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La activista del urbanismo de los barrios

Jane Jacobs. / Jane Jacobs Walk.

María Muñoz

Nunca realizó estudios formales de urbanismo pero la estadounidense Jane Jacobs es una de las grandes referencias de la disciplina. Su libro Muerte y vida de las grandes ciudades americanas, escrito en 1961, y donde realiza una dura crítica a la transformación de las ciudades en los años 50, está considerada una de las obras más influyentes del planeamiento urbano y de plena actualidad por su apuesta por el desarrollo de los barrios por y para sus vecinos. Su activismo iba más allá de la teoría y se implicó en varias protestas vecinales para impedir la construcción de grandes infraestructuras en las ciudades donde vivió la gran parte de su vida: Nueva York y Toronto.

En la versión en español de la Wikipedia apenas aparecen dos párrafos -en inglés hay unos cuantos más- para contar el legado de la activista, fallecida en 2006, y por qué su pensamiento sigue estando aún vigente. En su obra más emblemática explica el aislamiento al que lleva el desarrollo urbano que prevalecía en la segunda mitad del siglo XX en EEUU, y que años después llegaría a Europa, y luego, a España. En este modelo se primaba la vida en barrios periféricos con la construcción de grandes autopistas, entre otros elementos, que conducían por una lado a los centros comerciales, a los colegios o al ocio, todo compartimentado y separado, dando al coche un papel imprescindible en la vida diaria.

“Este libro es un ataque contra las teorías más usuales sobre urbanización y reconstrucción de ciudades. También es, y muy principalmente, un intento de presentación de unos nuevos principios sobre urbanización y reconstrucción de ciudades, diferentes y aun opuestos a los que se vienen enseñando en todas las escuelas de arquitectura o se exponen en los suplementos dominicales de los periódicos y las revistas femeninas. Mi ataque no se basa en sutilezas sobre los diferentes métodos de edificación ni en distinciones quisquillosas sobre las modas actuales o en proyecto. Es, más bien, un ataque contra los principios y objetivos o fines que modelan la moderna y ortodoxa planeación y reordenación de las ciudades”, escribía Jacobs en el principio de Muerte y vida de las grandes ciudades americanas, reeditada en español en 2011 por la editorial Capitán Swing.

Defensa de la economía local

La escritora apostaba por que los barrios o distritos tuvieran varias funciones primarias, en una clara defensa por la economía local, que las manzanas fueran pequeñas, que los edificios debían ser diversos en antigüedad, condición y forma y defendía una alta densidad de población, como recogió The New York Times en el obituario sobre la activista.

Para Jacobs, un barrio que tiene vida es un barrio seguro, ya sean vecinos o extraños los que paseen por la zona. Los parques no tienen por qué ser siempre una buena solución, dependía de cómo estuvieran planteados y dónde, y rechazaba por ejemplo la peatonalización, porque de alguna manera cerraba las vías, pero defendía que era el coche el que se debía adaptar a los peatones y no al revés.

Mientras vivió en Nueva York se implicó de manera muy activa en el movimiento vecinal de Greenwich Village, donde vivía, que se opuso a la construcción de una autopista que cruzaba la parte baja de Manhattan y que implicaban el traslado de muchos comercios y vecinos de la zona. Jacobs participó en todas las protestas, e incluso llegó a ser detenida en alguna ocasión, y al final los vecinos lograron detener el proyecto.

Implicación activa con la comunidad

En 1968, la autora se trasladó a vivir a Toronto por su oposición a la guerra de Vietnam y evitar que sus dos hijos varones fueran llamados a filas. En Canadá también participó en diferentes movimientos sociales y vecinales como forma de implicar a la comunidad en las decisiones que tenían que ver con su entorno.

Poco después de que muriera la divulgadora, sus amigos canadienses pusieron en marcha la iniciativa conocida como El Paseo de Jane Jacobs -Jane Jacobs walk, en inglés- que consiste en organizar una serie de paseos vecinales para que los habitantes de una determinada zona se conozcan, observen y vean lo bueno y malo que hay en su barrio como forma de crear redes comunitarias.

El proyecto es un movimiento que fue creciendo cada año y ahora son numerosos los países donde cada mayo -nació el 4 de ese mes- se organizan los paseos. En España comenzaron en 2010 en Madrid -ahora son ya varias las ciudades donde se desarrollan- y como señala una de sus impulsoras en la capital, Susana Jiménez, “son una forma de potenciar a los colectivos y de convertirnos en vecinos exigentes”.

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