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The Guardian en español

El príncipe heredero de Arabia Saudí afirma que devolverá el país al “islam moderado”

El príncipe saudí Mohamed bin Salman.

Martin Chulov

Riad —

El príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohamed bin Salmán, ha prometido devolver el país al “islam moderado” y ha pedido apoyo global para transformar el intransigente reino en una sociedad abierta que fortalezca a sus ciudadanos y atraiga inversores.

En una entrevista con the Guardian, el poderoso heredero al trono saudí ha afirmado que el Estado ultraconservador de los últimos 30 años “no ha sido normal”, y ha echado la culpa a las rígidas doctrinas que han gobernado la sociedad y que surgieron como reacción a la revolución iraní, con la que los líderes posteriores “no supieron tratar”.

Ampliando la idea que presentó en una conferencia de inversiones en la que anunció el lanzamiento de una ambiciosa zona económica independiente de 425.000 millones de euros situada entre Arabia Saudí, Jordania y Egipto, el príncipe afirma: “Somos un país del G20. Una de las mayores economías del mundo. Estamos entre tres continentes. Cambiar a mejor Arabia Saudí supone ayudar a la región y cambiar el mundo. Eso es lo que estamos intentando hacer y esperamos recibir el apoyo de todos”.

“Lo que ha pasado en los últimos 30 años no tiene que ver con Arabia Saudí. Lo que ha pasado en la región en los últimos 30 años tampoco tiene que ver con Oriente Medio. Tras la revolución iraní de 1979, la gente quería copiar este modelo en diferentes países, uno de ellos era Arabia Saudí. No supimos cómo afrontarlo y el problema se expandió por todo el mundo. Ahora es el momento de deshacerse de ello”.

Antes, el príncipe Bin Salmán había dicho: “Simplemente estamos volviendo a lo que éramos, un islam moderado abierto al mundo y a todas las religiones. El 70% de los saudíes es más joven de 30 años. Honestamente, no desperdiciaremos otros 30 años de nuestra vida combatiendo ideas extremistas, las destruiremos ahora y de forma inmediata”.

Los comentarios del príncipe heredero son los más contundentes que ha hecho durante el actual programa de reformas de seis meses que ha puesto sobre la mesa cambios culturales e incentivos económicos inimaginables en las últimas décadas, durante las cuales se ha acusado al reino de promover una rama del islam que apoya el extremismo.

Estos comentarios llegan en un contexto en el que el heredero del monarca intenta consolidar su autoridad, dejando a un lado a los clérigos que él cree que no le han apoyado y pidiendo lealtad ciega a los destacados miembros del Gobierno a los que ha confiado un programa de reformas de 15 años que pretende revisar la mayoría de los aspectos de la vida en Arabia Saudí.

Un aspecto clave de las reformas ha sido la ruptura de una alianza entre los clérigos más radicales que desde hace tiempo definen el carácter nacional y la Casa de Saud, que ha dirigido los asuntos políticos. Los cambios han abordado frontalmente tabúes sociales como la recientemente anulada prohibición a las mujeres para conducir. También se han limitado las leyes de custodia que restringen el papel de la mujer y se ha creado un centro islámico con el objetivo de certificar el mensaje del profeta Mahoma.

Cambios económicos

La escala y el alcance de las reformas no tienen precedentes en la historia moderna del país, pero existen preocupaciones de que los sectores más conservadores se opongan a lo que en la práctica es una revolución cultural, y de que el reino no tenga la capacidad de llevar hasta el final sus ambiciones económicas.

La nueva zona económica se establecerá a 470 kilómetros de la costa del Mar Rojo, en una zona turística que se ha reservado como un enclave liberal parecido a Dubai, donde hombres y mujeres pueden bañarse juntos.

En el centro de los esfuerzos de Arabia Saudí está acabar con la dependencia casi total del petróleo y convertir el país en una economía abierta y diversa. Pero existen algunos obstáculos: una arraigada falta de ética del trabajo, un ambiente de regulaciones paralizantes y un rechazo general al cambio.

“La transformación económica es importante, pero es igual de importante la transformación social”, sostiene uno de los principales empresarios del país. “No puedes lograr uno sin el otro. La rapidez de la transformación social es fundamental. Tiene que ser controlable”.

El alcohol, los cines y los teatros siguen prohibidos en el reino y las relaciones entre hombres y mujeres sin parentesco siguen sin estar permitidas. Sin embargo, Arabia Saudí, una monarquía absoluta, ha cortado las alas a la temida policía religiosa, que ya no tiene poder para detener y que parece estar adaptándose al nuevo régimen.

Económicamente, Arabia Saudí necesitará inmensos recursos si quiere tener éxito a la hora de poner a su economía en una nueva posición y los mandatarios del país creen que no conseguirán generar inversiones estratégicas si no ponen sobre la mesa amplias reformas sociales.

El príncipe Mohamed ha repetido una y otra vez que si no se crea un nuevo contrato social entre el ciudadano y el Estado, la recuperación económica fracasará. “Se trata de dar a los niños una vida social”, indica un destacado miembro de la realeza saudí. “Tienen que tener un entretenimiento. Están aburridos y resentidos. Una mujer tiene que poder conducir al trabajo. Sin eso, estamos perdidos. Todo el mundo lo sabe, excepto la gente de pequeños pueblos. Pero aprenderán”, añade.

En los próximos 10 años, es probable que entren al mercado laboral al menos cinco millones de saudíes, planteando un gran problema a los miembros del Gobierno que actualmente no tienen trabajos que ofrecerles ni planes tangibles para generar empleo.

Se espera que la zona económica se complete para 2025 –cinco años antes del actual límite al programa de reformas– y, según sus creadores, estará alimentada por energía solar y eólica. El inmenso fondo soberano del país servirá de apoyo fundamental a esta zona independiente. Actualmente administra 195.000 millones de euros. La venta del 5% de la empresa más grande del mundo, Aramco, probablemente aumente ese fondo en varios centenares de miles de millones más.

Traducido por Javier Biosca Azcoiti

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