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Catalunya día I: república de baja intensidad

La Plaza de Sant Jaume en la mañana del 28 de octubre. Foto: José Precedo

José Precedo

Barcelona amaneció tarde y nublada en el día después y, por no estar, no estaba ni el helicóptero policial que venía sobrevolando la ciudad durante las últimas semanas. En la calle había algunos restos de la juerga. Tampoco tantos: lo equiparable a la resaca de una celebración de Champions. En TV3 seguían los mismos presentadores, ni rastro de Bertín Osborne por ahora. Y lo más parecido a un Gobierno que existió durante las horas posteriores a la proclamación de la república -imperceptible en esta primera jornada- fue el timeline de Twitter de algunos ministros. El de Juan Ignacio Zoido (Interior) sirvió para anunciar de madrugada la destitución del mayor de los Mossos Josep Lluís Trapero, el primero de los héroes locales en caer tras la intervención del Govern. Oficialmente por su situación judicial: está acusado de sedición y la Fiscalía de la Audiencia Nacional había pedido para él prisión sin fianza.

Las redes sociales de la policía autonómica tampoco daban síntomas de posibles rebeliones, todo lo contrario: “Proteger y garantizar la seguridad de las personas es nuestra prioridad. Continuamos trabajando con normalidad”. Y eso que a esa hora, todavía desde Madrid le estaban buscando jefe. El último, Pere Soler, se despidió con una carta a sus 17.000 efectivos acatando el artículo 155: “Ha sido un honor trabajar este corto pero intenso período [...] Para cualquier duda, la estructura de mando es el referente, como lo ha sido siempre”.

Y lo único claro durante la mañana del sábado es que al frente de la estructura de mando, de toda la de la Generalitat, estaba la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría. De momento, desde un despacho en Madrid, a falta de que designe un cuerpo de funcionarios para dirigir el día a día de la comunidad hasta el 21 de diciembre, la fecha marcada por el Gobierno para las elecciones autonómicas.

Ante el Palau de la Generalitat en la Plaza Sant Jaume con la bandera española en su asta, estaban los de siempre, mayoritariamente turistas y una docena de periodistas en línea esperando a que pasase algo para entrar en directo. En los aledaños del Parlament, donde el viernes montó su fiesta la muchedumbre independentista, nada. Como si la república pudiese esperar al lunes y sus promotores decidiesen tomarse libre el fin de semana, después de tantos años de espera.

Las admoniciones sobre un conflicto civil se quedaron en una pequeña marcha de ultraderechistas que quisieron cercar la noche del viernes Catalunya Radio. La denuncia está ya camino de los juzgados. Algunos de los alborotadores eran postadolescentes híperhormonados. Junto a ellos algún nostálgico llegado de las zonas altas de la ciudad. Hubo puñetazos por parte de los ultras, un par de partes de lesiones de los hospitales y vídeos en Internet pidiendo identificar a los agresores. Ningún disturbio más grave, desde luego no la guerra de los mundos que habían anticipado algunos editoriales de prensa. Y los 7.000 policías y guardias civiles que llevan ya un mes listos para ser desplegados por el territorio seguían de perfil bajo.

Es precipitado sacar conclusiones, pero a juzgar por las primeras horas del sábado, de existir una república en Catalunya lo es de muy baja intensidad y solo reconocida por los independentistas más cafeteros. Ningún gobernante de la Generalitat ha dado muestras de querer aferrarse al cargo y hasta los delegados de las embajadas internacionales han ido reconociendo sus renuncias.

Cuando por fin pasa algo y comparece Carles Puigdemont en una intervención enlatada que emite TV3 y Catalunya Radio (que le siguen llamando president), tampoco se aclara gran cosa. Puigdemont hace una llamada al pacifismo en víspera de la manifestación que Sociedad Civil Catalana ha programado para el domingo. Y defiende la “resistencia democrática” sin dar más detalles. Su comparecencia pasa inadvertida en el parque temático para turistas que es la Barcelona vieja, con una feria en cada plaza. Pero puede que haya alguien tomando notas, tampoco es verosímil que los dos millones de personas de independentistas vayan a conformarse de la noche a la mañana con unas elecciones autonómicas. Cuando amagó con convocarlas el pasado jueves, grupos de manifestantes llamaron “traidor” a Puigdemont.

Los comités de defensa del referéndum, los que organizaron la autoprotección de los colegios electorales, se reúnen esta tarde para trazar el plan a seguir.

A falta de que se pronuncien los partidos, las formaciones independentistas defendieron durante todos estos meses que no acudirían a unas elecciones convocadas por el Gobierno de Mariano Rajoy, la duda es si más que el día uno de la república independiente, no estaremos ante el -55 de otra campaña electoral. Catalunya sigue improvisando su historia, hora a hora.

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