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Sobre este blog

Este blog pretende servir de punto de encuentro entre el periodismo y los viajes. Diario de Viajes intenta enriquecer la visión del mundo a través de los periodistas que lo recorren y que trazan un relato vivo de gentes y territorios, alejado de los convencionalismos. El viaje como oportunidad, sensación y experiencia enlaza con la curiosidad y la voluntad de comprender y narrar la realidad innatas al periodismo.

Asturias: la luz tamizada de Garci

Playa de Aguilar.

Alicia Fàbregas

En el prólogo de El abuelo, Benito Pérez Galdós deja claro que: “no tienen determinación geográfica el país ni el mar que lo baña. Todos los nombres de pueblos y lugares son imaginarios”. Sin embargo, cuando José Luis Garci pensó en cómo llevar esa novela a la gran pantalla, no dudó: “Yo he elegido Asturias porque siempre ha sido para mí un buen talismán. Pero además he venido buscando la luz de Asturias, que es una luz muy tamizada y tenue, que permite rodar una gama de colores suaves”. Y, efectivamente, en la película Garci se deleita con esa luz que descubre unos acantilados soleados o sombríos –según el momento-, un mar con carácter, como el abuelo, y unos verdes frondosos, que hacen de Asturias por lo menos un lugar sentimental y, llevándolo un poco más allá, hasta mágico.

Igual por eso, allí se pueden ver escenas impresionantes, extremadamente sencillas pero de una belleza de obra de arte y con una emotividad tan intensa como una descarga de arma de fuego.

Al norte del norte

Al norte del norte hay un bar, algo destartalado. Está en el Cabo de Peñas, el punto más septentrional de Asturias. Desde allí, bebiendo un poco de sidra o comiendo y contemplando las vistas, es fácil ser feliz. En cualquier momento del día, esos acantilados, las rocas peladas, cubiertas a trozos de verde intenso, y el mar, muy abajo y amplísimo, te hace feliz.

De hecho, Asturias es un cofre abierto lleno de esos momentos.

El color verde

El color verde de Asturias se merecería un lugar especial en la escala Pantone. Sus montañas, sus prados, sus bosques…son de un verde que no he visto en ningún otro lugar. Tiene un punto más salvaje, ancestral y al mismo tiempo con un efecto muy calmante.

Según la cromoterapia, el verde es un color analgésico, relacionado con el sistema locomotor, indicado para dolores y neuralgias y para estabilizar emociones. Lo mejor para comprobarlo es meterse de lleno en él. Por ejemplo, en las cascadas de Oneta, declaradas Monumento Natural por el Gobierno del Principado de Asturias.

Las cascadas de Oneta son ese lugar al cual para llegar hay que preguntar a la gente. Los mapas están bien, pero pasadas las cuatro casas del pueblo, empiezan los caminos de tierra, las parcelas de campo y los campesinos, esos a los que a la gente de fuera de su pueblo les llaman forasteros. Ellos son los que te indican cómo descubrir ese verde de Asturias en Oneta.

 

Allí el agua cae entre luces y sombras, entre rocas, fresnos, robles y castaños. La primera cascada es la Firbia. Más adelante está la Ulloa, más pequeña, y finalmente, tras pasar restos de molinos de agua, está la Maseirúa, de más difícil acceso.

Covadonga, ¿cómo no?

Covadonga, ¿cómo no? Es uno de los principales reclamos de Asturias porque se lo merece. En especial, los lagos de Covadonga: el Enol y el Ercina, a más de 1.000m de altura. Para llegar hasta allí hay que coger un autobús de pago desde Cangas de Onís o desde Covadonga (en temporada alta sólo dejan subir en vehículo propio a primera hora de la mañana, en teoría para proteger el paraje) y recorrer un rato largo de carreteras estrechas llenas de curvas para internarse en una de las partes del Parque Nacional de los Picos de Europa.

Al llegar, con el autocar hasta los topes de turistas, da la impresión de parque temático. Pero aún así, vale la pena ir, porque el recorrido entre los dos lagos, subiendo y bajando montañas, y la excursión pasando por las minas de Buferrera, recuerdo del s.XIX, entre rebaños de vacas pastando, es algo que la mayoría nos arrepentiríamos de no haber hecho.

Sus pequeñas dimensiones

Sus pequeñas dimensiones te lo ponen muy fácil para recórrela. A pie, siguiendo el Camino de Santiago, en bicicleta, en moto por las carreteras sinuosas con unos paisajes espectaculares o con la comodidad del coche, Asturias es asequible. En un mismo día puedes estar en los lagos de Covadonga por la mañana y en las playas de Cudillero o Llanes por la tarde. Y lo curioso es que de extremo a extremo por la costa, vas viendo como la cadencia gallega aumenta, o al revés, como empieza a predominar el carácter cántabro, siempre con la marcada base asturiana, claro. Hasta el tiempo parece variar, con el sol más propicio en el extremo este de Asturias y menos en la parte oeste.

Y por el camino te puedes poner hasta los topes de cachopo, fabada o cualquiera de los platos contundentes y típicos de allí, regados de buena sidra escanciada. Incluso en algunos lugares puedes combinarlo. Por ejemplo, en la playa de Cuevas del mar. Es una playa semi-natural, llena de cavidades esculpidas por el oleaje en las paredes rocosas de los acantilados y frente a ella, en un rincón entre prados verdes y arena, hay un bar perfecto para cerrar una mañana de sol y baños.

Como decía Fernando Fernán Gómez en la película de Garci, en el papel del abuelo: “Qué hermosura Adelaida, el paso del hombre no ensucia nunca este cuadro digno y grandioso. El cielo, el bosque en silencio, las nubes, el mar azul…El mar Adelaida, el amigo de nuestra infancia y nuestros galanteos, es ya lo único que puedo distinguir bien, mi ceguera no me permite ver más que las cosas grandes”.

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