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¿Para qué cambiar? No se puede estar mejor

La cúpula de Podemos, diana en discursos y tertulias políticas. Foto. Marta Jara

Rosa María Artal

A quién se le ocurre pensar en votar a Podemos. Se pueden ir al traste planes ya apañados y hasta el mapa electoral. Cierto que las mermas han destruido nuestro sistema de vida como acreditan estudios internacionales. Y que, al mismo tiempo, nos han mentido, manipulado, y saqueado las arcas del Estado. Pero llegar al punto de no votar la alternancia de toda la vida (salvo dictaduras) o, al menos, partidos tradicionales que saben lo que hacen aunque estén a la greña, es pasarse. Se protesta en Internet, se insulta a los del equipo contrario en los encuentros televisados de los sábados por la noche, se grita en la cola de la frutería: “tiraré las papeletas al aire y la que salga… porque todos son iguales”, y ya está.

Pero la gente estaba muy harta, ha pasado y había que ponerle remedio. Hace poco más de un año, surge un partido que aglutina el descontento, las ansias de cambio de miles de personas y que llega a despertar esperanzas: Podemos. Intolerable. Quienes velan por los ciudadanos, con amor y entrega inmensos, no podían consentirlo. Dedicación intensiva, horas extra de trabajo, despliegue de medios, para hacernos reflexionar y entender que estamos mejor como estamos.

¿Todavía alguien lo duda? El BCE, Banco Central Europeo, ha dado una respuesta de enmarcar a otro pueblo descarriado como es el griego. El de Syriza. El anterior del conservador Samarás y sus apoyos socialistas, era estupendo. Como sería de fiable que la propia empresa que presidía para Europa el amigo Mario Draghi –hoy al frente del BCE-, Goldman Sachs, les ayudó a hacer trampas contables para converger con Europa. Ahora, Draghi rechaza la ley del gobierno de Tsipras para impedir los desahucios de primera vivienda. ¿Y por qué? Porque “es un riesgo moral” y “socava la cultura del pago”.

“La cultura del pago” ¡gran concepto! rige para los ciudadanos, pero no tanto para los bancos que han recibido millones de euros de dinero público. Ni para muchas empresas. Aquí en España nos cuidamos de que las constructoras de autopistas deficitarias sufraguen sus pérdidas con nuestros impuestos. Por no hablar del amigo del palco del Bernabeu, a quien se le paga hasta para que detenga la producción de terremotos en el fiasco del Castor. Podemos seguir por las eléctricas o por el generoso trato fiscal a las compañías del IBEX. Actitudes positivas para la economía. Tanto como echar a personas de sus casas en virtud de “la cultura del pago”. Contribuye a ese refuerzo moral que necesitamos.

Tsipras anda desafiando todos los días -ora a la UE, ora a Alemania- porque el muy desvergonzado pretende paliar la “crisis humanitaria” de los griegos –que él no causó- pese al veto de sus socios europeos. Nuestros gobernantes prefieren, al parecer, que se sigan muriendo por las esquinas con tal de tener a los bancos, empresas y gentes apropiadas bien contentos.

Y es que en España llevábamos un camino parecido. Unos profesores queriendo liderar un partido de cambio. Profesores, de los que usan la cabeza para pensar y enseñan a practicar ese pernicioso ejercicio. Menos mal que, los que saben, han estado prestos al quite. Desde todos los ángulos además.

Si un extraterrestre llegara a nuestro planeta, recalando en España, y observara las tertulias y medios escritos, se preguntaría –tanto por el gesto como por las palabras- quiénes son esos Iglesias, Errejón, Bencansa o Monedero. Qué daño han hecho a los pobres españoles para que todo gire en torno a ellos, se escudriñe cada uno de sus pasos y se magnifique y minimice cuanto hacen, no hacen, dicen y no dicen. Con seguridad tienen defectos pero ¿tantos como para ser el plato fuerte de todos los discursos y tertulias políticas?

