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El editorial del ABC del miércoles 20 de febrero expresa lo que hacía días que esperábamos sobre el hedor de corrupción y de malas prácticas que se huele estos días en Cataluña. Es decir, ya tardaban demasiado en relacionar lo que está pasando (corrupción, mala praxis política, etc.) con la idiosincrasia catalana. Aprovechan para expresar que “el proceso soberanista se resentirá de estos escándalos, pero no por oscuras maquinaciones del Estado central, como proclaman los portavoces nacionalistas, sino porque están obligando a los catalanes a preguntarse qué están haciendo sus propios dirigentes con Cataluña”. Y aquí está, una vez más, el gran error. Las cosas han ido lo suficientemente lejos como para que muchísima gente, en Cataluña, podamos separar perfectamente lo que es una vía iniciada y mantenida sobre todo a nivel de base, la vía soberanista, con lo que es el final de una clase política decadente, catalana o no. Todos los corruptos a la calle. Todos, sin excepción. Todos, dimitidos. Y existen en todas partes: En Cataluña, en España, en Francia, en Italia ... Lo único que puede afectar es la moral de la gente para ir a votar, que ya esté harta. Y que no vote. Pero empieza a ser aburrido continuar con el lugar común casposo que estamos oyendo estos días del tipo “Si con la autonomía son incapaces de autogestinarse cómo dios manda, como podrían hacerlo con otra opción?” Es propaganda porque, desgraciadamente, el problema de la corrupción, ligado en general al de la financiación de los partidos políticos, está relacionado con la misma construcción del Estado, de España, tal como lo conocemos hoy.
Y, tal como ya se ha expresado desde diferentes puntos soberanistas, al menos, la rotura podría conllevar la oportunidad de empezar de cero. Abomino la máxima: “Si nos han de gobernar corruptos, al menos que sean nuestros corruptos”. No. Basta de mierda. Española o catalana. Antes, durante o después de la independencia. De hecho, toda la clase catalana -y española- surgida de la famosa Transición, toda, debería darse por amortizada, con corrupción o sin ella. Todos, jubilados. Todos, para casa.
Y en cuanto al proceso soberanista, que lo tengan claro porque, repetimos, una vez más simplifican la idea por desconocimiento: se trata de un proceso de base como se han articulado pocos en la Europa democrática moderna, surgido sobre todo a partir de la sociedad civil. Y que hasta ahora, como se ha demostrado, ha conseguido menear a los políticos (el caso de la deriva independentista de CiU, sin ir más lejos, es espectacular) y arrastrarlos, ha conseguido resituarlos.
Por lo tanto, señores de ABC, y a quien le interese en general, mierda, ni la nuestra. Y dicho esto, aunque constato que, curiosamente, toda esta mierda -que ya es antigua- fluye ahora, con la intención más premeditada, afirmo que me da igual: que salga, toda, cuanto antes mejor. Se quiere salpicar a la clase política porque, una vez más, creen que hablar en catalán o tener un determinado sentimiento nacional u otro (respetando a todo el mundo) es un comportamiento “político”. Por ejemplo, también dice ABC: “La desarticulación estructural de Cataluña es una realidad incuestionable...” No tienen ni idea. Gran error, como siempre. Es la clase política, la que se desarticula. Confunden la clase política con el país. En fin, que salpiquen tanto como quieran. Repito: para mí, mejor. Entraremos más limpios.