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Vox y PP devoran a Ciudadanos en la periferia zaragozana de los adosados

Cuarte de Huerva

Eduardo Bayona

Zaragoza —

Las apariencias engañan. También en el cinturón metropolitano de Zaragoza, donde el incuestionable ascenso de Vox, la recuperación del PP y la debacle de Ciudadanos no deja de ser una realidad con tantos matices que enmascara una reordenación del voto de centro-derecha, con verdes y azules creciendo a costa de los naranjas y una pérdida de apoyo de ese ámbito del electorado que también se da en la izquierda como consecuencia de la menor participación en la tercera convocatoria del ciclo electoral de este año.

La volatilidad del voto plantea a los partidos de ese ámbito unos inquietantes retos relacionados con una fidelización para la que, a fecha de hoy, ninguno de ellos ha encontrado recetas.

Vox fue el partido más votado en Cuarte, La Muela, Villanueva de Gállego, María de Huerva, Cadrete, La Puebla de Alfindén, La Joyosa y Alfajarín, entre otras localidades del cinturón de los adosados, la zona de la provincia de Zaragoza, y de Aragón, que mayor crecimiento urbanístico y demográfico registró en los años de la burbuja, con un desmesurado aumento de las viviendas y las urbanizaciones que en ocasiones, como reveló la operación Molinos, incluía prácticas corruptas.

El cinturón de Zaragoza ha replicado las principales pautas electorales que se han dado en el conjunto del país en el largo ciclo electoral de abril a noviembre, con Vox creciendo a costa del PP en los barrios y zonas de mayor renta y a expensas en los de menor riqueza de Ciudadanos, que al mismo tiempo se veía devorado por un PP que también se recuperaba en los de muy pujante situación económica, en los que se sitúan en el último decil.

Ni Vox ni PP acaban de optimizar la debacle naranja

La evolución del voto entre el 28 de abril y el 10 de noviembre en cuatro de esos municipios como Cuarte de Huerva, La Muela, Villanueva de Gállego y María de Huerva, que mantienen algunas coincidencias como una cuota de entre el 60% y el 70% de voto de centro derecha y, en el caso de los tres primeros, como tener de primera opción en las municipales a una fuerza ajena al trío de Colón (el Par, Cha y la FIA), resulta sintomático de esos movimientos electorales que han repintado la zona, del naranja al verde, mientras el azul recobraba en otoño parte de la intensidad perdida en primavera.

Ciudadanos fue el más votado el 28-A en Cuarte para dejarse más de catorce puntos en noviembre, y prácticamente por igual, en favor de Vox, que le arrebataba la primera plaza, y del PP. El primero ganó 360 y el segundo 431, cuatrocientos menos de los casi 1.200 que se dejaban los naranjas.

La repetición electoral tuvo unos efectos similares en María, donde Cs pasaba de primero a quinto perdiendo 471 votos que no lograron absorber ni Vox, primero con 190 más tras haber sido tercero en abril, ni un PP que subía a la segunda posición tras saltar tres con 165 apoyos más que en abril pero 227 menos que en mayo, cuando fue el más votado en las primeras elecciones en las que Mar Vaquero no encabezaba la lista conservadora.

Pese a no llevarse todos los votos que abandonaban la opción naranja, Vox y PP lograban en esta localidad, con avances del 8% y el 7%, ganancias porcentualmente superiores a los diez putos que se dejaban los vencedores de abril.

“Está habiendo un reajuste del voto de centro-derecha”

En La Muela, población en la que es concejal de la oposición el diputado provincial de Vox Carlos Rodrigo, ex de PP, Par y la FIA, los verdes fueron los más votados en abril y en noviembre con una ganancia de más de 120 votos (de 642 a 769) mientras el PP subía de la quinta a la segunda plaza con una escuálida mejora de 51 (de 421 a 472). Entre los dos dejaban escapar más de la mitad de los casi 400 votos que perdían los naranjas, con una caída de 620 a 227, once puntos, en su descenso del segundo al quinto puesto.

Por último, en Villanueva quedaban libres uno de cada tres votos que perdía Cs (133 de 417), que, como en María y Cuarte, cedía el primer puesto de abril para caer en este caso al cuarto. Ni Vox (679, +182) ni PP (545 +102) lograban atraer ese capital electoral mientras el centro-derecha se dejaba dos puntos al pasar del 62% al 60% de los apoyos.

“Desde 2016 está habiendo un reajuste del voto de centro derecha, que en esas localidades mantiene alrededor de dos de cada tres votos pero con una elevada volatilidad” que lleva a un número elevado de ciudadanos a cambiar de opción en cada cita, explica el sociólogo David Pac, que anota cómo “la entrada de Vox está arrastrando al electorado de centro-derecha hacia posiciones situadas más a la derecha”.

Los indignados del adosado

Esa evolución, en la que los votantes de ese flanco del electorado pasan en menos de tres años de apoyar mayoritariamente al PP a inclinarse por Cs para, en apenas seis meses, decidirse por Vox, tiene que ver con los cambios demográficos y sociales que se han dado en la última década y media en los municipios del cinturón de Zaragoza, que con la burbuja inmobiliaria pasaron a convertirse en un área periférica poblada por lo que se conoce como “las clases medias truncadas” que, en todo el país, dejaron las ciudades, a menudo desplazados tanto de los centros como de los barrios populares por la gentrificación de la bohemia y los grupos de alto poder adquisitivo, para desplazarse a los nuevos desarrollos urbanísticos de los alrededores, tal y como teoriza el geógrafo francés Christophe Guilluy en “La Francia periférica.

“La configuración demográfica del cinturón de Zaragoza cambió con la burbuja –añade Pac–. No solo está poblado por clases obreras industriales sino también por lo que se ha dado en llamar las clases medias truncadas”, en las que se concentra un hartazgo hacia la política, o más bien hacia los políticos y los partidos de mayor trayectoria, en el que la ideología se entremezcla con la situación personal.

Vendrían a ser un nuevo actor electoral, los indignados del adosado, con unas preferencias partidarias diametralmente opuestas a las que mostraron los indignados de las plazas y con una eventual fidelización del voto que, para los propios partidos que ahora rentabilizan esos posicionamientos, se antoja tan incierta como inquietante.

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