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El esplendor de la imprenta manual toledana que ha hecho ‘cum laude’ a Inmaculada García-Cervigón

Inmaculada García-Cervigón a la izquierda -Blog de la Biblioteca Nacional de España (BNE)- y el grabado de un Calvario del 'Missale Mozarabicum', un incunable del fondo digital de la BNE impreso por Pedro Hagenbach

Fidel Manjavacas

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El reflejo de la sociedad se trasluce “perfectamente” a través de las páginas de sus libros, manuscritos o impresos, como los que la -nueva- doctora Inmaculada García-Cervigón del Rey (La Solana, Ciudad Real) ha estado investigando y recuperando durante más de una década y le han permitido obtener un sobresaliente 'cum laude' con su tesis 'La etapa de esplendor de la imprenta manual toledana. Repertorio tipobibliográfico (1498-1550)'.

La tesis de García-Cervigón -licenciada en Humanidades (UCLM), Periodismo (UCM) y titulada en Magisterio (UCLM)- recoge 461 ediciones toledanas, muchas de ellas de “catálogos antiguos o folletos de venta de bibliotecas nacionales y extranjeras”, que ha analizado durante casi una década. El papel, el tipo de letra o los temas elegidos en la imprenta manual que comenzó a gestarse en la capital regional a finales del siglo XV son fiel reflejo de una etapa dorada de la ciudad, que se transformaría con la pérdida de la capitalidad en el siglo XVI.

“Con el traslado de la capitalidad -a Madrid-, Toledo ha sido otra, también su imprenta. Se notó perfectamente la decadencia en todos los sentidos”, manifiesta la doctora en una entrevista con toledodiario.es tras haber defendido recientemente su investigación ante el tribunal de la Facultad de Ciencias de la Documentación de la Universidad Complutense de Madrid (UCM).

En concreto, la solanera ha recabado más de doscientas nuevas ediciones respecto a las que recopiló el bibliógrafo Cristóbal Pérez Pastor, “una persona con una cabeza brillantísima y descomunal que necesitaría una calle en Toledo”, en su célebre 'La imprenta en Toledo', estudio referente en la historia de las prensas manuales en la ciudad desde que se publicara hace ya más de un siglo.

“Después de tantos años de investigación estoy emocionada porque al final el estudio ha salido adelante. Siempre hay altibajos, pero han sido más las alegrías que las dudas y las incertidumbres. Estoy muy contenta”, afirma García-Cervigón, que no olvida mostrar su agradecimiento a su director de tesis, el profesor Fermín de los Reyes Gómez -natural de La Puebla de Montalbán (Toledo)-, quien, “de una forma muy generosa”, le brindó un tema con el que ha disfrutado “muchísimo” y que él mismo había empezado a estudiar.

Las bulas de Cruzada, el cardenal Cisneros y Pedro Hagenbach

Recuerda la nueva doctora que las primeras imprentas de Toledo se instalaron gracias al privilegio de estampación de la bula de Cruzada en el convento de San Pedro Mártir, en torno a los años 80 -del siglo XV-. “Las bulas eran impresos que no exigían demasiada pericia técnica o dominio de las prensas”, apunta García-Cervigón, que resalta que la imprenta en España comenzó con “cierto retraso” con respecto a otros países como Alemania, cuna de Johannes Gutenberg, inventor de la prensa de imprenta con tipos móviles moderna que revolucionó la historia de la humanidad.

En este sentido, explica que en esa época apenas se producían libros impresos ya que exigían un mayor dominio de la nueva técnica de los tipos móviles. Así, sería ya en los últimos años del siglo XV cuando el Cardenal Cisneros, tras ser nombrado arzobispo de Toledo, constató la necesidad de establecer una imprenta sólida en la ciudad. Para ello, confió en el maestro tipógrafo Pedro Hagenbach, que hasta entones estaba trabajando en Valencia y que fue el impulsor de “la etapa de mayor brillantez de la imprenta manual en Toledo”.

Hagenbach trajo a Toledo unos tipos móviles con los que se hacían los libros, con “letras grabadas en metal, algunas de las cuales tuvieron continuidad durante todo el siglo XVI, sobre todo en la primera mitad”. Entre los trabajos que abarcan su producción en Toledo se incluyen obras clásicas como las traducciones de César y Séneca, obras de Juan de Mena, el marqués de Santillana, el arcipreste de Talavera o la edición de La Celestina, según señala la Real Academia de la Historia.

