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Tanto Twitter, tanta opinión y tanta democracia que hacen falta

Téofila Martínez (PP), alcaldesa de Cádiz.

Jordi Mir Garcia

Para continuar pensando con Francisco Fernández Buey en el primer aniversario de su muerteFrancisco Fernández Buey

La alcaldesa de Cádiz, Teófila Martinez, ha generado gran revuelo con unas recientes declaraciones. Buena parte de los titulares de los medios de comunicación y los mensajes escritos por muchas personas en las redes sociales se centraron en la parte de las mismas donde señalaba su dificultad para entender que haya quien solicita ayudas sociales al ayuntamiento y se puede permitir el coste de estar en la red Twitter y acceder a Internet. No sé si vale la pena entrar en el análisis de este exabrupto. Tal vez es más relevante fijarse en el origen de esta declaración. Si se escucha el vídeo, se podrá ver que la alcaldesa empieza con la expresión: “Tanto Twitter y tanta opinión...”. Parece que lo verdaderamente molesto era “tanta opinión”. La opinión, no suya, no de los suyos. La opinión de aquellas personas que no piensan como ella y utilizaron Twitter, y otros medios, para mostrar su disconformidad con que el Entierro de la Caballa fuera un homenaje al primer teniente del ayuntamiento y edil de Hacienda, José Blas Fernández del Partido Popular en Cádiz.

Estamos en un momento en que las tecnologías y las redes sociales que tenemos a nuestro alcance hacen posible un acceso poco conocido hasta el momento del conjunto de la población a la opinión pública. Los medios de comunicación masivos, los partidos políticos con mayor presencia institucional, o las grandes empresas continúan disponiendo de espacios para decidir de qué se habla, cuándo y de qué manera. Pero hoy existen nuevos espacios abiertos que están permitiendo la presencia de voces que no lo tienen tan fácil para ser escuchadas.

A lo largo de la historia siempre los sectores de una sociedad que quisieron influir en ella, cambiarla, transformarla, darle la vuelta, revolucionarla, intentaron recurrir a la creación de medios de comunicación. Han buscado poder hacer escuchar su discurso, poder informar de lo que consideraban relevante, poderlo hacer de maneras diferentes a las dominantes, poder crear las condiciones para desarrollar los debates que en otros lugares no se estaban dando... En el tardofranquismo y los años de la llamada Transición emergieron gran cantidad de nuevas publicaciones. Primero aprovechando los despistes o las grietas del régimen, después con las aperturas tras la muerte de Franco. Hoy la situación tiene elementos que invitan a la comparación. La proliferación de periódicos y revistas es muy considerable, incluso de algunas televisiones o programas que se emiten en la red o aprovechando la TDT. Muchas de estas publicaciones, de estos nuevos medios, aparecen con una clara voluntad de incidencia social, político, cultural, económica. El listado sería muy largo de hacer ahora, pero seguro que las tenemos presentes.

Estamos ante la emergencia de nuevos periódicos, revistas, programas audiovisuales y redes sociales, que de un modo u otro se están convirtiendo también en medios de comunicación. Medios que facilitan el acceso, que abren espacios antes cerrados.“Ahora tenemos Twitter y ya me es igual lo que diga La Vanguardia”, así se expresaba en una investigación reciente una activista que quería explicar como ahora ya no estaban tan atentas a lo que podía decir de sus movilizaciones la prensa. Ahora tienen a su alcance medíos que les permiten mostrar su versión de los hechos, ofrecer sus informaciones, opiniones, análisis...

En los últimos meses hemos podido asistir a diferentes expresiones de representares políticos en el gobierno que pueden interpretarse como evidencia de cierto descolocamiento ante esta situación. Las declaraciones de Teófila Martínez son muestra de ello. También las del presidente del gobierno Mariano Rajoy contra la Plataforma de Afectados por la Hipoteca y su movilización diciendo que no habían hecho nada cuando el PSOE estaba en el gobierno sin recordar su nacimiento en 2009. O las de diferentes políticos catalanes en relación con la llamada #ViaCatalana. Por ejemplo, las del conseller Ramon Espadaler pidiendo a la entidad organizadora una convocatoria más plural y amplia para que su posible fracaso no lo sea también del país. Parece evidente el malestar que genera en la política de gobierno institucional que el relato no dependa solo de los despachos. Que desde las plazas puedan surgir proyectos, movilizaciones, ideas, que consigan hacerse su espacio en la opinión pública y que pongan en peligro su hegemonía o que incluso se la puedan arrebatar.

“Tanto Twitter y tanta opinión” pueden ser elementos fundamentales para construir una sociedad que se quiere democrática. Pueden permitir continuar con aquello que muchas personas quisieron empezar a construir desde los años de la dictadura y quedó interrumpido por diferentes motivos. Hoy parece que volvemos a tener una voluntad amplia y medios de comunicación para poder hacerlo. ¿Podemos desaprovechar la ocasión? En las instituciones, ante las demandas de democracia real, mejor que criticar la participación sería favorecerla. Y si como decía la alcaldesa de Cádiz el acceso a Internet es caro, cuesta dinero, mejor hacer todo lo posible para asegurar su acceso al conjunto de la población. Y tener presente como muchos aprendimos con Francisco Fernández Buey que “la democracia sólo puede existir como un proceso en crecimiento. Si no crece y echa raíces profundas en el tejido social, la democracia acaba por agostarse, se convierte en oligarquía y empieza a peligrar para todos”. La democracia es cara en recursos y tiempo, exige necesidades materiales, información, diálogo, debate, deliberación, actuación... Pero para construirla, ya sea desde arriba o por abajo, mejor olvidar lo barato.

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