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Sobre este blog

Piedras de papel es un blog en el que un grupo de sociólogos y politólogos tratamos de dar una visión rigurosa sobre las cuestiones de actualidad. Nuestras herramientas son el análisis de datos, los hechos contrastados y los argumentos abiertos a la crítica.

Autores:

Aina Gallego - @ainagallego

Alberto Penadés - @AlbertoPenades

Ferran Martínez i Coma - @fmartinezicoma

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El poder de la banca después de la crisis

Sebastián Lavezzolo

A lo largo de la historia, la intermediación financiera ha demostrado ser una actividad con una enorme capacidad de influencia política. Ya en el siglo XV, la Casa de Medici daba buena muestra de ello gobernando de facto Florencia y colocando hasta tres Papas gracias a su posición monopolística en el negocio bancario con el Vaticano.

Hoy, más interesada en el poder terrenal que en el celestial, la banca mantiene una enorme capacidad de influencia política, pero sus consecuencias ahondan el descrédito del sistema democrático. La debilidad de los gobiernos a la hora de hacer frente a la amenaza de riesgo sistémico (Too Big To Fail), de castigar los abusos cometidos por los bancos (manipulación del Líbor-Euribor, venta de preferentes, etc.), de perseguir el lavado de dinero, o de frenar el drama social de los desahucios, son una pequeña muestra de las consecuencias negativas del predominante poder de la banca.

Pero, como bien sabemos, los últimos cinco años han sido especialmente turbulentos para el sector financiero, sobre todo en nuestro país. Por tanto, cabe preguntarnos cómo se verá afectado el poder de la banca tras estos años de crisis.

En aras de ordenar los argumentos, analizaré cómo podría haber cambiado la capacidad de influencia de la banca a la luz de las que, creo, son las cuatro consecuencias más trascendentes que nos ha dejado la crisis en relación con el sistema financiero: 1) su “despolitización” tras la desaparición de las cajas de ahorros, 2) los cambios en la supervisión, 3) la concentración bancaria, y 4) la creciente deslegitimación social del mundo financiero.

1.

Uno de los cambios más importantes que ha experimentado el sistema financiero español ha sido la desaparición de las cajas de ahorro tal y como las conocíamos. Si bien su encaje jurídico y corporativo en el mercado de crédito ha sido históricamente criticado, no es hasta la actual crisis cuando las cajas se han visto obligadas a crear bancos para poder continuar con su actividad financiera. Esta reconversión suponía, entre otras cosas, el fin de su instrumentalización política y, por ende, un cortocircuito en la connivencia del poder político con el sector financiero. La desconexión entre política y crédito acordadas en el memorándum de entendimiento (MoU), exigían que el nuevo marco regulatorio reduzca la participación accionarial de las cajas en sus bancos a “niveles no mayoritarios”. Pero la presión de algunas entidades ha logrado que –a pesar de reducir la presencia de políticos en las cajas– el anteproyecto de Ley presentado por el Ministerio de Economía sobre este asunto no prohíba el control de las futuras cajas (“fundaciones bancarias”) sobre sus bancos. Es decir, que podrán mantener una participación en el accionariado mayor al 50% aunque con unos costes más elevados e términos de control y supervisión. En este sentido, si bien la desaparición de las antiguas cajas y la reducción de los niveles de “politización” de sus bancos constreñirán los vasos comunicantes entre el poder político y el sector financiero, no los eliminarán.

2.

No cabe duda de que en el futuro los libros de historia económica recogerán entre las principales causas de la crisis la inadecuada política de supervisión del Banco de España antes y durante la crisis. La permisividad en cuanto al elevado nivel de concentración del riesgo en el ladrillo y la fuerte dependencia de los mercados mayoristas para financiarlo en el corto plazo creó una bomba de relojería que los reguladores no pudieron, no quisieron o no supieron cómo desactivar. El clamoroso fallo del supervisor dará como resultado el endurecimiento en las tareas de inspección y vigilancia de las entidades. Algo que, dicho sea de paso, reclamaban hace tiempo los propios inspectores del Banco. En estas líneas caminan algunas de las condiciones del MoU pactado con Bruselas (Medida 14 del Anexo 2) y los primeros pasos dados por el nuevo gobernador. Estos cambios deberían traducirse en una restricción a los márgenes de maniobra de la banca para operar de la manera que lo venía haciendo hasta ahora, así como en una reducción de su programa de máximos respecto a la regulación del sector.

