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Cristos, vírgenes y carteles: cuando la polémica es la tradición

Imagen del cartel del Circus

Alejandro Luque

7 de diciembre de 2020 20:17 h

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Una inevitable sensación de deja-vu asalta al lector cuando se asoma a la noticia de que Adelante Andalucía ha retirado un cartel del 4-D donde podía verse a una persona transexual con los ojos y la corona de La Macarena superpuestos. El motivo, según aduce la formación, es “no alimentar la polémica”, tras las protestas manifestadas por la Hermandad de la Macarena.

Más que analizar si la alimenta o no, cabría preguntarse cuándo la presencia más o menos heterodoxa de cristos y vírgenes en carteles –sean estos de índole religiosa o no– se han librado de la polémica, hasta el punto de que cabría hablar de larga tradición, e incluso de plena efervescencia de la misma.

Registrar todas las controversias suscitadas al respecto resultaría una tarea casi enciclopédica, pero podemos repasar algunos de sus hitos más sonados. Habría que remontarse a 1984 cuando un collage de Rolando Campos que representaba al Cristo de la Expiración sirvió como cartel de la Semana Santa de Sevilla de aquel año. La obra fue acusada por los concejales del grupo Popular del Ayuntamiento hispalense, así como del Consejo General de Cofradías, de “herir la sensibilidad religiosa de los sevillanos” por la vía de “romper la tradición” de los carteles clásicos.       

De Mongolia a Equo

No obstante, ha sido en la última década cuando los incidentes en torno a carteles representativos de cristos y vírgenes parecen haberse multiplicado. En la mente de todos está el escándalo provocado por la revista Mongolia para anunciar su presentación en Sevilla con -¿cómo no?- La Macarena como reclamo. “Decidme ustedes si esto no es para llorar”, podía leerse en un bocadillo diseñado al efecto. El PP, con el alcalde Zoido al frente, lo tildó de “falta de respeto muy grave” y pidió la suspensión del acto. Desde entonces, la publicación ha dedicado innumerables portadas satíricas a todo tipo de imágenes religiosas.

Por su parte, en 2014 fue retirado a petición también del PP el cartel del VII Festival Rebolleres Rock, en la localidad asturiana de Candás. Se trataba de una obra del artista Alfonso Zapa, en la que podía verse a la virgen local en procesión -Nuestra Señora del Rosario- haciendo cuernos con los dedos, a la manera de los ídolos del heavy metal.

Unos meses antes, en abril, los cofrades malagueños habían exigido la retirada de una campaña de Equo en la que se veía a la Virgen del Rocío a bordo de una zodiac para llamar la atención sobre el cambio climático y sus efectos.

El año 2016 batió el récord vigente de escándalos de carteles con imágenes religiosas. Como ocurrió en el Rebolleres Rock, de nuevo un concierto se sirvió de una imagen muy venerada, en este caso la de la Virgen de los Llanos de Albacete, para exhibirla como si se tratara poco menos que de la mascota de Iron Maiden, entre rayos y alegorías paganas. La obra fue retirada.  

También ese año, mientras se estrenaba entre protestas la obra de teatro Maruja, asesina de mosquitos, ratas, torturadores y verdugos de Miguel Palacios, en cuyo cartel podía verse es el torso de una mujer desnuda sosteniendo un cuchillo y el rostro de la Virgen de la Esperanza de Málaga, el cartel de la Feria de Utrera enfrentaba a los vecinos por mostrar a la Virgen de la Consolación vestida de flamenca. La hermandad de la patrona encabezó las quejas, al considerar que la virgen no había sido mostrada de la forma “más adecuada”.

Vírgenes besándose y “plumofobia”

Contra la sagrada opresión. Ama como quieras fue el lema del cartel de la manifestación del Orgullo Gay en Valencia aquel año, en el que se podía ver a Virgen de los Desamparados y a la de Montserrat besándose. El Arzobispado de Valencia convocó un acto de desagravio al que acudieron miles de personas, pero la denuncia interpuesta por Vox fue finalmente archivada.  