Precisamente, entre las ediciones que ha podido identificar García-Cervigón, se encuentra el primer impreso que se estampa en las prensas de Pedro Hagenbach en su llegada a Toledo, un incunable que se conserva en la Hispanic Society of America de Nueva York, la biblioteca con el mayor número de libros antiguos españoles fuera de España y que la doctora recomienda visitar encarecidamente “si se viaja a la ciudad” para conocer “los auténticos tesoros, y no sólo libros” que conserva y que fueron protagonistas de una reciente exposición en el Museo del Prado.

Se trata del impreso que “más satisfacción” le produjo identificar, apunta la investigadora, que tuvo “la magnífica oportunidad” de participar en la catalogación de la Colección Borbón-Lorenzana que conserva la Biblioteca de Castilla-La Mancha, una experiencia con la que descubrió su auténtica vocación y que fue el preludio de su trabajo con esta tesis doctoral.

Viena, Londres, Nueva York y “el patrimonio” bibliográfico de Toledo

La investigación sobre la imprenta manual toledana de esta época llevó a la doctora a bucear en los fondos que alberga la capital regional, como los de la Biblioteca de Castilla-La Mancha o los de la Biblioteca de la Catedral Primada, así como en los de otras 70 instituciones de España, como la Biblioteca Nacional de España (BNE). De la misma manera, su empeño y motivación la han llevado a investigar fondos antiguos en bibliotecas de Viena, Londres, Edimburgo, París, Italia, Lisboa, Oporto, Braga, Évora, Coímbra, o Nueva York.

No obstante, la tecnología ha jugado también un relevante papel en la tesis doctoral de García-Cervigón, quien reconoce “la facilidad de poder buscar en Internet y consultar catálogos en línea” para recopilar los impresos que forman parte de su estudio. “Eso no me ha eximido de consultar todos los catálogos en papel de todas las bibliotecas de las que he tenido conocimiento, o de repertorios antiguos. La labor ha sido muy amplia ya que incluso reviso fuentes del siglo XVI”, apunta sobre este trabajo con el que ha duplicado el número de ediciones impresas revisadas por Pérez Pastor en este período.

“Quiero que la gente vea que los libros manuscritos y los impresos antiguos son Patrimonio”, resalta la investigadora, que hace hincapié también en los fondos que se conservan en la capital regional, donde se encuentra “la mejor biblioteca privada de España, que es la de don Javier Krahe, en el Cigarral del Carmen u otras como la de San Juan de los Reyes. Me gustaría que la gente valorara este patrimonio que tenemos en Toledo y en Castilla-La Mancha”, “son magníficas bibliotecas con auténticos tesoros”.

Del esplendor al declive con el traslado de la capitalidad

Los libros de esta gloriosa etapa de la imprenta manual en Toledo, caracterizados por sus letras góticas, fueron los primeros que estudió García-Cervigón, que señala que con el paso de los años, sobre todo a mediados del siglo XVI, fueron sustituyendo esta tipografía por los tipos redondos que se conocen -y leen- ahora.

“Son las características fundamentales del estudio. Desgraciadamente, al final del siglo XVI, con el traslado de la capitalidad a Madrid, la imprenta empieza un declive que se va a alargar a lo largo de toda la imprenta manual. Ver eso produce tristeza. Comparar las impresiones de los incunables de Hagenbach o de principios del siglo XVI y ver como en la segunda mitad del siglo el papel empieza a ser de muy mala calidad e incluso se caen tipos de la portada que los impresores ni reponen porque trabajaban con prisas y escasos medios. Después de cinco siglos, a mí me producía un sentimiento de tristeza”, relata la doctora.

En este contexto, manifiesta que esa decadencia de la ciudad se puede incluso “traslucir con las páginas de un libro, aunque sea cinco siglos después”. “Soy muy apasionada de este trabajo, me gusta tocar estos libros y ves que detrás de eso se percibe que la situación era cada vez más precaria en la ciudad. Eso produce un sentimiento de melancolía”, indica la investigadora ya sobre la situación de finales del siglo XVI y principios del XVII, cuando las impresiones eran de “fundamentalmente de ceremonias o funerales que se hacían en la Catedral” y no tenían ya “el espíritu de exportar lo que se producía”.

“Poco a poco se van perdiendo títulos cada vez más importantes y eso es lo que ya va centrando la línea editorial de las imprentas en Toledo, así como los pocos títulos que se iban imprimiendo. Era un público cada vez más local, mientras que en Madrid se estaban dando los grandes títulos del Siglo de Oro”, recalca, la doctora, que quiere publicar su tesis doctoral ya considera que “puede ser susceptible de abrir nuevas aportaciones o líneas en otras áreas de estudio”.

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