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Análisis Assassin’s Creed Rogue, un último guiño a la anterior generación

Assassin’s Creed Rogue

Daniel Moreno

Creemos que a estas alturas hay muy poco que decir sobre la metedura de pata cometida por Ubisoft con Assassin’s Creed Unity, título que prometía mucho al ser el primero en venir desarrollado en exclusiva para PC y la nueva generación de consolas. Se le suponía capaz de ofrecer una auténtica renovación tanto a nivel visual como jugable dentro de una saga que lleva ya años dando muestras de agotamiento, pero las prisas de la editora por cumplir con los plazos de entrega, con esa famosa norma de lanzar un Assassin’s Creed al año sea como sea, han acabado por convertirlo en un producto prematuro, en un juego a medias y falto de inspiración que ahora toca esperar a que arreglen a golpe de parche.

Sin embargo la editora gala se ha reservado otro as bajo la manga a fin de poder cumplir con sus objetivos financieros, un Assassin’s Creed Rogue entendido por todos como una entrega menor, pero realizado de forma honesta. ¿A qué nos referimos? Pues al hecho de que la dosis de humo que le acompañaba era casi nula, dado que Unity se llevaba todas las miradas, quedando Rogue como un producto destinado tanto a satisfacer las necesidades comerciales de la firma como el apetito de los cientos de miles de fans de la franquicia que aún no han dado el salto a la nueva generación de consolas. En ningún momento nos han vendido lo que no es, encontrándonos con un título que ni innova en absoluto ni busca siquiera hacerlo, pero que por el contrario mantiene las fortalezas de sus predecesores.

De esta forma todo buen seguidor de Assassin’s Creed se encontrará con un juego redondo, ciertamente más limitado que Assassin’s Creed IV: Black Flag, pero también más directo, equilibrado y robusto que Unity, además de contar con el llamativo punto de vista argumental de situarnos en la piel de un templario.

Diciendo adiós a una generación

Empecemos por comentar el tema argumental. Assassin’s Creed Rogue nos lleva de nuevo a Norteamérica para recorrer la ciudad de Nueva York que ya vimos en Assassin’s Creed III así como otros territorios nuevos en la serie, como un Atlántico Norte plagado de icebergs y un Valle del Río que sirve de frontera natural en plena guerra entre los franceses y nativos. El mapeado, dividido en estas tres zonas con los correspondientes tiempos de carga al pasar de una a otra, es inferior al visto en Black Flag, aunque no por ello carece de encanto, sobre todo por la introducción del mar helado del Ártico.

A nivel temporal nos encontramos entre Assassin’s Creed IV: Black Flag y Assassin’s Creed III, encarnando a un tal Shay Patrick Cormac que, por motivos que se explican largo y tendido en el juego, decide pasarse del bando de los asesinos (los buenos de la peli) al de los templarios (los malos malísimos), algo que no está para nada bien visto. La campaña principal dura algo más de 12 horas si vamos al grano, de las cuales las dos primeras están dedicadas a dar a conocer los motivos que llevaron a Shay a abandonar a sus hermanos de armas en favor de los enemigos, aunque ya os avisamos de que tampoco estamos ante la historia más profunda o rompedora de la franquicia, contando con todos esos meollos de artefactos antiguos y textos indescifrables que sonarán a chino a los recién llegados.

Sí, es cierto que con tal duración puede parecernos un juego corto para ser un Assassin’s Creed. Sin embargo casi lo hemos agradecido, ya que Rogue ha sabido dejar de lado los rellenos innecesarios tan típicos de la saga en forma de misiones insustanciales y repetitivas donde las haya con las que nos sentimos más recaderos que auténticas máquinas de matar, en pro de un desarrollo más directo y sólido sin caer en lo repetitivo. De esta forma seguir la trama sin que nuestra atención se diluya en pequeñeces es más sencillo y hasta enriquecedor.

Además mantiene por supuesto la infinidad de misiones secundarias, retos, desafíos y diversos quehaceres que pudimos ver en Black Flag, por lo que todo aquel que busque una experiencia Assassin’s Creed al completo la encontrará seguro. Rogue cuenta con decenas de localizaciones, algunas más o menos peculiares que otras, con decenas de tareas secundarias entre las que encontramos alguna más que bienvenida variación, y con una infinidad de secretos y coleccionables que harán las delicias de los fans. En otras palabras, siempre hay algo que hacer, aunque bien es cierto que en líneas generales no difiere mucho de lo visto el año pasado, y el anterior, y el anterior, salvo por la recuperación de la mejora de estructuras al más puro estilo de lo visto en Assassin’s Creed II.

Pero por supuesto el añadido más llamativo es el hecho de ser templarios, tema que va más allá de lo argumental para afectar en la jugabilidad. Porque ya todos sabemos que los templarios también son poderosos guerreros, y que no desprecian los buenos gadgets como un nuevo rifle de aire comprimido y un lanzagranadas que nos permitirá lanzar bombas tanto narcóticas como explosivas. Por el contrario el hecho de ser un templario también implica el ser un blanco andante para los asesinos, algo que nos quedará bastante claro en cuanto nos asalten por primera vez con no muy buenas intenciones.