Por su parte, en la localidad malagueña de La Carihuela la polémica no vino de la mano de la imagen de la virgen, sino de su ausencia: el cartel de la feria 2016, del diseñador gráfico Jesús García, no mostraba a la patrona, sino dos peces vestidos de lunares.

Y aunque no se tratara de un cristo ni una virgen, sino de un ángel, buena fue la que le cayó al pintor Manuel Peña en 2017 cuando presentó el cartel que le había encargado al Asociación de Belenistas de Sevilla. Un “homenaje al Barroco y a Murillo” según su autor, que recibió un chaparrón de críticas por el aspecto afeminado de la figura. La Federación LGBT Andalucía Diversidad denunció la “plumofobia” de las redes sociales, mientras que la citada asociación defendió el trabajo de Peña.

Nada comparado con la viralidad que alcanzó el cartel del campeonato de pádel de la Semana Santa de Albox (Almería), que mezclaba en su montaje a un cristo crucificado sobre dos porras de defensa junto a un Cristiano Ronaldo vestido de gladiador y equipado con una raqueta de pádel, todo ello con la bendición de la entidad convocante, Hermandad de Nuestro Padre Jesús de la Pasión y Misericordia en su Sagrado Prendimiento, pero que provocó el consabido incendio en las redes.    

Mucho más ligera fue otra polémica, protagonizada en 2018 por el mismo Manuel Peña, a raíz del cartel que realizó para el Rocío de Sevilla, por eliminar al Divino Pastorcito de la imagen. “Es Ella, la Virgen del Rocío, la que cobija, nos ofrece y nos presenta a Sevilla”, justificó entonces el autor.

Difícil olvidar también la polvareda que levantó ese mismo año un cartel colocado en una caseta festiva de Bilbao, que bajo el rubro Carnicerías vaticanas mostraba un cristo crucificado en el que se señalaba un despiece al modo de los del ganado en ese tipo de establecimientos. La Ertzaintza lo retiró por orden judicial, tras denuncia del Obispado bilbaíno. De vuelta a La Macarena, tampoco pasó desapercibido el cartel pop que el artista Manolo Cuervo realizó para la Semana Santa 2019, y cuya técnica de dropping (goteo) no gustó demasiado en los círculos -artísticamente- más conservadores.

Nuestra Señora del Open Arms

La cosecha de aquel año en materia de controversias no pudo venir mejor servida. Desde el cartel que realizó María Corte para las barcelonesas Fiestas de la Mercé, en las que podía verse a la Virgen como una figura de raza negra -“por ser popular también en América del Sur y el Caribe”, adujo la artista- con la inclusión del buque Open Arms en su iconografía, hasta el de Jiménez Muñoz para la Semana Santa malagueña, donde podía verse a la Virgen de Dolores del Puente sobreimpresionada sobre un grafiti, los carteles religiosos volvieron a hacer correr ríos de tinta.

En tiempos más recientes, ni siquiera ha hecho falta que una de estas obras sea encargada o elegida para una celebración pública: la polémica estalla desde su aparición en redes, como sucedió con la versión fumadora de la Esperanza de Triana que lanzó el artista Miguel Álvarez. “Yo le tengo muchísimo respeto a los creyentes de la fe católica. Le tengo respeto a la gente que vive su religiosidad en general. Lo último que pretendo es atacarlos. No quería poner nada pecaminoso. En el pómulo he puesto un tatuaje con el símbolo del NO8DO, otro del barrio de la Hermandad. Es algo estético. Quizás el cigarrillo puede resultar ofensivo, pero no es pecado fumar”, comentaba a El Correo de Andalucía.

En otros casos, como en el del cartel anunciador de la Bajada de la Virgen de Santa Cruz de la Palma, obra de Aroa González Martín, la discusión popular vino por lo abstracto de la imagen: la patrona aparecía reducida a formas geométricas. En cambio, la indignación estalló en Huelva cuando los fieles vieron a su patrona, la Virgen de la Cinta, sirviendo para anunciar el “lunes de party” de un popular establecimiento de ocio.     

Porque si algo han revelado estas situaciones, es que, más allá de lo oportuno o inoportuno de las protestas, una imagen religiosa sacada de lo convencional se convierte en un reclamo publicitario irresistible.  

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