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GUADALAJARA

Campillo de Ranas, el pueblo que sobrevivió y se convirtió en icono gracias a las bodas LGTBI

Campillo de Ranas

Francisca Bravo Miranda

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2005, un momento histórico para el colectivo LGTBI. España aprobaba, durante el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, la ley que legalizaba el matrimonio entre parejas homosexuales. Fue un momento que Francisco Maroto, alcalde de la pequeña localidad guadalajareña de Campillo de Ranas, decidió aprovechar para abrir su pueblo a todas las personas que quisieran casarse. Y han sido centenares desde entonces. El municipio forma parte de la ruta de la Arquitectura Negra en la Sierra Norte de Guadalajara y se caracteriza por el brillo negro de sus edificios de piedra rematados por la pizarra. Hoy es un icono precisamente gracias la iniciativa del edil.

“Todo surge como un acto de militancia. Cuando el alcalde de Valladolid y el de Lugo dijeron que iban a casar a las parejas homosexuales, me dije: yo también”, recuerda Maroto, que se casó con su pareja, Quique, hace pocos años.

Al principio, reconoce, todo le desbordó. “Cada cual le daba el morbo que quería, claro, y entonces fue un poco duro. Pero de a poco fuimos aprendiendo”, resalta. Son centenares de personas las que ha casado en el pueblo, que acogió la iniciativa con alegría convirtiéndose casi en refugio para personas de cualquier parte del planeta.

“Vino gente de Madrid, de toda España, de todo el mundo. Pocas son las bodas que hacemos de personas de la provincia de Guadalajara”, resalta. “Casi todas las bodas homosexuales son internacionales”, asegura el edil. Parejas de Japón, Islandia, Noruega, Argentina, Italia o Estados Unidos han sellado su matrimonio gracias a este alcalde“.

Están encantados, no sólo porque Campillo de Ranas sea un sitio 'gayfriendly', sino porque es también muy bonito“. Y ahora, casi 20 años después de que se aprobase la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo, la hostelería también está preparada para recibirlas.

A una de las primeras bodas que se celebró en el pueblo, recuerda Francisco Maroto, fueron todos los vecinos. “Pensaban que podía pasar algo y acudieron a la boda para que nadie jodiera la marrana.

A una de las primeras bodas que se celebró en el pueblo fueron todos los vecinos. Pensaban que podía pasar algo y acudieron a la boda para que nadie jodiera la marrana

Francisco Maroto Alcalde de Campillo de Ranas

Pero la realidad es que nada distingue a una boda gay de una hetero. En una hetero, está tu 5% de amigos gays, y en una gay pasa lo mismo pero al contrario. La gente cuando ve los grupos por la calle no sabe si es una boda LGTBI o no“. Todo ha ido evolucionando, asegura.

“Podríamos escribir una biblia. Hemos tenido parejas de todo tipo, a alguna incluso hemos tenido que ponerle testigos, y otras en las que hemos recibido a más de 200 personas”, señala.

Todo gracias al 'efecto llamada', que se ha visto reforzado con reconocimientos como el que recibió el Ayuntamiento en 2022 en los Premios Regionales de Turismo como mejor destino turístico LGTBI de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha. Así llegó la promoción del pueblo hasta la Gran Vía de Madrid. 

“Esto es una frase que oímos siempre: que vimos el pueblo en los medios, que si lo vimos en la tele, y entonces pensamos: pues nos casamos ahí”, explica el alcalde. La frase “pensamos que, si alguna vez nos casamos, lo haremos en Campillo”, es una “muy habitual” de la que se enorgullece. De hecho, Maroto señala que cuando empezó a casar a parejas homosexuales, en el pueblo sólo había un alojamiento rural y un bar, mientras que ahora, “hay 19 alojamientos y cuatro restaurantes y un bar”.

“Gracias a esta militancia hemos logrado generar puestos de trabajo y que la gente pueda vivir de ello”, recalca. Y no se quita mérito. “Pues claro que me gustaría que el pueblo se conociera por la ornitología, pero al final nuestro reconocimiento ha surgido por lo que es, porque somos pioneros y esto es un enclave reconocido por la comunidad LGTBI y por todo el mundo”. Medios internacionales como The New York Times se han hecho eco de lo que ocurre en el pequeño pueblo, llamándolo 'El pueblo español de las bodas arcoíris'.

Y la revista Time ha calificado al alcalde como un “innovador” llegando a llamar al pueblo 'Las Vegas ibérica', pero con casas de piedra y tejados de madera. “La realidad es que hoy por hoy, las bodas gais llegan al 4%, pero ahora se nos reconoce por las bodas en general. Nos hemos especializado”, señala. Y la economía local ha reaccionado, porque es que, si no, no funcionaba. “Si no tienes donde alojar a invitados o dónde darles de comer, te puede gustar mucho el lugar, pero no vas a casarte ahí. Hemos tenido que trabajarlo”, afirma.

Y esto también ha tenido un efecto en otros lugares de la zona, porque no siempre cabe todo el mundo que va a celebrar las bodas al pueblo. Y se celebran todo el año, incluso en Nochevieja o en Nochebuena.

“Esto nos dio la vida”, resalta Maroto, porque el pueblo es muy bonito, pero se estaba quedando vacío. “Sólo venían quienes tenían casa, y no visitaban los alojamientos rurales, ni tampoco comían en bares o restaurantes. Este hueco se llenó con las bodas”, recalca. “Ahora somos temporada alta en invierno y en verano”. 

Santiago Reig Ballestero es gerente de ventas de 'Tejera Negra', una empresa dedicada exclusivamente a la celebración de bodas. Abrieron en junio de 2001, como restaurante, pero poco después decidieron dedicarse a la celebración de matrimonios. “Empezamos poco a poco y vimos la posibilidad de dedicarnos exclusivamente a ello”, señala. La legalización de las bodas LGTBI supuso un ayuda importante. “Evidentemente, y además la repercusión es mayor en un pueblo pequeñito que a lo mejor se puede identificar con un pensamiento más retrógrado. Pero ha sido gracias a esto que se nos conoce en todo el mundo”, señala Reig.

Campillo de Ranas supera por poco los 100 empadronados. “Estamos seguros de que hemos dado un impulso a la zona y para nosotros esto es fundamental, porque hemos creado empleo y riqueza, y hemos ayudado al desarrollo de la comarca gracias a nuestras bodas”, asegura. Han recibido múltiples premios y han acogido la celebración de cientos de parejas. Prácticamente no dan abasto a la demanda que tienen. “Hazte la idea, nosotros cerramos en enero, sólo porque tenemos que cerrar un mes. Damos bodas desde febrero hasta fin de año, fin de semana tras fin de semana o incluso entre semana en verano o los domingos”, relata.

Bodas de todo tipo, temáticas, de invierno, vikingas, lo que se quiera. 2019 fue el mejor año, y luego vino la pandemia. Pero el pueblo y ellos también lo superaron. “No es la primera crisis que hemos pasado, hemos pasado dos que estarán en los libros de historia y lo hemos superado. Seguimos dando empleo, potenciando la zona y gracias a la experiencia que ofrecemos, la zona de la Arquitectura Negra se conoce mucho más”, concluye. 

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