El Gobierno plantea un deslinde de Doñana que altera su esencia y rechazan científicos y hasta organismos estatales
De repente, Doñana ha dejado de ser un paraje fluvial (de ahí sus lagunas de agua dulce) a convertirse oficialmente en un enclave poco menos que marítimo, sometido a la influencia de las mareas del Atlántico. Eso es lo que viene a decir el deslinde del dominio público marítimo-terrestreque ha hecho el Ministerio para la Transición Ecológica (Miteco), un dibujo oficial que choca contra lo que ha sostenido históricamente la comunidad científica y que ha sido recurrido hasta por organismos estatales. Así lo han hecho por ejemplo la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir o la Estación Biológica de Doñana, además de los ayuntamientos afectados y la propia dirección del parque, que gestiona la Junta de Andalucía.
La cuestión ha forzado la celebración de una sesión extraordinaria del Consejo de Participación de Doñana, que se celebrará este jueves y cuyos integrantes –según las fuentes consultadas por este periódico– se oponen de manera masiva a la propuesta que ha diseñado la Dirección General de la Costa y el Mar. La opinión del Consejo es preceptiva pero no vinculante, y la expresaría de manera formal mediante la realización de un informe con el que fijaría su postura.
El deslinde del dominio público marítimo-terrestre viene impuesto por ley, ya que todavía hay zonas de costa en España en las que no se ha llevado a cabo esta operación, que en este caso afecta a la marisma del Parque Nacional en los términos de las localidades de Almonte e Hinojos (en Huelva) y Aznalcázar (Sevilla). Esto conlleva la expropiación por el Estado de terrenos que ahora son municipios e incluso propiedad de la Junta de Andalucía.
Del agua dulce a la salada
Pero lo que ha generado el mayor rechazo es que, según la propuesta del Miteco, buena parte de la marisma (hasta dos tercios, según denuncia la organización WWF) perdería su carácter pluvio-fluvial y pasaría a considerarse mareal, lo que implica pasar del agua dulce a la salada. Esto no sólo choca con la avalancha de estudios desarrollados durante décadas, sino con lo que sostienen normas como el Plan Hidrológico del Guadalquivir –que elabora la Confederación Hidrográfica– o incluso las fichas oficiales con las que se vendieron las bondades de Doñana a organismos como la Unesco, la Convención de los Humedales Ramsar o la misma Comisión Europea para su protección internacional.
El enorme paraje sobre el que se despliegan la red de lagunas del parque o los arrozales del Guadalquivir fue en su día el lago Ligustino, cuya colmatación dio lugar a un paraje que históricamente han alimentado el Guadiamar por un lado y el Guadalquivir por otro. La Dirección General de la Costa y el Mar sostiene que las obras que se han hecho en este espacio con el transcurrir de los años impiden el paso natural de las mareas, que sin estos obstáculos colonizarían de forma natural buena parte de la marisma.
Eso no lo ve así la Confederación del Guadalquivir (dependiente del propio Miteco) y mucho menos la Estación Biológica de Doñana, organismo investigador del CSIC que en los más de dos años que lleva tramitándose este deslinde ha expresado su disconformidad con varias de sus propuestas. El Ministerio, por su parte, se reserva su opinión oficial hasta ver cómo se desarrolla el Consejo de Participación al igual que el Gobierno andaluz, que de partida tampoco comparte la propuesta.
“Impactos irreversibles” en el parque
Diferentes fuentes consultadas por este periódico señalan que, en las comisiones de trabajo previas que se han desarrollado, ha habido administraciones y organizaciones que han adelantado su decisión de ir a los tribunales si se mantiene el actual dibujo. Antes de llegar a ese extremo, se confía en consensuar una salida en el Consejo de Participación o que el Ministerio acepte cambios que se incluirían en un recurso de reposición sobre el que tendría que pronunciarse.
El temor ahora mismo es que, si el deslinde se aprueba en sus actuales términos, habría que eliminar los obstáculos que protegen Doñana para permitir la inundación de las marismas con aguas mareales, es decir, saladas. Esto, según ha denunciado WWF, tendría “impactos irreversibles” en este paraje, ya que “modificaría las condiciones ecológicas de la marisma para adaptarlas a una supuesta naturaleza mareal que nunca ha tenido”. De paso, augura “un largo conflicto judicial” y “un grave conflicto internacional con la Comisión Europea, la Unesco y la Secretaría del Convenio Ramsar”.
Científicos y ecologistas reconocen que las mareas tienen una cierta influencia en Doñana, pero muy limitada. El equilibrio entre agua dulce y salada es lo que permite que en el lado de la provincia de Sevilla se levante el mayor arrozal de España, de ahí que las organizaciones agrarias también hayan expresado su preocupación por lo que pueda pasar.
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