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De Raimundo Godoy a Pedro Sanchís, pasando por el inspector Corralejo: el cómic desentraña las tinieblas del poder

Una imagen del libro "Yo, mentiroso"

Alejandro Luque

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El listón estaba muy alto: primero fue Yo, asesino, un thriller que conjugaba el crimen con las bellas artes y el mundo universitario, y que obtuvo el Gran premio de la Crítica francesa y el de la Asociación de Librerías Especializadas Zona Cómic. Le siguió Yo, loco, una denuncia de los abusos de la industria farmacéutica a través de una turbadora trama psicológica que conquistó el Premio Tournesol del Festival de Angoulême. Ahora, el guionista Antonio Altarriba (Zaragoza, 1952) y el dibujante Keko (Madrid, 1963) culminan su Trilogía egoísta con un nuevo título: Yo, mentiroso, un viaje a las cloacas del poder político que pretende desenmascarar los mecanismos de la propaganda y sus esfuerzos por disimular los oscuros manejos de quienes nos gobiernan.

“Los tres libros son una revisión de la condición humana, del mal que a menudo escondemos debajo de la alfombra en esta sociedad aparentemente tan correcta”, comenta Altarriba. “Y queríamos terminar con lo que, desde nuestro punto de vista, es lo más perverso. Esa mentira que no es educada ni piadosa, sino que está construida estratégicamente para condicionar nuestro pensamiento, anular nuestra personalidad y nuestra identidad, y obligarnos a hacer cosas con las que no comulgamos”.  

Uno de los elementos cohesionadores de la saga es que esté narrada siempre en primera persona. En esta última entrega el protagonista es Adrián Cuadrado, asesor del PDP (Partido Demócrata Popular) cuyo trabajo es precisamente ese: moldear la realidad para manipular a la opinión pública y mantener a los suyos en lo más alto. Su rutina se verá alterada por la aparición de las cabezas cortadas y embotelladas en recipientes de cristal de tres concejales del partido, imputados en un caso de corrupción que iba a ser juzgado en breve.

Sin escrúpulos

“Ese juego del yo nos parecía muy interesante. Hemos escogido lo mejor de cada casa –el asesino, el loco y el mentiroso–, pero ellos actúan, se explican y hasta se justifican, de modo que el lector puede incluso llegar a simpatizar con ellos, entrar en discursos impregnados de crueldad que a priori rechazan”, explica Altarriba, mientras que Keko añade: “Más difícil es identificarse con Cuadrado, que carece de escrúpulos morales y está dispuesto a todo con tal de conseguir sus propósitos. El asesino está al margen del sistema, el loco es una víctima del sistema… Y el mentiroso es el sistema”.

En la trama de Yo, mentiroso, el presidente Raimundo Godoy teme una moción de censura del líder del Partido Socialista de los Trabajadores, Pedro Sanchís, quien espera aprovechar los escándalos de corrupción del PDP para intentar un asalto a la presidencia con el apoyo de Bruselas. Entre unos y otros irán moviendo sus hilos el oscuro inspector Corralejo, Federico Grillo, Rodrigo de Celis, el periodista Eduardo Guinda, el tesorero Cárdenas, el empresario Florencio Pérez… sin olvidar la reaparición estelar del inolvidable Enrique Rodríguez, protagonista de Yo, asesino.

“¿Son personajes reales? A mí Antonio me dijo que era ficción”, bromea Keko. “En Francia puede que nadie identifique a los personajes, pero aquí va a ser inevitable. Estamos contando cosas que han ocurrido hace apenas cuatro o cinco años, cuando estallan los casos de corrupción y empieza a desfilar por los juzgados toda la plana mayor del PP. Claro que no es un reportaje periodístico, es ficción, y si quieres tomarte ciertas libertades, es mucho mejor inspirarte solo en la realidad y cambiar nombres. De lo contrario, nos matarían a querellas”, ríe.

Viñeta y actualidad

“Si hay una sensación compartida en este país, independientemente de las tendencias ideológicas, es que nuestro grado de satisfacción con los políticos es bastante bajo”, prosigue Altarriba. “Las encuestas dicen que percibimos a los políticos no como solución, que es lo que deberían ser, sino un problema. Y de ese problema derivan todos los demás. A todos nos gustaría echarles un rapapolvo, pero cada día nos bombardean con sus mensajes y el derecho de réplica, cuando vemos que mienten claramente, se limita a votar cada cuatro años. Nosotros sí hemos querido darnos ese disfrute, y creo que los lectores también disfrutarán. Ha sido un desahogo, pero sin dejar de hilar fino y darle a cada uno de estos políticos una vida a caballo entre lo que conocemos y lo que necesitábamos para nuestra ficción”.

El propio Altarriba participa de ese juego de realidades y parecidos al prestar su físico para el personaje de Enrique, el profesor de Yo, asesino, que regresa en estas páginas. “Lo he contado muchas veces: en el primer boceto que hice de este personaje, me inspiré en Antonio un poco de broma”, evoca Keko. “Ambos eran profesores universitarios, amantes del arte… Creía que me iba a mandar a tomar por culo, pero me dijo que le encantaba y así se quedó”.

Para los autores, el cómic sigue siendo “uno de los medios que reacciona más rápidamente a la contemporaneidad, tanto o más que el cine, las novelas o las series de televisión”, asevera Altarriba. “Las reivindicaciones feministas, las identidades, el bullying, han ido tomando protagonismo en los medios muy recientemente, y están reflejadas en los cómics. Efectivamente, viviendo en una actualidad política tan de novela negra, me extrañaba que no se hubiera contado este aspecto de la corrupción política. Pero estoy convencido de que vamos a ver muchos más cómics en los que la actualidad política aparezca como trasfondo o en primer plano”.

Un ejercicio de rebelión

“Porque tenemos una política que ya quisieran muchas ficciones”, añade el premio Nacional de Cómic por el clásico El arte de volar. “Hemos tenido un partido calificado como asociación criminal, un inspector del Centro Nacional de Inteligencia que está en prisión y tiene terabytes con información de todo lo que ha ocurrido en España. Un ministro del interior con micrófonos instalados en su propio despacho, y lo hemos escuchado maquinando contra sus enemigos político… ” “Y ahora, además, tenemos un rey a la fuga. Es el remate berlanguiano, porque la actualidad tiene mucho de thriller, pero mucho también de esperpento. ¿Qué será lo próximo?”, dice Keko.  

Sin embargo, Altarriba puntualiza que “no se trata de hacer un ejercicio de pesimismo, sino de rebelión. Tenemos que dejarnos de paños calientes, no podemos consentir ser gobernados por una serie de personajes que tengan como estrategia sistemática la manipulación de lo que está ocurriendo. Nuestra posición es rebelde y de denuncia”.

“Por otro lado”, apostilla Keko, “tuvimos claro que la trilogía acabaría así: ganan los malos. Es lo que más se parece a la realidad”. 

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