El tabú de la represión franquista y la carta que Florencio escondió en su ropa antes de ser fusilado en Toledo
Han sido muchos años de silencio, de miedo a hablar de lo que ocurrió o de intentar conocer la verdad de lo que supuso la represión franquista durante la Guerra Civil y el comienzo de la dictadura. La crueldad de aquellos años se hizo tabú en muchas familias de las decenas de miles de víctimas que hubo, como Florencio Soto Martín o Anselmo Rodríguez García, ambos jornaleros en los municipios de Añover de Tajo y de Novés, respectivamente, y que fueron fusilados el 22 de julio de 1940.
Sus cuerpos comparten fosa con otra veintena de represaliados en uno de los tramos del patio 31 del cementerio de Toledo, un espacio que ha sido dignificado recientemente y en el que hay un total de 220 personas asesinadas por la represión franquista. La manera que muchos de ellos tuvieron de despedirse de sus seres queridos fue a través de cartas escritas de puño y letra, y de mucha sangre derramada.
Florencio, según nos cuenta Carmen Gómez Soto, una de sus nietas, escribió sus últimas letras momentos antes de ser fusilado -con 36 años- en un papel que cosió en el forro de su propia ropa y que después pudo llegar a su querida Modesta evitando el filtro del franquismo que, seguramente, habría impedido que hoy pudiéramos leer estas letras de historia. En este sentido, Gómez resalta la diferencia entre la manera de escribir las postales que sí pasaron la censura previa o las dos últimas cartas que su abuelo Florencio escribió, el 17 y el 22 de julio, antes de ser fusilado.
Este jornalero fue también presidente del Comité de Añover de Tajo, seguramente porque era de los pocos que sabía leer, subraya su nieta, que recuerda los tiempos de “penuria, de falta económica y de falta de todo” que vivieron su abuela, su madre y los otros tres hijos que tuvieron sus abuelos, de los que uno de ellos murió siendo “muy pequeño”.
Florencio Soto estuvo alrededor de un año en la cárcel de San Bernardo de Toledo, como tantos otros sindicalitas de UGT. “Mi madre nunca me habló de las cartas... era un tema tabú”, dice Carmen, que ha pasado la mayor parte de su vida sin saber si quiera dónde estaba enterrado su abuelo y que ha podido ver las cartas originales hace apenas unos meses.
La carta que escribió Florencio Soto a su mujer horas antes de ser fusilado
Transcrita íntegramente por su familia, respetando la carta original y su ortografía:
Tan solo cinco días antes de estas letras con las que mostraba su rabia por la represión a los republicanos y en las que afirmaba sentirse “tan español como el que más”, Florencio había escrito otra carta a Modesta en la que le pedía que sus hijos pudieran aprender a leer, sobre todo el varón -Sigfrido-, para que -transcripción original- “algún dia lea la Historia cuando sea mayor que se esta escribiendo con sangre de la clase trabajadora donde podrá sacar la conclusión que murió su padre por cumplir con un deber en de fensa del trabajo y de su clase proletaria”.
A pesar del tabú, un primo hermano de Carmen “cogió las riendas” y se implicó en conocer la historia de su abuelo hasta conseguir averiguar dónde estaba enterrado, publicando también años después la transcripción de las cartas mencionadas. Este domingo, junto a todas las víctimas del franquismo que comparten fosas comunes en el cementerio de Toledo, reciben homenaje en un acto organizado tras la dignificación del patio 31 que ha llevado a cabo el Ayuntamiento.
La vida de Modesta y la de su familia, como la de tantas otras en España en la posguerra, estuvo marcada por el dolor y el estigma social con el que eran repudiadas. La abuela de Carmen “tuvo que hacerse fuerte sí o sí” para sacar adelante a sus hijos. Su madre murió cuando Carmen aún era muy joven -26 años- y el recuerdo de las historias con las que se queda de su abuelo es que fue “un héroe”.
Apunta la nieta de Florencio que, si hubiera sido posible, a la familia le habría gustado enterrarlo en su pueblo natal, algo que no han podido llevar a cabo debido a las dificultades legales para exhumar su cuerpo de la fosa común -comprada por unos particulares en los años 60-. “Al menos tendríamos que existir la opción de poder llevártelo”, defiende.
Anselmo Rodríguez García
En esta lucha por la memoria histórica, por la dignificación de los represaliados del franquismo, Carmen ha podido conocer a familiares de otras víctimas que comparten fosa con su abuelo. Es el caso de Antonio Rodríguez, nieto de Anselmo Rodríguez García, natural de Novés, jornalero y afiliado a UGT.
Como Florencio, Anselmo fue fusilado también el 22 de julio de 1940, con 44 años. Antes de recibir el tiro en la nuca que acabó con su vida, había pasado por la cárcel de Talavera de la Reina, la de Torrijos y, por último, por la de San Bernardo en Toledo. Tuvo tres hijos, aunque uno de ellos murió también joven, apunta Antonio, quien ha estado “mucho tiempo buscando, mirando y tratando de averiguar todos los datos” que marcaron el final de la vida de su abuelo y que no había podido conocer por medio de su otro tío ni de su padre.
“Está enterrado en una fosa común junto a otros 20 represaliados. Yo no lo voy a cambiar, es muy difícil pretender que me den los restos de mi abuelo, pero ahora sí sé dónde está”, relata Antonio, al tiempo que precisa que en la tumba en la que se encuentra su abuelo se pueden leer ahora 7 de los 20 nombres de las personas que comparten fosa en el tramo 86 del patio 31 del cementerio municipal.
“Lo tuvieron que pasar muy mal, eran hijos de fusilados y no lo podían decir. Mi padre -quien falleció en 2008- no podía hablar de ello. Era un tema tabú, aunque sí sabía que mi abuelo había sido fusilado”. Desde la muerte de su padre, Antonio comenzó a buscar, se puso en contacto con foros sobre memoria histórica y tuvo “la suerte” de encontrar a Emilio Sales, presidente del Foro por la Memoria Histórica de Castilla-La Mancha.
A pesar de la complicación que le suponía el desconocimiento del año que su abuelo falleció para pedir su certificado de defunción y de los errores en la transcripción del propio nombre de su abuelo en los archivos, Antonio consiguió toda la documentación sobre el proceso de su abuelo en unos dos años, tras pasar por el Ayuntamiento de Toledo, el Archivo Municipal y también por la sede de Instituciones Penitenciarias del Ministerio del Interior. “Es la historia de mi abuelo, para mí es importante”.
“Por lo menos puedo decir dónde está, desgraciadamente hay mucha gente que no lo sabe”
Gracias al registro que se llevó a cabo en Toledo, casi 80 años después, Antonio ha podido encontrar el lugar donde se encuentran los restos de su abuelo Anselmo. “Yo por lo menos lo puedo decir, desgraciadamente hay mucha gente que no lo sabe”, lamenta sobre todas las víctimas que fueron enterradas en las cunetas y de las que muchas familias desconocen su paradero.
A su abuelo, como a tantos otros, se le acusaba “de rebelión”. “Era afiliado a UGT, ese fue su delito, y el de combatir en unas filas que eran fieles al régimen establecido como fue el de la República. Los otros eran golpistas... así es la vida”, dice resignado Antonio antes de participar en el acto de homenaje que, precisamente, coincide con el día en el que se proclamó la II República en España, el 14 de abril -de 1931-.