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Placas solares contra la piqueta en el barrio 'okupa' de Vitoria

Yesica (a la derecha), con su hija en brazos. Al lado, su amiga Maialen. Ambas viven de 'okupas' en Errekaleor

Eduardo Azumendi

La multitudinaria manifestación de apoyo a los 'okupas' del barrio vitoriano de Errekaleor parece que no ha hecho mella en la voluntad del Ayuntamiento de Vitoria de tirar abajo los bloques de vivienda, que en su día fueron ocupados de manera ilegal. En la actualidad, viven en ellos 150 personas. Frente a la piqueta que amenaza su modo de vida, los 'okupas' han decidido contraponer las placas solares para paliar la falta de luz que sufren. El Ayuntamiento cortó la luz hace unas semanas alegando razones de seguridad debido a que los 'inquilinos' estaban  'enchufados' a la red de manera ilegal.

De momento, el equipo de gobierno de Vitoria (PNV-PSE) y el PP han acordado sacar a licitación la redacción del proyecto de derribo. El plazo de presentación de propuestas concluye el 14 de julio y la previsión es que la operación de demolición cueste alrededor de 500.000 euros. PNV y PSE son partidarios de completar “en un año” los trámites del proceso de derribo y proceder después al desalojo.

Álvaro Iturritxa, coordinador general del Departamento municipal de Medio Ambiente y Espacio Público, es una de las rostros visibles del Ayuntamiento (junto al alcalde Gorka Urtaran) en este conflicto. “El Ayuntamiento tiene la responsanbilidad de gobernar y en ocasiones hay decisiones ingratas que tomar. No todo son inauguraciones. Pero por encima de todo hay que encarar los problemas y no darles la espalda”. En el caso de Errekaleor, Iturritxa defiende que el Ayuntamiento no está en contra “ni mucho menos” de los movimientos autogestionados como el de Errekaleor Bizirik, pero “tienen que ir de la mano del Ayuntamiento”.

En ese sentido, el Consistorio ha ofrecido a los 'okupas' de Errekaleor un realojo en la zona de Aretxabaleta, muy próxima a Vitoria, pagando un alquiler (con la prestación de servicios a la comunidad) y los servicios básicos que ofrece el municipio “como cualquier ciudadano”. “La burbuja inmobiliaria nos ha llevado a un nuevo ciclo urbanístico, con la aparición de diferentes movimientos. Y la autogestión es uno de ellos. Pero el Ayuntamiento nunca va a aceptar las imposiciones de una parte”.

“Errekaleor”, añade Iturritxa, “es un barrio compuesto de edificios declarados como infraviviendas, donde no hay medidas de seguridad. Existe un riesgo real para las personas que ahora las ocupan y eso no puede seguir así. Errekaleor es un problema heredado por el actual equipo de gobierno, pero no por ello vamos a dejar de ser consecuentes. Seguiremos por el camino que ya estaba trazado. Y basado en informes técnicos y jurídicos”. Iturritxa puntualiza que el derribo irá respaldado por la decisión judicial correspondiente.

'Bullying' inmobiliario

Además de los 'okupas', la postura del Ayuntamiento es muy criticada por la oposición (salvo el PP). No hay precedentes en todo el Estado de expulsión y demolición de más 100 viviendas“. ”[Gorka] Urtaran“, denuncia Podemos, ”cortó la luz para promover un desalojo encubierto, creó un clima de inseguridad mayor del que según decía existía por el estado de las viviendas, luego decidió poner un remiendo con farolas solares, y ahora, en un alarde de ingenio, acuerda gastar 50.000 euros en el estudio de un derribo sin saber si recibirá el visto bueno que exige la ley“. Para EH Bildu, se trata de 'bullying' inmobiliario. ”Se trata de liberar la zona de inquilinos para poner en marcha después nuevas promociones de viviendas“.

Las críticas al alcalde también llegan desde otros ámbitos. Por ejemplo, la profesora de la Universidad de Mondragón y especialista en Educación Intercultural y de Género, pide a Gorka Urtaran que no se baje de la “utopía”. “Gorka Urtaran es el alcalde de la ciudad como resultado  de una utopía, la de pensar que en una ciudad como la nuestra cabe la diversidad social, la que incluye a las gentes venidas de otros países y a la población en desventaja social y económica, la utopía de pensar que la convivencia entre diferentes puede ser amable. Eso es lo que aprendimos con el movimiento popular Gora Gasteiz, del que muchas personas nos sentimos orgullosas y que forma ya parte de nuestras señas de identidad”. Barquín se refiere al movimiento ciudadano que surgió hace dos años en Vitoria como respuesta a la política del entonces alcalde, Javier Maroto, contra los inmigrantes.

