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Carta con respuesta es un blog del escritor Rafael Reig. Dejad vuestros comentarios en este blog sobre vuestras preocupaciones políticas, sociales, económicas, teológicas o de cualquier índole, y él os responderá cada martes.

Mal que por bien vendrá

Rafael Reig

Quienes pedían a gritos que Rajoy diera la cara ante el Congreso, ahora que va a hacerlo, ponen el grito en el cielo por la inutilidad de su comparecencia, porque creen que no va a declararse culpable o, como usted dice, a reconocer ninguna acusación.

Que Dios me perdone, pero me da la risa. Cuando pedían que compareciera, ¿esperaban de verdad que fuera a desvelar todo y a declararse culpable? ¿Y ahora, estupefactos, comienzan a darse cuenta de que a lo mejor no es así? ¿No es de una simpleza casi infantil? A mí me recuerda la rabia de las adolescentes que, ante un novio que las deja, exclaman: ¡No es justo! Ya, no lo es, ¿y qué? ¿De verdad esperabas que fuera justo o acaso crees que hay un Dios que garantiza que los malos sean castigados y la recompensa de los buenos?

Pues naturalmente que Rajoy lo negará todo, naturalmente que escoge la fecha en la que haya menos atención, naturalmente que no responderá con la mano en el corazón diciendo la verdad, naturalmente que intentará ocultar la corrupción, naturalmente que negará las evidencias… Así son las cosas.

No seamos críos, tengamos un punto de vista más adulto y más político. A nadie se le ocurre que en el Congreso Rajoy vaya a cantar de plano y que sea conducido de inmediato a prisión o que dimita en el acto, avergonzado de sí mismo. No creo que se pidiera su comparecencia con ese objetivo tan majadero. Creo que se trata precisamente de que no diga la verdad, oculte la corrupción, niegue la evidencia, etc., pero que lo haga en público. A mí me parece que la finalidad de hacer comparecer a Rajoy es precisamente esa: que no reconozca ninguna acusación.

Al menos así es como quiero verle: mintiendo, tergiversando, ocultando información, escabulléndose, no respondiendo a preguntas.

Es decir, creo que lo único que podemos esperar del Congreso es una sanción política. Que pierda credibilidad y, como consecuencia, votos.

Lo demás no es razonable. De la sanción moral que se ocupe la Iglesia. De la penal, los tribunales. Del Congreso, con la ayuda de la prensa y la afición en general, cabe esperar que reciba un daño político, un menoscabo importante de su imagen, una irreparable pérdida de votantes.

En el (bastante hipotético) caso, claro está, de que la oposición tenga dos dedos de frente y otros dos de capacidad para ponerle contra las cuerdas.

Así que, de las mismas razones que exponen muchos de ustedes (la inutilidad de la comparecencia, la posibilidad de que mienta y escamotee las cuestiones graves, etc.), a mí me parece que debemos extraer la conclusión contraria: será muy útil que no diga ni media palabra ante el Congreso. Es el mayor daño (político, no penal ni moral) que puede hacerle el Congreso.

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