que siguen gamas de color, formando una “ola de color” que simboliza el gran viaje de esta tradición desde Centroeuropa. De hecho, la muestra se inspira en Estados Unidos por ser el primer país en demandar estos adornos de cristal de Bohemia con identidad propia. El mercado estadounidense se consolidó como el mayor cliente, rindiéndose a la belleza y exclusividad de los adornos checos a finales del siglo XIX. En el museo se pueden ver vitrinas dedicadas a piezas fabricadas expresamente para este país, reproduciendo elementos de la imaginería propia de la cultura norteamericana, incluyendo íconos como la Estatua de la Libertad o incluso adornos que replican hamburguesas y cajas de patatas de McDonald’s.

Entre las piezas históricas que trazan la evolución del gusto y la cultura, el museo exhibe adornos que replican los famosos huevos Fabergé, una muestra de la máxima exquisitez en el arte del vidrio. Esta opulencia contrasta con las figuras sencillas diseñadas durante la época comunista, un periodo en el que se prohibió la celebración de la Navidad y los motivos decorativos debían ser simples objetos cotidianos que no llamasen en exceso la atención. Una parte fundamental de esta tradición reside en la artesanía local, especialmente la de Rautis, cuyo trabajo también se destaca en la exposición. Rautis es reconocido por ser el único fabricante del mundo de adornos navideños hechos con perlas huecas. Esta singular técnica artesanal fue incluida en la lista de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO en 2020.

La historia del árbol

La fábrica artesanal de Rautis se encuentra a unos cuarenta kilómetros de Jablonec, en el tranquilo pueblo de Poniklá, fábrica que se puede visitar para observar el meticuloso proceso de soplado y ensamblaje. La historia de esta compañía se remonta a 1902. El método de trabajo sigue siendo artesanal, con operarios que elaboran los productos finales, como las famosas estrellas, ensartando las cuentas de cristal en finos alambres desde sus propias casas a lo largo de todo el año. La exposición World of Wonders también ofrece una fascinante línea temporal sobre la historia del árbol de Navidad y sus símbolos. Por ejemplo, en 1510, en otros lugares europeos como Riga o Tallin, se comenzó a sustituir las manzanas que tradicionalmente colgaban de los abetos por bolas rojas de cristal.

Originalmente, las manzanas simbolizaban las tentaciones, pero las esferas de cristal soplado adoptaron un significado más elevado, representando los dones del dios cristiano (como la sabiduría o el entendimiento), así como los regalos que trae Santa Claus a los niños. Así, el Museo del Cristal y la Bisutería de Jablonec no solo conserva miles de piezas brillantes, sino que también preserva la historia y el significado profundo de una de las tradiciones festivas más queridas del mundo. De ahí que todos aquellos que salen de Praga y visitan esta institución de los adornos navideños pueden quedarse maravillados por la interminable gama de bolas de cristal que en muchas ocasiones acaban decorando árboles a miles de kilómetros de distancia. Y es que hay algunas bolas que se hacen irresistibles y que obligan a quien da con ellas a comprarlas o regalarlas como parte del encanto de la Navidad.

Etiquetas
stats