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Y seguimos echando las puñeteras toallitas al váter

El "monstruo de toallitas" de 350 kilos que desbordó un colector en Murcia

José Luis Gallego

Hay problemas relacionados con el deterioro del medio ambiente que nos inquietan pero nos parecen lejanos, que superan nuestro radio de acción y no nos movilizan. La deforestación del Amazonas, el deshielo del Ártico, la pérdida de biodiversidad, el agotamiento de los mares. ¿Qué puedo hacer yo contra todo eso? Nos preocupamos un instante, y seguimos a lo nuestro.

Pero, aunque tardaríamos poco en demostrar la estrecha relación entre nuestros hábitos de consumo y los graves problemas que aquejan al planeta, en este apunte quiero recuperar un tema mucho más doméstico, un problema que tratamos aquí hace unos meses y que cada día es más grave. Me refiero a las famosas toallitas húmedas y la maldita costumbre de tirarlas por el váter.

La semana pasada volvimos a asistir al desagradable espectáculo del desbordamiento de un colector de aguas fecales colapsado por un enorme tapón de toallitas húmedas. Las imágenes del incidente, recogidas por los medios de comunicación y las redes sociales, mostraban un enorme amasijo de 350 kilos de toallitas emergiendo de las alcantarillas como un monstruo mugriento que inundó de aguas fecales la carretera del aeropuerto en San Javier (Murcia).

Hay que ponerse en la piel de los operarios que echaron la jornada entera en desatascar el colector y retirar el cenagal de la carretera. Hay que ponerse en la piel de los responsables de la empresa de gestión de aguas (Hidrogea) que tuvieron que movilizar a todos sus efectivos disponibles con la maquinaria necesaria para desobstruir la canalización y atajar el vertido.

Hay que ponerse en la piel de los responsables municipales que este mismo verano han llevado a cabo una campaña de concienciación ciudadana para pedir a la gente que deje de echar toallitas húmedas por el váter

¿Qué más podemos hacer?, deberán estar pensando en San Javier. Hemos forrado los escaparates de los comercios con carteles, hemos repartido miles de folletos a los vecinos, hemos hablado de ello en los medios de comunicación local, en las redes sociales, hay pegatinas por todas partes alertando sobre la gravedad del problema y sin embargo la gente sigue pasando de todo.

Porque 350 kilos de toallitas húmedas son miles de toallitas, es decir: miles de ciudadanos echándolas por el váter. Miles de personas que creen que, como nadie les ve en la intimidad del lavabo, como no queda registrado en ninguna parte, pueden seguir deshaciéndose de ellas así, tirando de la cadena. Además -argumentarán muchos de ellos- la culpa es del fabricante porque lo pone en el envase. Y no. Como señalamos aquí hace unos meses esa no es excusa.

No importa lo que ponga en el maldito envase, es igual que la empresa de las toallitas siga mintiéndonos a todos y llevándonos a engaño al decir que son biodegradables: porque todos sabemos a estas alturas que eso es mentira. Es muy simple de entender caramba: NO HAY QUE ECHAR LAS TOALLITAS POR EL VÁTER. Diga lo que diga el envasador. Nunca: ninguna.

Cuando uno ve crecer problemas tan graves a partir de gestos tan irresponsables cae en la desesperación. Cae en la cuenta de lo desesperante que resulta dedicarse a promover la participación ciudadana en el cuidado del medio ambiente en este país.

Porque si no somos capaces de hacer un gesto tan simple como el de echar la toallita usada a la papelera en lugar de tirarla al váter ¿Cómo vamos a solicitar mayores sacrificios por parte de todos? Bueno, pues a pesar de todo seguiremos intentándolo.

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