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Granada un año después del enjambre sísmico “interminable” de los 1.000 terremotos en una semana

Bomberos actúan en un edificio dañado en Santa Fe tras varios nuevos terremotos.

Álvaro López

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El 23 de enero de 2021 tembló la tierra en Santa Fe (Granada) como no lo hacía desde 1984. Un terremoto de 4,4 mbLg sobresaltó a los lugareños y se dejó sentir en Granada capital y su área metropolitana con una intensidad que no se vivía por esta zona en cuatro décadas. Aquel solo fue el comienzo de unas semanas de sobresalto para el medio millón de vecinos que vivieron con incertidumbre cada mínimo movimiento y cualquier sonido que pudiese anticipar la llegada de un nuevo terremoto. La provincia granadina, uno de los lugares de la península Ibérica más activa sísmicamente, volvería a temblar más de mil veces en los días siguientes.

Un año después, la tranquilidad ha regresado a Granada. Santa Fe, el municipio más afectados por los seísmos por ser epicentro de los mismos, respira otro aire. Aunque los vecinos aún guardan en la memoria cómo los seísmos les hicieron cambiar su rutina, la sensación de calma le ha ganado el terreno al estrés con el que se vivieron los meses de enero y febrero de 2021.

El pueblo sigue haciendo balance de los daños en el aniversario del comienzo de un concepto que aprendieron hace 12 meses: enjambre sísmico. Las reformas de lugares municipales como el propio Ayuntamiento o el mercado de abastos cuentan ya con financiación a través fondos europeos EDUSI y de la Junta de Andalucía. En total, la inversión ronda los 2,3 millones de euros para adecentar estos inmuebles, aunque desde el Consistorio confían en lograr más dinero de la Junta de Andalucía. La Iglesia Parroquial de la Encarnación, que se dañó durante los seísmos, ya ha recibido el visto bueno de la Consejería de Cultura y podrá remodelarse con los fondos propios de la curia.

Sí habrá que esperar más tiempo para que los arcos dañados durante los terremotos en el casco histórico del municipio puedan remodelarse. Según el alcalde, Manuel Gil, aún están pendientes de de actuación. Pero en lo que concierte al día a día de Santa Fe, el panorama ha cambiado mucho. “Anímicamente no tiene nada que ver. Todo el mundo está mucho más tranquilo. Fueron momentos complicados”, explica el regidor a elDiario.es Andalucía. “Ahora mismo estamos en un proceso de reconstrucción. Estamos encauzando las ayudas que aún quedan. Aún queda dinero por llegar”. 

En cifras, el Consorcio de Compensación de Seguros ya ha inyectado 3 millones de euros en Santa Fe y 16 millones de euros en el total de municipios que sufrieron algún desperfecto por los terremotos. El Ejecutivo central también abrió una línea de ayudas extraordinarias para subvencionar el 50% de los desperfectos que hayan sufrido los edificios a la que, en el caso de este municipio, se han adherido ya 70 familias. En todo caso, para el alcalde, se trata de una ayuda que “no es suficiente porque hay muchas familias que no tienen dinero para arreglar los daños en sus inmuebles”. Como en el caso de los edificios municipales, el Ayuntamiento también está negociando con la Junta de Andalucía la obtención de recursos extra.

Al mismo tiempo, tras el análisis de algunos inmuebles, el Consistorio los ha declarado en ruina y se demolerán, aunque en estos casos se trataba de construcciones que ya estaban dañadas previamente a los terremotos. Eso sí, Santa Fe trata ya de mirar al futuro con optimismo, olvidando la brecha física y psicológica que dejó el enjambre sísmico de hace un año.

Más sensibilizados

En el caso de Atarfe, la otra localidad que más daños reportó por los terremotos, la vida también ha vuelto a ser la que era antes de aquellos episodios. “Después de un año, la gente ha vuelto a la normalidad. El agobio que había antes por la frecuencia de los movimientos sísmicos ya no está. Yo también lo padecía. La gente está más sensibilizada de que estamos en una zona más activa a nivel sísmico”, explica Pedro Martínez, alcalde de este municipio próximo a Granada capital. Cuenta también que hubo una cierta psicosis que ya se ha superado y que algunos de los vecinos que se marcharon por miedo han acabado regresando. Como aprendizaje de lo vivido, “se han hecho cursos de Protección Civil junto con la Junta de Andalucía para actuar en casos de como estos”

