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Barberá se queda sin tiempo ni dinero para los derribos del Cabanyal

Barrio del Cabanyal.

Voro Maroto

Rita Barberá, alcaldesa de Valencia desde 1991, se está quedando sin tiempo ni dinero para uno de los proyectos faraónicos que viene impulsando desde hace lustros: la conexión del centro de Valencia con la fachada marítima de la ciudad mediante la apertura de una avenida de 48 metros de anchura que provocaría la demolición de 1.600 viviendas y la destrucción del 30% de un barrio, el Cabanyal.

Barberá anunció el pasado viernes un acuerdo con el Gobierno para superar el bloqueo político y jurídico de su plan. Ese supuesto acuerdo, producto de otro alcanzado el pasado octubre, adaptaría el proyecto municipal a la protección legal que tiene parte del barrio. Según la alcaldesa, gracias a varios retoques (un 35% menos de derribos o la protección de La Lonja de Pescadores, un edificio protegido y singular) la prolongación de Blasco Ibáñez sería una realidad.

El Ministerio de Cultura, sin embargo, pronto rebajó la euforia de la alcaldesa. El acuerdo no está cerrado, sigue pendiente de varios informes técnicos y jurídicos. El número dos de Rita Barberá, el vicealcalde Alfonso Grau, corroboró esa versión tres días más tarde del anuncio de su superiora. “Cuando convirtamos el boceto en plan urbanístico, se trasladará al ministerio, que dará su opinión. En principio, todo apunta a que será favorable”.

Teniendo en cuenta que entre el anuncio del primer acuerdo y su concreción en un boceto han transcurrido ocho meses, se antoja improbable que Valencia y Cultura desbloqueen el asunto con la rapidez necesaria para que la actual administración empiece su ejecución durante este mandato. Y el PP local, como prueba el batacazo de Barberá en las elecciones europeas de mayo, podría perder el poder en mayo de 2015 o quedarse sin la mayoría necesaria para impulsar el plan.

Sin tiempo y sin dinero

El plan, impulsado en 1997 y aprobado por la Generalitat en 2001, es una quimera hoy, 16 años después de su arranque oficial. De momento, sólo ha conseguido convertir una buena parte de una zona genuina como el Marítimo de Valencia en un área degradada, marcada por la insalubridad y la delincuencia. Y no sólo por falta de tiempo. Tampoco hay dinero, por lo que difícilmente podrá hacer frente a medio plazo el Ayuntamiento a un proyecto de tanta envergadura como el del Cabanyal.

La iniciativa privada deshizo su participación en la empresa en cuanto tuvo certeza del fin de la burbuja inmobiliaria, en julio de 2008. Y sin fondos privados, el municipio no tiene dinero para asumir el proyecto. De hecho, diversos cálculos apuntan que sólo en expropiaciones el Ayuntamiento debería gastar 180 millones de euros más, ya que apenas ha comprado un 40% del suelo necesario (168.884 metros cuadrados en total) y a un precio muy inferior (950 euros por metro aproximadamente) al marcado recientemente por los tribunales. Estos cálculos no contemplan el coste de urbanización y equipamientos en la nueva zona.

Por si fuera poco, el Ayuntamiento de Valencia tiene una deuda de 872 millones de euros, cifra superior a su presupuesto anual (730 millones en 2014). Con la Generalitat Valenciana en quiebra, y a pesar de que el equipo de Barberá está cerrando sin apenas déficit los últimos ejercicios, desde el punto de vista económico, la conexión de Valencia con el mar con la que sueña Rita Barberá parece un sueño muy lejano.

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