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Águilas, búhos y lechuzas en la batalla contra los estorninos

Las especies de águilas elegidas son Harris y de Cola Roja

Roger Lorgeoux

Castellón —

La existencia de más de 310 millones de ejemplares evidencia que el estornino es una de las aves con mayor población mundial. Clasificada por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) como una especie de preocupación menor (abreviado oficialmente como LC desde el nombre original en inglés Least Concern), su expansión se ha convertido en una amenaza para la vida urbana desde hace décadas. Su presencia en las ciudades indica la llegada del invierno. Las bandadas en el cielo, dibujando figuras imposibles, representan un espectáculo de la naturaleza, pero anticipan un problema de convivencia. Cuando el estornino se asienta en un lugar lo hace con marcador carácter invasor. Miles y miles de pájaros duermen cada noche en el mismo árbol. Subespecies migratorias se entremezclan con otras residentes. Y eso significa ruido y suciedad, que para los vecinos se traduce en insomnio e insalubridad.

Muchos municipios de España, como Vila-real, han intentado combatir sin éxito la plaga mediante actuaciones drásticas y agresivas con el medio ambiente. Por ejemplo, podas severas en ficus, fresnos o jacarandas. Medidas que han resultado eficientes de manera inmediata, pero que a medio y largo plazo han resultado estériles y, sobre todo, perjudiciales para los árboles, cuyo crecimiento se ha visto afectado, perdiendo vigor y resistencia frente a las enfermedades.

Por ello, ahora ha recurrido a una opción cuya efectividad ha quedado demostrada en otras localidades como Logroño. El ayuntamiento, a través de la empresa Club Juan Sahagan de Onda, ha apostado por la cetrería para luchar contra el estornino. Se trata de poner en marcha un plan estructurado, con una inversión de 8.000 euros, de manera que consiga expulsar el ave del casco urbano para forzar su establecimiento en el campo, donde paradójicamente acude durante el día para alimentarse.

La primera fase consiste en soltar diferentes especies de rapaces en los principales jardines del municipio. El procedimiento es muy sencillo, como explica uno de los responsables de la empresa, Manolo: “De cinco a seis y media de la tarde sacamos a las águilas Harris y de Cola Roja y, al anochecer, soltamos los búhos reales y lechuzas”. Pero la técnica es distinta entre unas y otras. A las primeras se las hace volar por debajo de la copa de los árboles, de abajo hacia arriba, ya que de esta forma adquieren mayor velocidad de ataque. “A esas horas el estornino entra para dormir y cuando las ve en vuelo raso, se marcha rápidamente del lugar”, explica Manolo.

Sin embargo, no lo hace definitivamente. Insiste. Y es aquí cuando entran en acción los búhos reales y las lechuzas, cuya presencia se refuerza con equipos de altavoces que reproducen el sonido de un estornino capturado. Además, se instalan luces láser para romper las bandadas. Las rapaces se colocan simplemente encima de los árboles. El efecto persuasorio termina por ahuyentar a la molesta ave.

“Es un plan de choque exhaustivo que durará hasta febrero. Luego nos centraremos en vigilar la población”, comenta Manolo. Sólo en el primer día de control se han contabilizado nada menos que 5.000 estorninos en siete árboles de la plaza de L’Alguer. “Estamos muy contentos, porque los vecinos nos han agradecido los resultados. Han conseguido dormir por primera vez en mucho tiempo y la suciedad por los excrementos se ha reducido bastante”, añade.

Vila-real no es la única localidad de la provincia con plaga de estorninos. Castellón, Borriana o La Vall d’Uixó también llevan años tratando de resolver este problema, que supone una auténtica molestia para los vecinos que lo padecen diariamente con la llegada del invierno.

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