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Alerta en las protectoras por el aumento de abandonos de animales: “Recibimos el doble de llamadas”

El centro de animales de compañía de Badalona esta semana

Meritxell Rigol

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Un perro sale de un coche en medio de una carretera. El coche acelera. El animal mira cómo el vehículo se aleja. Esta sea probablemente la escena más integrada en nuestro imaginario sobre cómo se abandonan las mascotas. Pero hace años que la mayoría de historias de llegadas a un refugio de animales no empiezan en el asfalto. Sucede más bien a las puertas de un centro de acogida, al lado de una farola próxima o en un contenedor cualquiera. Puede ser también en cualquier calle o camino. Entre los motivos, que se hayan cansado de ellos, que se hayan perdido sin chip para localizar a su familia o, a veces, con un mensaje con el que se indica que no pueden continuar viviendo con su animal.

Una llamada o un correo son el inicio de las historias que recibe Enric Soler, encargado del refugio de la 'Lliga protectora d’animals i plantes de Barcelona'. En los últimos meses, sin embargo, el volumen de abandonos que registran se ha doblado. Unas 15 personas contactan con esta entidad cada día “de lunes a viernes”, remarca Soler, alegando que quieren dejar allí a su mascota. “Las protectoras generalmente estamos saturadas, pero últimamente está siendo una barbaridad”, lamenta. 

El volumen de adopciones no es comparable a las peticiones de entrada por lo que, ante la lista de espera sin fin a la vista, invitan a “apretar” a familiares y amigos para que cuiden de los animales. Por lo menos, hasta que puedan tener sitio en este u otro refugio privado, que complementan los servicios municipales de acogida de los animales encontrados en las calles o tras intervenciones policiales y judiciales.

“Estamos a tope porque las entradas de animales son constantes, pero no hay salidas, aún menos este año en el que la gente tenía muchas ganas de salir de vacaciones y la decisión de adoptar se pospone”, coincide a destacar Núria España, responsable del refugio de Amposta (Tarragona). Los mensajes de personas que quieren dejar a su mascota llegan a diario también aquí. Cuenta que tienen capacidad para 90 perros y que, durante la pandemia, llegaron a tener solo 20. “Con la normalidad, la gente empezó a abandonar”, asegura España.

En las últimas semanas, el Colegio de Veterinaria de Barcelona ha recibido la alerta de un “preocupante repunte” de entradas de animales en diversas protectoras de la provincia. Algo que, sospechan, puede ser la cruz del auge de adopciones experimentado durante la pandemia. “En ese momento, pensamos que más gente estaba valorando los beneficios de tener un animal, todo lo que aporta al desarrollo y bienestar de criaturas y adultos, pero puede estar pasando que esa misma gente comprara o adoptara un animal sin entender lo que ello implica”, apunta Helena Arce, presidenta de la comisión de bienestar animal del Colegio de Veterinaria de Barcelona. 

Aunque los abandonos son constantes a lo largo del año, y querer irse de vacaciones sin la responsabilidad de tener un animal a cargo es una motivación residual entre quienes abandonan a su mascota, el efecto verano post-pandemia, con la caída total de restricciones, puede haber influido en el pico detectado recientemente. Ahora bien, hay otro factor que desde el Colegio de Veterinaria intuyen detrás de la crecida de abandonos: la pérdida de poder adquisitivo en los hogares. “Es un cóctel del que los animales son los primeros que reciben”, afirma Arce. La veterinaria afirma que los escenarios de crisis económicas pueden dificultar mantener a los animales, pero que a menudo una subida de precios como la actual y el panorama de incertidumbre económica pueden limitarse a ser “una excusa ideal” para quienes deciden dejar un animal que consideran que les genera demasiado esfuerzo.

Entre impedimentos y egoísmos

Problemas relacionados con el cambio de vivienda encabezan los argumentos para dejar a un animal, según los argumentos que llegan a las protectoras. Además de tener que volver a casa de los padres o compartir vivienda con otras personas, en los últimos años detectan que han aumentado significativamente las personas que se encuentran con contratos de alquiler que prohíben tener animales.

Alergias que aparecen, inconvenientes con las criaturas o frustración por mal comportamiento del animal son, detrás de los vinculados a la vivienda, los motivos más recurrentes. “Si te mudas a Inglaterra, tienes que hacer lo imposible para seguir con tu animal. Si tiene un mal comportamiento, tienes que asumir el coste de educarlo. Pero al mínimo problema, la gente deja a su animal porque abandonarlos sale muy barato”, considera Núria España. Una situación que la ley de Derechos Animales propuesta por el Gobierno pretende corregir. 