Así es, porque en cualquier momento la muerte puede estar esperándonos al cruzar la esquina. En un modo que recuerda en gran medida al multijugador competitivo del que carece Rogue. Cuando menos lo esperemos nos toparemos con unos susurros que van a más, señal que nos indica que alguien anda cerca y quiere matarnos, por lo que toca activar la vista de águila para detectar a los asaltantes y convertir a los cazadores en presas.

Por lo demás vuelve aquello tan bucólico de coger un barco y hacernos a la mar que tan bien funcionó en Assassin’s Creed III y fue llevado bastante más allá en Black Flag. Sin embargo, pese a la introducción de nuevas armas para nuestro barco como una ametralladora capaz de acertar de forma rápida en los puntos débiles de los navíos enemigos o la posibilidad de incendiar las aguas tras nosotros, se podría decir que estamos ante un Black Flag ‘dopado’, sensación que se repite una y otra vez a lo largo del juego.

¿Y por qué ocurre esto? Pues posiblemente por el hecho de tratarse de una entrega destinada a cerrar un marco argumental determinado sin salir de una misma época y continente, por la falta de ambición por parte de editora a la hora de despedirse por todo lo alto de una generación de consolas que le ha dado todo a esta franquicia, y por el hecho de ser considerada una entrega pequeña. Con Rogue tenían el potencial para explotar aún más ese nuevo marco del Ártico más allá de los icebergs, el hecho de poder morir congelados si nadamos demasiado tiempo y el cambio de los jaguares por los osos polares, al igual que podrían haber explotado con algo más de gracia la peculiaridad argumental de ponernos en la piel de un templario.

A nivel visual nos encontramos ante un título bonito, por supuesto. Cuenta con ciertas estampas de gran belleza, y algunos escenarios y localizaciones dignos de descubrir y disfrutar tanto desde la distancia que nos permite nuestro barco como caminando tierra adentro. Sin embargo a nivel técnico no aporta nada respecto a lo visto en Black Flag, y de hecho se podría decir que pierde ciertos puntos respecto a este en temas como las animaciones faciales y las secuencias cinemáticas, además de contar con ciertos bugs y fallos menores que por suerte no tienen nada que ver con lo visto en Unity.

En este punto se repite claramente aquello de que nos encontramos ante una producción menor dentro de una franquicia multimillonaria, un título destinado a cumplir con las expectativas comerciales de la compañía sin arriesgar demasiado, lo cual por contra propicia un resultado sólido, ya probado en anteriores entregas. Rogue es un juego mucho menos poderoso visualmente que Unity, por supuesto, pero también más sólido y con el suficiente encanto como para suplir en parte las carencias del hardware de la vieja generación.

¿Expansión o videojuego independiente?

En definitiva nos encontramos ante un título de contrastes. Por un lado podría ser perfectamente definido como un Assassin’s Creed IV: Black Flag 1.5, una completísima expansión que Ubisoft ha decidido comercializar como si se tratara de un título independiente. Pero por otro lado nos encontramos con un producto que destila el cariño y buen saber hacer de un equipo de desarrollo, Ubisoft Sofia, cuestionado en anteriores ocasiones y que busca claramente destacar aprovechando una oportunidad de oro, ofreciendo un título del que nadie esperaba casi nada pero que quizás por eso mismo resulta más sorprendente. Assassin’s Creed Rogue no miente como ha hecho Unity, no promete lo que sabe que no puede cumplir, y por ello, pese a ser casi un producto genérico, merece más respeto que su ‘hermano mayor’.

Ahora os toca a vosotros, jugadores, discutir sobre si sus pequeñas diferencias, sus ciertos matices de más o menos peso, dan para decir que Rogue es una entrega independiente con todas las letras o por el contrario un producto de relleno dentro de una saga saturada. Si no existieran sus predecesores ya os decimos que sería un gran candidato para Juego del Año, porque, repetimos, es un muy buen juego, ¿pero acaso cumple con lo que le deberíamos exigir a Ubisoft estas alturas de la vida?

Lo mejor:

  • Coge lo mejor de todos los Assassin’s Creed de la vieja generación y lo mete dentro de un producto sólido, bien construido y fácil de disfrutar.
  • El nuevo punto de vista desde el lado Templario logra afectar en la jugabilidad, aunque bastante menos de lo que nos gustaría.
  • Sus escenarios cuentan con ciertas estampas muy hermosas, aunque se podría haber aprovechado aún más el Ártico.
  • Como todo buen Assassin’s Creed, cuenta con una cantidad casi indecente de misiones secundarias, coleccionables y pasatiempos como la caza, la pesca y un buen puñado de desafíos. Resulta difícil aburrirse.
  • Su campaña va más al grano que muchos otros juegos de la serie, contando con menos paja y sin caer en lo repetitivo.

Lo peor:

  • A nivel técnico no mejora en nada a Black Flag, y de hecho pierde enteros en ciertos puntos.
  • ¿Qué pasó con el modo multijugador? Eso sí que ha sido un asesinato…
  • No hay ninguna innovación de verdadero peso respecto a lo visto en Black Flag, reciclando tantas mecánicas que casi podría ser una expansión para su modo campaña.
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