Esa jauría de periodistas, de mirada bronca o gesto despreciativo, que les acorrala –se dirá el extraterrestre- debe tener motivos de altura para olvidar el espíritu del periodismo: criticar al poder, no defenderlo de quien legítimamente se lo disputa en las urnas y utilizando para su estrategia la ley del embudo. Aunque aún se sorprenderá más cuando vea a muchos de ellos (o a algunos de sus colegas y subordinados) tomar notas disciplinadas frente a un plasma donde habla un señor que dice ser el presidente del gobierno. Bien es cierto que sale caro no atenerse al guión vigente y, entre las víctimas, hay hasta periodistas que han tenido que cruzar el Atlántico.

Alguien debería contarle al extraterrestre que Podemos (y otros movimientos ciudadanos como el que lidera Ada Colau), simplemente y como pedía una parte de la sociedad, cambió la forma de hacer política e hizo moverse al resto de los partidos.

Si es un ser sensible, como ET, se deprimirá al contemplar un trato tan injusto y sesgado. Si es “anormal”, de los que gustan de razonar, se irá enterando de que el señor del plasma -y no Pablo Iglesias- preside también un partido al que un juez acredita 18 años de financiación ilegal e imputa a 3 de sus 4 tesoreros y que no es acribillado por la prensa de la mañana a la noche. Y verá la vida que llevan los jueces que se meten donde no conviene. Que las listas electorales siguen teniendo imputados. Que se “regala” el suelo para hacer centros comerciales con spa mientras uno de cada 3 niños en España vive en la pobreza. Que a quien protesta le cae la Mordaza hecha leyes y códigos recién paridos. Leerá que el PP se apoya para ganar en la economía y la recuperación cuando acabamos de saber que hemos pagado en 2014 los mayores impuestos en dos décadas, nos han recortado todos los servicios públicos y aún así el gobierno ha elevado la deuda en 30 puntos, hasta el billón de euros. Y contemplará el acoso al cambio real, y la inducción a seguir igual. Y pedirá regresar a su constelación por vía urgente.

Aun pasados los datos de las encuestas por la cocina, y sin despreciar el trabajo de las cuadrillas de enterradores que surgen cada día, el muerto está bastante vivo; muchos quisieran su vitalidad. Aún. La gota malaya suele ser eficaz a la larga. Al punto de seguir suscitando temor. Lo más divertido de la encuesta de El País para Metroscopia de este domingo, decretando estancamiento y pérdidas de un Podemos al que tanto se ha resistido a titular como más votado, es cuando escribe: “El partido de Pablo Iglesias pierde apoyos por la izquierda a favor del PSOE”. Eso sí que es desafiar la lógica. Y la gravedad. Porque un partido que recoge votos “por la izquierda” de otro que dicen es de ultra-suprema-extrema-izquierda-radical ¿dónde se queda?

Quienes tanto nos quieren y se preocupan de nuestro bienestar han respirado un punto aliviados al ver los resultados en Andalucía. Porque ha colado que el PSOE ganó votos, Podemos se desinfla, y sobre todo que los 9 diputados de Ciudadanos son como 90 en espíritu. Y es que -cuando la gente insensata se decantaba masivamente por Podemos- irrumpió él, Albert Rivera, el abogado de La Caixa, el Príncipe del IBEX, el gemelo de Santo Domingo Savio, salvo porque no le parece sostenible la sanidad para todos y eso, además de muy de derechas y muy ciego en términos de salud pública, no es propio de santos. Unas propuestas neoliberales de manual y andando. Ni de encargo, encuentra el poder de siempre un candidato más oportuno.

“¿Cambiar para qué, hacia dónde?” advirtió –leo textualmente- el hombre que hoy es en España el prototipo de “los humanos normales”. Es decir, Mariano Rajoy, repartidor de normalidades, registros privatizados y lo que se tercie. Es bueno que nos adviertan, para no perdernos en desatinos.

Cuatro años después de afilada tijera, destrozos, insolencia e involución, injusticias, cultura del pago (selectivo) y corrupción, podemos encontrarnos con que las urnas lo dejen todo igual. Con poco más que reformas estéticas. La cuerda se estiró tanto, tanto, que se rompió. Pero ellos saben qué hacer: un bonito lazo para adornar la idea de que no hay nada mejor que estar como estamos, que estar como están ellos.

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