Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
The italian job
Uno de los misterios de esta península asiática que es Europa lo constituye Italia. Este país, que en tantas cosas se parece a España, es la octava economía mundial. España es la decimocuarta. Aquel es el país número 26 en cuanto a desarrollo humano; España, el 27. ¿Cómo un país como Italia consigue sobreponerse no a una, sino a tres mafias, y a tantos gobiernos como pelos hay en la cabeza de un rastafari?
Lo explican muy bien los italianos. El país va por un lado y sus gobiernos por otro. Dicho en otras palabras, los italianos se ha acostumbrado desde hace mucho tiempo a vivir, trabajar y producir sin esperar gran cosa de sus gobiernos, todo lo más que no estorben mucho.
Este es el caso contrario de España en donde la sociedad en general, y la economía en particular, siguen dependiendo de unas estructuras administrativas que, estas sí, en nada tienen que envidiar a las italianas. Pesadas, burocratizadas, voraces... El español vive y labora, pero lo hace pendiente de lo que pueda hacer por él la administración y así le va. Porque las administraciones están para otras cosas y rara vez resuelven la vida al ciudadano. Aunque tampoco ese sea su papel.
Vivimos en una sociedad infantilizada que exige que el riesgo equivalga a cero. Los soldados pueden desplazarse a un conflicto, pero la sociedad no admite que haya bajas; el hostelero puede tener una mala temporada, y rápidamente acudirá a su ayuntamiento a que le compense; no hay industria que no esté subvencionada (como en Cantabria, dicho sea de paso, en donde ya se ha asumido el papel de geriátrico del sector secundario); el anciano quiere practicar el parapente y demanda que se arbitren los mecanismos para que no se magulle; la parturienta quiere dar a luz en casa, pero no quiere ni oír hablar del riesgo que entraña… Queremos ir al Casino, pero no perder. Nos hemos acostumbrado a exigir una seguridad absoluta en situaciones de riesgo que no puede ni debe darse, porque el corolario es la pérdida de la independencia y estar sometidos a los caprichos del poder de turno.
Otra cosa es exigir los servicios y prestaciones de calidad que tiene obligación de prestar lo público, pero esta tribuna no va de eso.
Sí que va del vértigo de desprenderse del cayado sarmentoso que es la Administración y empezar a pensar 'a la italiana'. No creo que sea tan difícil porque el que poco ha de esperar poco tiene que perder.
El germen de la corrupción, vinculada al cajón de lo público, en el fondo adolece de una mentalidad que se muestra convencida de que fuera de lo público nada hay que merezca la pena. Pero vivir a la sombra de lo público supone vivir bajo el peso de otras cosas, como la corrupción, esa lacra que no deja levantar cabeza. España, en este campo, bate registros históricos. Esto sí que es 'marca España'. El informe anual de Transparencia Internacional sitúa a España en el puesto 41, de 170. Estamos por detrás de Botswana o esa gran democracia que es Catar; y por delante de… Italia, que está en el 60. ¿Cómo cuadrar que un país más corrupto sea la octava potencia mundial?
Tal vez porque no sea más corrupto. Transparencia Internacional no es realmente un termómetro de la corrupción, sino de la 'percepción' de la corrupción. En España se es más sensible ante la corrupción que en Italia y menos que en Bostwana (por algo será). Pero si el italiano anda menos preocupado que el español por la corrupción, ¿no es esto la prueba de que el país circula por un carril distinto al de lo público?
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