Así, Barquín recuerda el líder del partido más votado en las últimas elecciones municipales, Javier Maroto, “encarnaba el peligro de la xenofobia y el discurso de la exclusión, y gran parte del resto de las fuerzas municipales se unieron para propulsar una alternativa que permitiera ese futuro en convivencia”.

Vivir fuera del sistema

“Errekaleor”, añade, “es también parte de esa utopía. No es una utopía de arco iris y merengue maravilloso, sino del aquí y el ahora, una utopía de lo pequeño, de lo diario, de lo trabajoso, de lo imperfecto, de lo posible”.

Según Barquín, la decisión del Ayuntamiento de derribar Errekaleor transmite la idea de que “nadie puede vivir fuera del sistema”. Lo que hace falta es “un mayor respeto por la diversidad. Es posible hacer las cosas de otra manera, pero una parte de la sociedad no asume la diversidad”.

La sombra de Kukutza, el gaztetxe de Rekalde (Bilbao) que acabó destruido planea sobre el Ayuntamiento de Vitoria. Pero la dimensión de Errekaleor supera con mucho a ese gaztetxe. Y por eso, los 'okupas', aglutinados en torno a la organización Errekaleor Bizirik siguen adelante con su proyecto para poder conseguir electricidad en el barrio. Para eso,  apuestan por instalar alrededor de 500 placas solares para abastecer las necesidades de las viviendas y, sobre todo, de las zonas comunes. De momento, ya han puesto en marcha una campaña de crowdfunding. Su objetivo es conseguir 100.000 euros en 50 días y ya han conseguido más de 25.000.

Solidaridad entre vecinos

Yesica Rodríguez, de 36 años, lleva viviendo en Errekaleor desde junio de 2015. Llegó con con pareja y un hijo de 9 años (que ahora tiene 11) y acaba de tener su segunda hija, Maialen, el primer bebé que nacé en el barrio. “La experiencia hasta ahora es maravillosa, alimentando la solidaridad entre vecinos, creando....”. Yesica y su pareja se acercaron hasta Errekaleor porque querían vivir en comunidad. Lo peor desde entonces ha sido el corte de luz de hace unas semanas, pero a la vez ha servido para fortalecer al movimiento. “Somos más compañeros. Nos dimos cuenta de la dimensión del proyecto. La decisión del Ayuntamiento de derribar el barrio nos hace más fuerte, sobre todo, después de la movilización del 3 de junio. Sentimos el apoyo. No es ninguna utopía, al menos para nosotros”.

Respecto a la seguridad de los edificios no tiene dudas. “¿Crees que vendría a vivir a un lugar donde corre riesgo la vida de mi hijo?. Llevo dos años y no he pasado por ninguna situación de inseguridad y por eso invito a cualquiera que venga a ver los bloques”.

Maialen, de 23 años, escucha a su amiga. Lleva tres años en el barrio. “Han cambiado las cosas, ahora hay más gente y más organización. [Gorka] Urtaran nunca ha hablado tan claro: Sé que va a intentar tirar el barrio, pero no provoca miedo. Estamos muy unidos, con tensión en el buen sentido de la palabra. Las placas solares son viables. Podríamos autoabastecernos. Hay que acostumbrarse a tener un consumo eficiente. Gastar lo justo y necesario, consumir sin derrochar”.

Josu, amigo de ambas, no reside en el barrio, pero sigue muy de cerca todas sus vicisitudes. “Errekaleor se ha convertido en un referente en muchos sentidos. Por ejemplo, crea comunidad en una sociedad cada vez más individualista, en la que cada uno se come sus marrones en soledad. En el aspecto energético se trata de un reto y ya se verá cómo sale. Frente a los que les llaman jetas yo diría que están aportando, hacen un trabajo de abrir el espacio a la gente. Plantean una forma en la que pueden vivir todos, en casas que han estado vacías debido a la especulación inmobiliaria y debido al trapicheo que se traen algunos con nuestras vidas y nuestras casas. Es una forma de decir a la gente que hay otra forma de vivir”.

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