3.

No es difícil percibir que la reestructuración del mercado de crédito ha sido una de las consecuencias más espectaculares de la crisis del sector. El cambio más significativo fue el de las cajas de ahorro que pasaron de ser 46 en diciembre de 2009 a 14 en septiembre de 2012. El proceso de fusiones llevado a cabo para hacer frente a los desequilibrios acumulados en varias de las entidades dio como resultado un aumento considerable de la concentración en el mercado de crédito. Como muestran los datos del Banco Central Europeo (gráfico), la concentración bancaria en España ha alcanzado su máximo histórico tras su reestructuración.

¿Cómo afectará el aumento de la concentración al poder de la banca? En lo que respecta a su capacidad para extraer rentas, es decir, para aumentar sus beneficios a costa de los usuarios de los servicios financieros, la teoría económica nos da una buena idea de lo que pueda suceder. El paradigma de “Estructura-Conducta-Resultados” nos indica que el aumento de la concentración estaría asociado con la colusión de los bancos para pagar menos por los depósitos y cobrar más por los préstamos y las comisiones. Algo bastante intuitivo. No obstante, los economistas son algo escépticos a la hora vincular, sin más, altos niveles de concentración con bajos niveles de competencia. Así, de acuerdo con la teoría de “organización industrial”, nos explican, la representatividad de los índices de concentración como medidas de poder de mercado dependen en gran medida de la contestabilidad del mismo, esto es la capacidad de los competidores para responder a las actuaciones de otros competidores. Por tanto, una mayor concentración no necesariamente significa menos competencia.

Con esta cautela deberíamos matizar la conclusión que cualquiera de nosotros sacaría tras observar la desaparición de numerosas entidades del mercado. No obstante, cualquier análisis riguroso tampoco puede ignorar el hecho de que detrás de la foto de la concentración bancaria a nivel estatal se esconden otras muchas a nivel regional que, tras la reestructuración, muestran provincias con solo una o dos entidades controlando más del 50% o 60% del negocio bancario. En este caso, el bajo nivel de competencia nos obliga a razonar más en términos de un mercado oligopolístico y menos en términos de parámetros de contestabilidad.

Por otro lado, no se nos debe escapar que la concentración bancaria tiene una consecuencia inmediata sobre uno de los productos financieros más rentables en términos políticos: la deuda de los partidos. La capacidad de financiación de los partidos –así como la de muchas administraciones públicas bajo su control – se verá mermada por la reducción de entidades amigas (las cajas). De esta manera, después de la reestructuración, la banca estará en una posición más ventajosa para hacer lobby al poder político.

4.

Una de las consecuencias quizás menos tangibles pero más importantes tras cinco años de crisis es el creciente descontento social en relación a la banca. Según datos de encuesta (Metroscopia), el 88% de los encuestados desaprueba el papel de los bancos durante la crisis y el 91% está de acuerdo con la idea de que “bancos y cajas abusan de la buena fe y falta de conocimientos” de la gente. Estos datos coinciden con el hecho de que los bancos haya aparecido como uno de los “principales problemas de los españoles” en la histórica serie de barómetros del CIS. Los recelos de los ciudadanos con el sistema financiero no sólo descansan en las ingentes sumas de dinero que los contribuyentes han tenido que aportar al sector durante la crisis, sino también sobre su papel en los desahucios o los escándalos financieros a nivel internacional. En este sentido, la creciente deslegitimación social de la banca debería pasarle factura en términos de poder de influencia. O, entras palabras, debería ser más costoso para los partidos políticos atender a las exigencias del sector financiero. La reciente “victoria” de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) al forzar la discusión de la ILP sobre desahucios en el Congreso es una clara muestra de ello.

En definitiva, de las cuatro consecuencias de la crisis relacionadas con el sector financiero analizadas aquí, dos –el endurecimiento de la supervisión y la deslegitimación social – apuntan a una reducción del poder de influencia de la banca; una –la concentración del mercado en un puñado de entidades – juega claramente a su favor; y otra –la despolitización – si bien se presenta como un límite al poder de los bancos, su efecto es ambivalente.

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