En la protectora de Amposta, un 70% de los perros acogidos son de caza, “perdidos o que no ‘funcionan’”; un 10%, perros de los considerados potencialmente peligrosos, y el resto perros entre 8 y 10 meses, abandonados “cuando se portan peor”. Excepcionales son los casos extremos que han forzado a una persona a dejar a su animal, como largos ingresos hospitalarios o entregarlo como estrategia de protección de la mascota en situaciones de violencia machista, ejemplifica la responsable del refugio. “En la raíz de muchos abandonos está la frivolidad de pensar que un animal igual que lo tienes, te lo sacas de encima, pero también hay casos dramáticos, de separaciones en las que al trauma del perro o el gato se le suma el de la persona”, afirma Carmen Méndez, presidenta de la Asociación Defensa Derechos Animal. Hace referencia explícita a las personas mayores que al ingresar en residencias no pueden mantener la convivencia con quienes pueden haber sido su principal vínculo emocional durante años. 

“Mientras que se está potenciando la entrada de perros de terapia en escuelas, hospitales y centros de día, y vemos los beneficios que tienen, no se está avanzando a la misma velocidad para adaptarse a las familias multiespecie y que no tengan que separarse en situaciones de vulnerabilidad que conllevan cambios de vivienda”, plantea Helena Arce. La veterinaria considera que, pese a la complejidad que puede implicar, administraciones y gestores de servicios sociales deben tener en cuenta que recibir un apoyo, como una alternativa habitacional tras un desahucio, no debería implicar “tener que dejar a un miembro de la familia”.

Menospreciados en las respuestas públicas

La mayoría llegan a los refugios por irresponsabilidades, pero desde la Fundación Daina, que trabaja para 25 municipios catalanes, afirman que los animales acogidos tras problemáticas que han llegado a los servicios sociales empiezan a suponer “un volumen preocupante”. Son un 20% de los que acogen en los refugios de Mataró, Badalona y Cabrils (Barcelona) y, si sus familias no los ceden, no pueden ser adoptados. “Lo que recibimos en los refugios es un reflejo de lo que pasa en la sociedad y los animales son víctimas a menudo olvidadas en las respuestas que dan las políticas sociales”, añaden desde esta entidad, a cargo de unos 400 gatos y perros. 

“Sería importante que puedan continuar con sus familias cuando, por ejemplo, han sido desahuciadas, pero la sociedad de momento no hemos llegado a verlo así”, plantea en la misma dirección Claudia Matheja, responsable de la protectora de Sabadell (Barcelona). Afirma que nunca habían tenido tantas solicitudes para entrar animales como en los últimos meses y que esto se repite en todos los refugios, “seguramente porque la gente puede salir más”, dice. Tienen a cargo unos 160 gatos y 200 perros, su máximo.

“No se tendrían que poder comprar perros y gatos mientras haya perros y gatos en refugios”, defiende Méndez, a la vez que denuncia la insuficiente acción preventiva de las administraciones frente al abandono. Remarca la prioridad de asegurar que todos los animales cuenten con chip identificativo y estén censados en su municipio -actualmente, son una minoría, pese a la supuesta obligatoriedad-. También destaca la importancia de garantizar las campañas de esterilización necesarias y de extender la educación para promover la empatía con los animales y la conciencia de la responsabilidad que implica decidir vivir con uno. “Legalmente, se les reconoce como seres sintientes, pero mucha gente aún tiene que entender que un animal no es un mueble que puedes sacarte de encima cuando te cansas, porque al ser abandonado sufrirá una crisis emocional”, remarca Arce.

A veces están enfermos. A veces sanos. A veces son mayores. O cachorros. También de pura raza. No hay un perfil de animal abandonado, aseguran voluntarias y trabajadoras que se convierten en su vínculo “provisional”, en refugios que deberían ser un breve puente, de máximo 20 días, entre el abandono y la adopción. Si el tiempo se alarga, es difícil evitar las secuelas del estrés y la angustia. “La gente se piensa que si en lugar de hacerlo en una carretera lo hace en una protectora no es un abandono, y lo es igualmente”, denuncia Arce. 

285.000 perros y gatos se recogieron durante el 2021 en el conjunto del Estado, según el informe anual de la Fundación Affinity. Son los más abandonados, pero no los únicos. Conejos, hurones o cerdos vietnamitas son menos numerosos en las casas y menos visibilizados como víctimas de irresponsabilidades y malos tratos, aunque diversos refugios se han gestado para protegerlos también. En común, unas y otras protectoras, tienen tanto la saturación como, denuncian, la infrafinanciación pública, con la que procuran lidiar persiguiendo aportaciones solidarias. “Los responsables de implementar las normas de protección animal son los ayuntamientos, que tienen que facilitar los medios económicos y las campañas de adopción, pero hasta ahora en algunos se hace y en otros muchos no, y el coste económico y humano recae sobre las protectoras”, denuncia Méndez. “Hacen una labor social, pero subsisten en una situación precaria y de sobreesfuerzo”, asegura.

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