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Votar a los corruptos
España lleva casi cincuenta años de democracia y el bipartidismo conserva casi intacta su hegemonía, así que, de manera ingenua, en las últimas semanas esperaba que algunos de los muchísimos análisis sobre la última trama mafiosa del PSOE abordaran la siguiente pregunta: ¿por qué los votantes siguen escogiendo partidos corruptos?
Ahora, por lo visto, lo que toca es fingir sorpresa por enésima vez, como si en el último medio siglo las mismas empresas no llevaran ofreciendo las mismas mordidas a los mismos partidos y, aun así, concurriendo a las mismas licitaciones, legislatura tras legislatura. Tenemos que escuchar otra vez el cansino cuento de las empresas corruptoras, los políticos corrompidos y las manzanas podridas. Esa fantasía podía colar hace décadas, pero hoy, cuando ningún gobierno ha hecho nada relevante para modificar la ley de contrataciones públicas, solo añade más y más hipocresía. ¿Quieres acabar con la corrupción? Pues empieza por modificar las leyes que la facilitan. Eso sí es regeneración democrática, y resulta mucho más eficaz que salir cariacontecido en rueda de prensa.
El historial criminal del PP y el PSOE alcanza tales cotas que su credibilidad parecería irrisoria. Entre todos los presidentes elegidos en democracia solo a Zapatero le cabe el supuesto honor de no haber albergado tramas corruptas… pero solo hasta cierto punto. Los favores que el PSOE le debe a la banca más sucia son tan notorios que, cuando Zapatero ya solo ejercía como presidente en funciones, firmó sin dudarlo el que sería su último gesto en política: el indulto a Alfredo Sáez. Era el consejero delegado del Banco Santander, y estaba condenado a varios meses de arresto e inhabilitación por una denuncia falsa para cobrar en los años noventa un crédito de 600 millones de pesetas a empresarios catalanes. Zapatero quería enviar un mensaje prístino a los delincuentes amigos de la banca, así que con ese indulto se adelantó in extremis a Rajoy, que estaba a punto de asumir la presidencia del gobierno. La medida fue tan descaradamente corrupta (la corrupción no es solo cuestión de mordidas) que años después, con la velocidad que caracteriza a nuestra Justicia, el Tribunal Supremo la tuvo que anular. No está de más recordar que, precisamente, a Rodríguez Zapatero le cayó encima un 15M al grito de “PP, PSOE, la misma mierda es”, por si alguien lo tiene olvidado.
De los de la trama de “la colombiana nueva” pasaremos en las próximas elecciones a los del “volquete de putas”, y volveremos a tener más ruedas de prensa con presidentes cariacontecidos, declaraciones de “y tú más” y votantes preguntándose cómo ha podido pasar esto
Aun así, aquí no pasa nada. De los de la trama de “la colombiana nueva” pasaremos en las próximas elecciones a los del “volquete de putas”, y volveremos a tener más ruedas de prensa con presidentes cariacontecidos, declaraciones de “y tú más” y votantes preguntándose cómo ha podido pasar esto. Ha podido pasar, entre otros motivos, porque votas a partidos estructuralmente corruptos, no tiene mucho misterio la cosa. Tan estructural es esta última trama, por cierto, que ya sabemos que venía operando incluso antes de la primera presidencia de Sánchez, el de la regeneración democrática que en cuanto tomara el poder iba a derogar la Ley Mordaza.
A estas alturas ya conocemos de sobra cómo opera el gobierno de Sánchez ante los problemas sistémicos que asolan el país: con parches, siempre en la superficie. Lo vemos día a día con el ministerio ornamental de la vivienda, con las tibias medidas de Interior contra la mafia policial y judicial, con el famoso informe que iba a aclarar, con “total transparencia”, las causas del apagón, pero al que finalmente se le ha tachado el nombre de sus causantes, no vaya a ser que toquemos otro pilar sistémico igualmente podrido, el del mercado energético. Ahora, el presidente anuncia sanciones millonarias a las constructoras corruptoras, que las pagarán sin mucho pataleo, sabedoras de que más pronto que tarde se les adjudicará nueva obra pública.
Y lo saben porque tienen la certeza de que, en el fondo, a millones de personas nada de esto les parece demasiado grave. Total, la misma mierda es. Eso sí, mierda aforada.
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