“Hubo gente, sobre todo mayor, con segundas viviendas, que se marcharon a la costa y que ahora han vuelto”. Están de nuevo en una localidad que desde el primer momento abrió una oficina para canalizar las peticiones de los vecinos para solventar daños en sus casas. Según el regidor, estas ya están resueltas casi al 100%, aunque en el Consorcio de Compensación de Seguros aún se siguen recibiendo algunas solicitudes. Por otro lado, las dependencias municipales dañadas, como la piscina y algunos colegios, ya han sido reparadas. “En la Plaza de Toros se ha apuntalado algún falso techo y se fijará con más fuerza”. En total, la inversión está alrededor de los 400.000 euros.

Un “enjambre que no se puede dar por finalizado”

Un año después, desde el punto de vista científico, hay cuestiones que se deben tener en cuenta. Por ejemplo, según explica Nahúm Méndez, geólogo y experto en terremotos, “pese a que la actividad sísmica ha disminuido muchísimo con respecto a los máximos del enjambre, todavía siguen ocurriendo terremotos en la zona con cierta regularidad -cinco en el último mes-, y habrá que estudiar esa sismicidad con detalle para descartar su relación con el enjambre que comenzó en diciembre de 2020”. Como matiza, la geología terrestre no es una materia que se pueda reducir a la medición del tiempo que hace el ser humano. “No podemos olvidar que los enjambres pueden durar semanas, meses o incluso años y a veces puede haber pausas con periodos de menor actividad, por lo que hay que ser cautos a este respecto”.

Lo que sí se puede determinar es que aquel enjambre sísmico, que aún no se puede dar por finalizado, ha provocado cambios en diferentes ámbitos. “Hay algún estudio preliminar que afirma que ha habido cambios en el terreno, pero son cambios prácticamente imperceptibles por el ser humano y que se observan gracias a distintas técnicas instrumentales que nos permiten con gran detalle analizar la superficie de la Tierra con un mayor detalle que el que nos pueden dar nuestros ojos”. En todo caso, como Granada es una de las zonas más activas en cuanto a terremotos de la península los informes que se siguen haciendo a día de hoy sobre los episodios del año pasado tienen cierta complejidad. “Habrá que evaluar cuáles han sido las causas de este enjambre sísmico en concreto, pero no podemos olvidar que el sureste de la península es un lugar sísmicamente activo y que ha sufrido terremotos significativos a lo largo de la historia como consecuencia de la tectónica de placas”.

Todo empezó un 23 de enero

Tal fue la intensidad de los terremotos, sobre todo al producirse con tanta asiduidad, que hubo personas que se marcharon el tiempo que pudieron de Santa Fe y de los municipios colindantes, incluida Granada capital, a pesar de que la pandemia de la Covid-19 llevó a la Junta de Andalucía a establecer cierres perimetrales en los pueblos y en las ciudades. En aquellos días, no se vigiló esa circunstancia ante el temor de nuevas réplicas.

Desde el sábado 23 de enero de 2021, los terremotos fueron el tema más comentado a pie de calle. Los granadinos desarrollaron incluso una sensibilidad especial para apreciarlos a través del sonido previo al movimiento. Aunque, como explican los expertos, la actividad sísmica de la cuenca sobre la que se asienta Granada y su área metropolitana suele registrar movimientos con cierta asiduidad, los terremotos de aquellos días no tenían un referente próximo en el tiempo. El recuerdo más cercano llevaba a muchos vecinos a recordar el verano de 1979 en el que se registraron varios seísmos de entre 3 y 4 mbLg en la misma zona. Entonces, los aparatos de medición no eran tan precisos y es posible que también se superasen los 1.000 movimientos telúricos, pero estos no quedaron registrados.

Aquel primer terremoto de Santa Fe provocó la ruptura de parte de uno de los arcos de la ciudad y el falso techo de un colegio colapsó a pocos metros de este punto. También a pocos kilómetros de allí, el municipio de Atarfe reportó numerosos daños en un centenar de domicilios e incluso uno de sus vecinos resultó herido leve al caerle casquetes de su propia vivienda. La escasa profundidad del seísmo, situada a menos de 5 kilómetros bajo la superficie, hizo que la magnitud y la inestabilidad del terreno se diesen la mano para que la intensidad alcanzase el nivel V-VI que se considera entre “poco fuerte” y “fuerte”. Los testigos de aquel primer terremoto aseguran que se escuchó un ruido estruendoso y que el movimiento de las viviendas fue sumamente brusco.

