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Fernando Savater

Fernando Savater

Montero Glez

Si hay algo que define la expresión discursiva de la derecha, ese “algo” es su vacío; la ausencia total de pensamiento. Hablar mucho para decir nada.

Con esto no quiero decir que Fernando Savater sea de derechas, aunque a veces lo parezca, pues, en los últimos tiempos, su expresión discursiva se ha arrimado demasiado al vacío y a sus obscenos intereses. Sin ir más lejos, cada vez que tiene ocasión, señala que el principal problema de nuestro país es el nacionalismo y así nos lo quiere hacer creer el hombre, todo él cargado de razón, a una tajada de cochinillo del triple bypass cuando se pone a hacer propaganda electoral.

Hubo un tiempo en el que Savater fue el filósofo oficial del polanquismo y, con ello, su filosofía imperó en lo que respecta a la cultura dominante de la época. He de reconocer que yo leía a Savater desde que Savater simpatizaba con el anarquismo en sus piezas para 'Ruedo Ibérico'. Luego, con el tiempo, caí en la cuenta de que Savater era uno más de aquellos que escribían mucho para decir nada, un tipo que siempre estuvo más cerca de los postulados de la economía clásica que de la verdadera disidencia que postula el anarquismo. Suele pasar. En un país con ausencia de cultura de raíz política nos la pegan a la primera de cambio.

La verdad es que Savater manifestó plenamente su posición de reaccionario cuando el tema de la negociación de paz con ETA. Si bien su postura siempre fue de valor frente a la organización criminal, cuando tocó sentarse a mediar, Savater se comportó como si, con la llegada de la paz, perdiera la guerra. No sé si me explico, pero desde entonces, lo único que ha hecho Savater ha sido volver y revolver a los tiempos de plomo y metralla, cuando alzaba su voz valiente contra el tiro en la nuca. A veces da que pensar y me tomo la licencia de hacerlo, y pienso que a Savater le gustaría regresar a aquellos tiempos para ocupar su posición de nuevo, la de filósofo oficial del Régimen del 78, cuando nos decían que el paro no importaba y que el primer problema de nuestro país era el terror de ETA.

Más que una cuestión de tendencia política o de filosofía llevada a la acción, el problema de Savater es un problema de vanidad, pues ya sabemos que la vanidad es el orgullo de los simples. Con tales simplezas, no es de extrañar que Savater apoye a Ciudadanos. A ver si.

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