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El PP se ha ido

Ayuso y Feijóo en la convención sectorial del Partido Popular.

Javier Aroca

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Hace unos años, Pasqual Maragall escribió en El País un artículo que tituló, Madrid se ha ido. Sostenía que Madrid había renunciado a ser la capital de España para ser otra cosa. El poder había decidido concentrarlo todo allí y que cualquier punto de España estuviera a menos de tres horas de Sol.

Con eso, a Madrid, muy hispanoamericanizada, le sobraba España, se le había quedado chica, la periferia era, y parece que sigue siéndolo, un estorbo. En un palco con todas las comodidades se decide todo lo que le interesa. Maragall, regeneracionista de verdad, lo lamentaba, le dolía que Madrid renunciara a liderar España y, en todo caso, confiaba- algunos a pesar de todo seguimos confiando- en la sociedad civil madrileña para revertir ese fracaso del Estado.

Tras Madrid, es el PP el que se va. Le sobra la Constitución, le sobra casi todo. Ha dejado de ser una institución constitucional para convertirse en una apariencia de institución, solo unas siglas reconocidas en el Ministerio de Interior. Este PP es un simulacro dirigido por presidentes que en realidad son peleles- en sevillano es la cría de la lagartija- o títeres, en el mismo dialecto, se dice cristobita.

Resulta paradójico que una organización que dice defender la unidad de España esté manejada por régulas y régulos, reyezuelos de sus taifas que parece que representan mejor, aunque a trozos, los intereses de los poderes ocultos que representan. Durante estos años atrás, el PP se ha visto atenazado por una extrema derecha que ellos mismos crearon; hoy, esa extrema derecha flojea pero no por la resistencia del PP sino porque ellos mismos se han convertido en la auténtica derecha radical trumpista.

El panorama lo ha definido a la perfección el periódico El Mundo en la víspera de la espantá de Núñez Feijóo con el CGPJ. El PP no existe, existe un ectoplasma, lo que de verdad existe es la derecha política, la derecha judicial y la derecha mediática, las tres indisolubles para el cumplimiento de sus objetivos. Y claro, si no existe el PP, porque se ha ido, resulta que no se puede hablar con ellos, son tan solo un fantasma, una apariencia sin poder.

Si nos lo contara Andrea Camilleri, nos diría que Lu Munnu, un imaginario periódico de Sicilia, ha dado la orden en nombre de la mafia. Así pasaba en la isla, los medios, a las claras o de manera críptica, decían a la sociedad política como debía actuar a expensas de sufrir las consecuencias. En Sicilia no era un Jintao o un Casado, podría ser una manera más expeditiva. 

El PP de carné y cuotas está preso de la derecha oculta que creó esta apariencia de institución, tras el fracaso fundacional de AP. Desde fuera se les niega autonomía y poder, desde dentro, cuando lo tocan, las élites hereditarias que lo controlan lo desperdician en corrupciones y ataques a la consolidación democrática de España, en todo caso, permitidos siempre que defiendan los intereses de sus mandantes. 

En esta urdimbre, la derecha mediática, que existe según reconoce el rotativo cortesano, es muy necesaria, imprescindible. Es considerada la menos creíble de la UE, pero no se desaniman. Sin desmerecer, desde luego, a la derecha judicial, que no puede ni asomarse a los Pirineos, so pena de hacer el ridículo como bien saben en sus carnes algunos magistrados del Tribunal Supremo, ese que tan bernarda puerta trasera ofrece. 

Medios y periodistas pueblerinos son posibles en un ecosistema cateto, pueblo de pueblos, el mayor pueblo de España de lo que presumen y se ufanan de manera sorprendente. Aunque de esto no se escapa el periodismo progresista empeñado en ofrecer cada día, en la red o en los mentideros de los tardeos madrileños, imágenes lamentables de sus matrimoniadas, que tristemente contagian o al menos hacen perder el tiempo y la esperanza en el cambio al sentir periférico.

En las galleguesis del Dr. Losada, a las que asisto gustoso y atento, uno aprende a ser trasversal gallego. Las sesiones son tan eficaces y a la vez divertidas  que algunas noches me despierto creyendo que soy de Ourense. Ahí uno aprende a comprender el porqué de que Feijóo ganara siempre por goleada en Galicia; sin embargo, nos lo han cambiado, el humus de Génova lo ha podrido, no crece, hablo como gallego en ciernes: este no es nuestro Alberto. 

Alberto ha abandonado la transversalidad, ni sus caballerizos apuestan por él; los que lo trajeron ya piensan que es mercancía averiada. La manera de caer de Liz Truss ha debido influir pero, qué triste ver a un Hu Jintao en Madrid, peor que un Casado que lo fue por causa más noble. La régula de Madrid se ha apresurado a transmitir a sus periodistas corifeos que ella fue la protagonista de la asonada, y para no desmarcarse de la sombra del poder oculto, pero con algo más de esgrima, el moderado Moreno Bonilla, régulo ayusino del Sur, andalucista de garrafón, no ha querido alejarse de la pool por si acaso.Tu quoque Morenus ?

España se decide en un palco, el PP es solo una herramienta con esforzados mandaos y agraores, complacientes y asustados como en Sicilia, que cumplen a rajatabla  el argumentario de los maitines del poder.

La España del futuro, la única posible, no puede contar con ellos, no son interlocutores, el PP se ha ido, y Núñez Feijóo se iría si pudiera- palabra de gallego-. La Constitución es una traje que les cae grande. Es un fracaso más, España sigue esperando que surja una derecha homologable que tenga una visión democrática y desdeñe para siempre la triste herencia del pasado franquista. España tiene que recuperar al otro PP, no puede sobrevivir con una derecha que huya de las instituciones, que huya de la Constitución. 

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