El terremoto de Santa Fe solo llamó la atención en ese momento y días después para hacer recuento de los daños, pese a que la tierra seguía temblando con menor intensidad, algo habitual en este tipo de episodios. Lo que pocos esperaban es lo que iba a suceder en la noche del 26 de enero. Poco antes de las once de la noche se reprodujeron tres terremotos consecutivos de más de 4 mbLg, de nuevo con epicentro en Santa Fe. Algo que puso en tensión a toda la población de Granada y el área metropolitana. Las escenas que se vivieron en algunos lugares fueron de auténtico pánico y algunos vecinos decidieron salir a la calle para superar el miedo. Los terremotos fueron tan sonados que la Junta de Andalucía se vio obligada a activar un protocolo antisísmico que mantendría activo durante varias semanas.

Un plan “ya elaborado”

Aquellos seísmos dañaron aún más las estructuras más débiles de Santa Fe y fue entonces cuando aprendimos la expresión enjambre sísmico. Expertos del Instituto Geográfico Nacional (IGN) como Juan Cantavella bautizaron al episodio que estaba viviendo Granada con esa denominación porque, efectivamente, se estaban produciendo muchos seísmos de similares magnitudes y en las mismas fallas lo que en terminología técnica se conoce de dicha forma. De hecho, aquellos primeros informes no descartaban que el enjambre hubiese comenzado con el seísmo que hubo a principios de diciembre de 2020 y que también fue percibido mayoritariamente por la población. Aquellos terremotos también dañaron parte del patrimonio histórico de la capital como dos pináculos de la Catedral de Granada que colapsaron y varias almenas de la Torre de las Gallinas en la Alhambra.Con el paso de los días, los movimientos bajo tierra no cesaron, pero fueron a menos, lo que permitió hacer un recuento de los daños y analizar las posibles soluciones de cara a episodios futuros.

“Esta zona acomoda la convergencia entre las placas Euroasiática y Nubia, que genera grandes tensiones en las rocas de la corteza terrestre y que muchas veces se liberan ocasionando los terremotos que sentimos”, recuerda Nahúm Méndez. Por eso, este lugar de la geografía española también cuenta con equipos de emergencias especialmente preparados para estos episodios. Los bomberos de Granada mantienen un protocolo especial que completa el que tiene la Junta de Andalucía. Gustavo Molino, jefe del cuerpo, explica que “dentro del servicio de prevención y extinción de incendios y Salvamento de Granada (SPEIS) en el año 2016 se presentó el plan municipal especial de riesgo sísmico PLAMSIGRA, el cual, desde el propio Ayuntamiento de Granada se ha ido actualizando y trabajando en el sentido de que todos los actores y organismos que deben de actuar en caso de sismo, lo conozcan”.

“En 2021 estaba programado otro simulacro general de activación del plan, y en este caso, el simulacro fue totalmente real. A raíz de los terremotos ocurridos en Granada y varios Municipios del Área metropolitana, se llegó a activar el plan en su ámbito local, movilizando a través del servicio local de protección civil del Ayuntamiento de Granada a técnicos municipales, técnicos de Diputación de Granada, técnicos voluntarios del Colegio de Arquitectos Técnicos de Granada, técnicos voluntarios del Ayuntamiento de Málaga y técnicos municipales de los municipios afectados. Gracias a su trabajo se pudieron realizar más de 160 inspecciones en un solo día”. Humildemente, Gustavo Molino considera que sus funciones entonces se limitaron a poner en marcha un plan “ya elaborado”. “El objetivo será seguir manteniéndolo activo cada año”.

Así lo espera también el alcalde de Santa Fe, que mira al próximo año y medio que le queda de mandato “con ilusión”. Cree que van a ser buenos meses porque, gracias a los fondos europeos, va a haber mucha inversión en el municipio. Una realidad muy diferente a la de el último enero. el alcalde de Atarfe mira hace adelante con un reclamo: “Esperemos que no tengamos que vivir nada así hasta dentro de mucho tiempo”.

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