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Ciudadano Del Bosque versus Rubén Castro

Jordi Évole entrevistó a Vicente del Bosque en su último programa

María Iglesias

Todos condenamos la violencia de género. Me refiero a en público y teóricamente. Es difícil encontrar quien argumente que el maltrato a una mujer por su compañero, marido, novio, está justificado, eso que se decía no hace tanto de que “ella se lo habrá buscado”. Las noticias de asesinatos no se acompañan ya del fatídico sintagma de “crimen pasional”. De alguna manera, el torrente de siniestros atentados perpetrados por hombres contra mujeres ha tenido como consecuencia que sea políticamente incorrecto justificar en modo alguno el ejercicio de la fuerza del varón sobre la fémina.

Lo que no impide que los feminicidios en España sigan alcanzando cifras escalofriantes y que los estudios continúen alertando de que las nuevas generaciones reproducen patrones de dominación-sumisión que, si no lo remediamos, acabarán alimentando la orgía de dolor y muerte por décadas.

Pero es que el machismo es un virus del cuerpo social tan maligno e intenso como sutil y esquivo. Esquivo a la detección -en sus formas más refinadas y disimuladas- y por tanto a su tratamiento y erradicación. Son siglos de mutación para adaptarse al medio. La cepa es muy compleja. Cambia para que nada cambie y avanzar.

En días recientes se ha dado ante nuestros ojos un ejemplo de esto: el martes 28 de mayo fue detenido, acusado de ejercer violencia contra su novia el jugador de fútbol del Betis Rubén Castro. Como medida cautelar se ha dictado orden de alejamiento de trescientos metros respecto a la denunciante. Y la reacción unánime de los compañeros de trabajo de Castro, futbolistas, directivos, entrenador ha sido de respaldo a él.

Empiezo por afirmar el derecho a la presunción de inocencia que asiste al deportista, como a cualquier otro ciudadano. Sigo comprendiendo el corporativismo/gregarismo que es propio a nuestra especie y el egoísmo que nos es también inherente y que puede hacer que un colectivo considere un acontecimiento como la detención de un miembro de la plantilla, desestabilizador para el objetivo común de acabar bien la liga y volver a la competición europea. Defiendo en tercer lugar, y por supuesto -por supuesto para mí, convencida del Estado de Derecho- que la defensa es derecho fundamental de todo acusado, incluso culpable, y que pueden aportarse pruebas eximentes y atenuantes; hasta que es legítimo mentir -como contempla nuestro ordenamiento- para salvarse. Dicho todo lo cual, he echado de menos, y aún aguardo, palabras de los responsables del club verdiblanco en el sentido de que, esperando como esperan que se demuestre la inocencia de Rubén Castro, condenan cualquier forma de violencia ejercida contra las mujeres y si se probara el maltrato, esta conducta impresentable e injustificable acarrearía consecuencias serias para el condenado.

¿Van a esperar al final del procedimiento judicial para pronunciarse así? ¿Por qué? No lo veo correcto. Por supuesto hay que evitar juicios paralelos, pero no tiene que aguardarse un día, un minuto, un segundo a poner el punto sobre la i. Para empezar, por dignidad. No de las mujeres, sino del conjunto de la sociedad que los hombres y mujeres, cívicos, sevillanos, andaluces y españoles formamos. Somos mayoría quienes articulamos una convivencia, más allá de armónica, placentera entre géneros. Que no nos confundan con los intolerantes y violentos. Que no se confunda a las personas que como trabajadores, directivos o seguidores de ese club futbolístico están vinculados laboral y afectivamente al mismo con quienes justifican, hacen la vista gorda o se lavan las manos ante un ejercicio de fuerza, incluso un tortazo en plena calle, solitario. No prejuzgaría nada posicionarse inequívocamente en contra de la violencia hacia las mujeres.

El caso de Rubén Castro ha saltado a la palestra en las mismas fechas en que el seleccionador nacional de fútbol, Vicente del Bosque, ha sido entrevistado por Jordi Évole para el último capítulo de la temporada de su exitoso programa Salvados (la Sexta). Del Bosque, ese hombre que fue despedido por el Real Madrid tras ganar la liga 02/03 (en total, en cuatro años hizo ganar al Madrid dos ligas y dos Champions) porque no tenía la apostura de un entrenador portugués muy elegante él, morenazo de ojos verdes -recuerdo- pero cuyo nombre he olvidado y no voy ni a buscarlo en Internet, pues en sí mismo el lapsus me parece significativo (no habrá ganado muchos títulos, no la Eurocopa o el mundial que el ex jugador de fútbol salmantino ha conseguido al fin para un país tan futbolero como el nuestro). En la entrevista de La Sexta, a propósito de los recortes en materia de asistencia a las personas con dependencia, Del Bosque -padre de un joven con síndrome de Down- aseguró que tiene que haber otras partidas de las que recortar, otras medidas que tomar y se permitió apuntar la subida de impuestos a aquellos con mayor renta. “¿A usted no le importaría pagar más?” -preguntó Évole. “A mí no me importaría, desde luego que no” -respondió el seleccionador (07’17“).

Huyamos del forofismo balompédico como de estereotipados prejuicios. Entre la gente de fútbol (jugadores, entrenadores, directivos, periodistas) hay quienes leen y hasta escriben libros y auténticos cenutrios. Pero que tire la primera piedra quien al alzar los ojos del ordenador, sea cual sea su profesión, no tenga cenutrio a la vista. A los miembros del gremio del fútbol no hay que pedirles excelencias intelectuales; con que cumplan con su trabajo es bastante. Ahora bien, también tienen que asumir -¡faltaría más!- las responsabilidades cívicas que nos obligan a los demás mortales. Básicamente contribuir a la convivencia. En ese sentido, si Rubén Castro como ciudadano no está a la altura de Del Bosque, cabe exigir al Betis que lo esté como entidad. Por respeto y en representación de su masa social.

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