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El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon. 

Las opiniones que aquí se expresan son las de quienes firman los artículos y no responden necesariamente a las de la redacción del diario.

Celebración

Acto de proclamación como rey de Juan Carlos I, en 1975.

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Nos chifla celebrar. El caso es encontrar alguna cifra así, rotunda, que nos permita organizar unos fastos. La semana pasada, sin ir más lejos, celebramos los cincuenta años de la muerte de Franco y los cincuenta de la “restauración” de la monarquía. Por lo que parece, debe de haber alguna relación entre ambos hechos. Llamadme aguafiestas, pero me da a mí que ninguno de los dos acontecimientos son motivo de celebración.

El primero de ellos ya ha generado muchos debates a lo largo de este año. Las voces que han defendido su oportunidad han argumentado la pertinencia de explicar una historia que no esté basada siempre en el comportamiento de las elites o de los grandes nombres, sino otra más pegada a los movimientos sociales, vecinales o feministas. Detrás está la idea de que la democracia no fue ninguna concesión graciosa, sino el fruto de un esfuerzo colectivo. Sin por ello dejar de analizar el comportamiento de unos u otros actores políticos, coincido al cien por cien con esa interpretación. Por eso mismo, me llama la atención que un relato que quiere alejar el foco de ciertas personalidades para dirigirlo a la población común tome como referencia la fecha de la muerte del dictador. Si nos fijamos en el trabajo subterráneo, este había comenzado tiempo atrás y seguiría, por supuesto, en los años siguientes de transición hacia la democracia.

Pero lo que todavía me sorprende más es la celebración de los cincuenta años de monarquía. Cuando explico en clase este tema siempre digo que en el sintagma ‘monarquía parlamentaria’ –en un retorcimiento de las reglas del lenguaje y de la lógica– lo sustantivo es el adjetivo y lo accesorio el sustantivo. Una cosa puede ser el celebrar que hay un sistema parlamentario con forma monárquica y otra celebrar la monarquía sin más. Yo me pregunto ciertamente a qué clase de infiltrado se le ocurrió esta idea. Sé que Juan Carlos I puso en marcha unas acciones que contribuyen a explicar el comentado proceso de transición política, pero estas consistían, precisamente, en contravenir el propio modelo de aquella monarquía. La monarquía con la que se encuentra Juan Carlos I en 1975 era menos avanzada en términos históricos que la de su abuelo Alfonso XIII. La de 1975 –dando un salto hacia atrás en el tiempo– era una monarquía directamente absolutista.

El poeta Jesús Jiménez publicó hace unos años un libro titulado Contra las cosas redondas. “… son las cosas redondas / las primeras en abandonar y en echar a correr”. Huyamos, pues, también de las cifras redondas. Celebremos otros aniversarios. Aleatoriamente. O mejor: cultivemos la paciencia, pongamos las cervezas a enfriar, guardemos un poco los confetis. Esperemos solo tres años y celebremos lo que quizás tocaba celebrar: la Constitución de 1978.

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