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Artículos de opinión de Javier Gallego, director del programa de radio Carne Cruda.

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La conjura contra América

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A nadie puede sorprender lo que ocurrió la semana pasada en el Capitolio de Estados Unidos. No sólo porque lo iban pregonando en redes sociales semanas antes, no sólo porque Trump y senadores como Josh Hawley o Ted Cruz llevan desde las elecciones defendiendo el presunto fraude electoral sin pruebas o porque el mismo presidente convocó y arengó a la masa en Washington el mismo día del asalto para que evitaran el reconocimiento de la victoria de su oponente, Joe Biden. Todo empezó mucho antes, antes incluso de la toma de posesión de Trump, con el resurgimiento de la extrema derecha en Estados Unidos.  

Desde hace años, del Tea Party para acá, la llamada alt right que no es otra cosa que el neofascismo estadounidense, no ha parado de alentar el racismo, fomentar la confrontación, difundir bulos y teorías de la conspiración, atacar a la prensa y al oponente y, en suma, encender a la América blanca, los angry white men, hombres blancos enfadados, y a la clase golpeada por el neoliberalismo al que pertenecen Trump y sus compinches políticos y mediáticos, a los que sin embargo, siguen. No es la primera ni la última vez que una élite que provoca el problema se presenta como solución bajo la bandera del salvapatrias.  

Es una oligarquía mezquina pulsando las pasiones más bajas de su electorado y lanzando a su base social contra la propia democracia para conservar el poder a toda costa y ahondar en la deriva autoritaria que habían emprendido. Es un golpe de Estado desde dentro del Estado, desde la propia presidencia con el apoyo de los medios y las estrategias más rastreras y peligrosas. Ahora todos ellos, empezando por el presidente, esconden la mano pero todos han tirado la piedra. 

Hasta ahora se ha querido difuminar el paralelismo con el advenimiento de los fascismos en el siglo XX, pero ya no se puede mirar para otro lado. El líder megalómano furibundo, grotesco y tóxico, el discurso supremacista y ultranacionalista, la propaganda goebblesiana, la criminalización de la disidencia, la identificación del rival político como enemigo y la apelación a la violencia como recurso frente a la oposición y la masa acrítica y fanatizada son pruebas inequívocas de que estamos ante un fascismo 2.0. que usa la nueva herramienta de las redes sociales para ser más virulento y viral. 

Por eso es hipócrita y oportunista que estas redes censuren ahora a Trump mientras sus algoritmos favorecen la polarización, la falsedad y el enfrentamiento. Los señores de Sillicon Valley que ahora se echan las manos a la cabeza han estado alimentando a la Bestia y alimentándose de ella. También son responsables. La respuesta no es censurar sino moderar los mensajes de odio como hacen con la pornografía o la pederastia y cambiar ese funcionamiento que les enriquece pero empobrece la democracia. 

El asalto al Capitolio fue la noche de los cristales rotos made in USA en el sentido de acto fundacional del paso a la violencia. Si no se aplica un castigo contundente a los promotores y ejecutores del golpe, este capítulo tragicómico dejará la comedia para ser solo tragedia y será el inicio de una escalada de violencia. La buena noticia es que ha concentrado la respuesta en contra de la mayoría, incluidos muchos republicanos, pero Trump ya ha anunciado que su “maravilloso viaje” no ha hecho más que empezar. Seguirá dando guerra y cuenta con milicias armadas en todo el país esperando a recibir la orden de un ataque mucho más organizado.

El impeachment le inhabilitaría para volver a presentarse. Los republicanos que dicen que eso dividiría aún más la nación olvidan que Trump no ha hecho otra cosa que romper su país. Negarse a castigarle con la excusa de que eso exacerbaría los ánimos, es como negarse a castigar a unos golpistas para evitar que se enfaden y vuelvan a intentarlo. Un argumento estúpido y falaz que sólo esconde el miedo de muchos republicanos a enfrentarse a Trump o a desmembrar su partido. 

Lo que ocurra allí, nos afecta aquí, porque estamos viviendo un proceso similar. En España, el asesor de Trump, Steve Bannon, ha asesorado a Vox. La derecha les imita. Las redes les benefician. Los medios les blanquean. Legitiman su discurso. Abascal es invitado incluso a programas de entretenimiento. La reacción de la extrema derecha, la derecha y parte de la prensa españolas ante el golpe en el Capitolio, aprovechando para atacar a la izquierda por las protestas en torno a los parlamentos nacional y autonómicos, hace temer que vayamos por el mismo camino. Confundir una manifestación pacífica alrededor del Congreso con el asalto violento al mismo es confundir la democracia con el golpismo, algo que los conservadores patrios parecen no tener claro.

El motín trumpista debería servirnos de aviso en todo el mundo de hasta dónde está dispuesta a llegar la internacional ultraderechista. En Brasil dieron un golpe técnico, en Estados Unidos hicieron un ensayo destartalado que, sin embargo, llegó hasta la misma Cámara. No subestimemos lo que pueden hacer, como hemos hecho hasta ahora. Como escribió Philip Roth en La conjura contra América, una novela que imagina la victoria del nazismo en Estados Unidos: “la vanidad desvergonzada de los necios sin remedio puede determinar totalmente el destino de los demás”. Luego que no digan que no estábamos avisados.

 

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