La internacionalización de nuestro patrimonio

El 11 de noviembre de 2019 la Unesco aprobó incluir en la lista del Patrimonio Inmaterial de la Humanidad la candidatura internacional compartida entre las cerámicas de estilo talaverano de Talavera de la Reina y Puente del Arzobispo, de nuestro país, y las de Puebla y Tlaxcala (México). 

La propuesta había partido por parte española de la ‘Asociación Tierras de la cerámica’ y fue el reconocimiento a una tradición asentada desde hace seis siglos y que mantiene activos, todavía hoy, más de 40 talleres en las dos localidades toledanas. 

La inclusión en la lista suponía el compromiso por parte de los países que la presentaban de proteger una actividad artesanal que ha perpetuado los procesos técnicos y creativos originales (a excepción de la electricidad en los hornos y tornos). 

Ha pasado ya año y medio de aquella declaración y, más allá de los primeros parabienes y auto-felicitaciones, debería haberse plasmado en una serie de proyectos y realizaciones que supusiera el certificado de las responsabilidades asumidas. 

Primero, del Ministerio de Cultura, que es el garante, por parte del Gobierno español de sus compromisos internacionales, y, en segundo lugar, de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, en cuyo territorio se encuentran los dos municipios afectados: Talavera de la Reina y Puente del Arzobispo.

 Y, aunque la ‘Ciudad de la Cerámica’ pueda tener un protagonismo evidente en la gestión, debe entenderse que trasciende el ámbito local y debe compartirlo con el otro ‘modo’ de producción que es Puente del Arzobispo, e incluso enraizarse en la sociedad a través de aquellos que protagonizaron en su día la iniciativa, la Asociación Tierras de la Cerámica, entre otros organismos empresariales, sindicales o sociales.

Tendríamos ya que hablar sobre un Plan Director de gestión, de una Fundación o de un Consejo Asesor. Y, como indicaba el propio proyecto y declaración, la redacción de medidas de salvaguarda de los procesos cerámicos, de las piezas heredadas, de la difusión y de su pervivencia. 

Es loable que desde Puente del Arzobispo se haya iniciado un Plan de Salvaguarda de la Cerámica local, indispensable para proteger unos bienes patrimoniales, tanto en su vertiente inmueble, como mueble e inmaterial. Pero la arquitectura de la gestión debe tener su vértice en el Ministerio, como enlace con Puebla y Tlaxcala, en México, su tutela por parte de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha a través de la Consejería de Educación, Cultura y Deportes y su desarrollo con organismos supranacionales que coordinen y aúnen las sinergias de Talavera de la Reina y de Puente del Arzobispo.

Otro tanto deberíamos hablar de Almadén, legado también reconocido como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco dentro de ‘La Ruta del Mercurio’, que incluye a la población ciudadrealeña y a Idria, de Eslovenia. 

Nos tememos que estamos habituados a perseguir las más altas metas, conseguir resultados brillantes y, posteriormente, alejarnos del trabajo y la constancia que la responsabilidad de asumir dichas declaraciones conlleva, más allá del reclamo turístico y el beneficio inmediato que reportan dichas declaraciones.