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Federalismos

Ferran Martínez

En el diálogo que venimos manteniendo en torno a la federalización de Podemos, nos hemos topado con que este no es un concepto unívoco. Por el contrario, puede leerse desde distintos planos y ángulos, con perspectivas que se complementan y le dan una mayor profundidad: La federalización como reivindicación democrática de acercamiento de la capacidad de decisión a la gente. Reivindicar una federalización que parta de los municipios. La relación entre feminización y federalización. Y la federalización como práctica de la plurinacionalidad, para que esta no se quede en una retórica hueca.

Tras la independencia de los Estados Unidos, los patriotas americanos tuvieron durante años un tenso debate sobre la organización de su nuevo Estado. Thomas Jefferson fue uno de quienes más abogaron por evitar una excesiva centralización, posicionándose a favor de que los estados y los condados retuvieran la mayor parte del poder y pudieran resistirse así a las imposiciones del gobierno federal. En el debate sobre la federalización de Podemos, no está de más traer de vuelta a Jefferson para tomar en cuenta al menos dos consideraciones: La primera es la necesidad de distribuir y equilibrar las diferentes instancias de poder para evitar su concentración en un gobierno que tiende a ser despótico y a suspender los valores republicanos. La segunda consideración es la de mantener el ejercicio del poder lo más cerca posible de los ciudadanos como condición para la participación de los mismos en la vida política. Es decir, la federalización responde a la tensión entre centralización y democracia, reivindicar la federalización es la forma de reivindicar también la radicalización de la democracia en Podemos.

En los últimos meses la federalización se ha convertido en una consigna que todo el mundo enarbola en Podemos pero que puede contener propuestas muy diferentes y tener fuentes muy diversas. El concepto de federalización que algunos manejamos bebe del republicanismo federal surgido a mediados del siglo XIX encabezado por figuras como Pi i Margall. Más tarde conectaría en su vertiente más radical con los orígenes libertarios del movimiento obrero en España, con referencias como Fermín Salvochea o la Revolució del Petroli en Alcoi. Es este un federalismo que se construye de abajo a arriba, que sitúa al municipio como unidad fundamental, y que entiende la federación desde lo local, como asociación de municipios. La federalización por lo tanto no debe limitarse a las comunidades autónomas, de nada serviría cambiar el centralismo de Madrid por el de València. La federalización debe incluir la descentralización partiendo de los municipios, centrándose en los Consejos Ciudadanos Municipales y en los Círculos, dotando a estos de recursos y de autonomía política en su ámbito.

Hay un vínculo entre la necesidad de federalizar y de feminizar Podemos que tiene relación, creo, con la necesidad de aterrizar las prácticas políticas en nuestras comunidades, en la relación con nuestras compañeras y nuestros vecinos. La nueva etapa que afrontamos requiere una organización más pegada al terreno, que Podemos tome cuerpo no sólo en las figuras de portavoces estatales, sino en las miles de activistas que participan en Podemos. Hace falta un Podemos que no le grite en la oreja a nuestro pueblo sino que haga una labor de escucha activa para reconocer las necesidades y los anhelos de la gente, que no aplace su satisfacción permanentemente hasta el día de la victoria final, sino que las atienda en el presente. Queremos un Podemos que siga siendo un proyecto realmente popular y no el juguete roto de una aristocracia de izquierdas.

Por otra parte la federalización y la feminización apelan a coralizar los liderazgos pero también a alterar sus fundamentos. Hasta ahora se han reconocido como dotes para el liderazgo sobre todo la retórica y la visión estratégica (habitualmente expresada en metáforas militares). Es el momento de reconocer el liderazgo también en la capacidad de organizar y coordinar tareas, en el cuidado y la atención de las personas, en la predisposición a dialogar y a pulir aristas. Capacidades que son fundamentales para el desarrollo de una organización política pero que a menuda quedan invisibilizadas en un ejercicio masculinizado y centralizado del poder.

Ser percibidos como la sucursal valenciana de una organización madrileña limita el enraizamiento del proyecto en el territorio. Para valencianizar Podemos debemos invertir el esquema jerárquico actual de modo que sea la organización valenciana la que intervenga en el Podemos estatal y no al revés. Esto se concreta al menos de dos formas. Por un lado, un Podemos valenciano debe ser soberano en los debates y en las decisiones que afectan al País Valenciano, no se trata de descentralizar sólo en recursos sino también en competencias, en autonomía política. Por otra parte lo valenciano tiene que hacerse presente en la dirección estatal de Podemos, es decir, en la elección del Consejo Ciudadano Estatal. La dirección debe ser más equilibrada territorialmente y no tan concentrada en Madrid.

 

Para un país de países necesitamos un Podemos que sea muchos Podemos. Tenemos que adaptar la herramienta política a los relieves del territorio, a una orografía política con valles y montañas. Contextos políticos diferentes generan condiciones y posibilidades de intervención diferentes que requieren esquemas organizativos diferentes y discursos diferenciados, no sólo en cada país sino incluso en cada municipio. Debemos acabar con la rigidez por la cual Podemos tiene que replicar en cada lugar el patrón organizativo estatal. El modelo de Vistalegre instauró la regla por la cual todos teníamos que llevar la misma chaqueta independientemente de los gustos y las medidas de cada cual. Es tiempo de dar pie a un esquema organizativo más flexible que permita la pluralidad y la diferencia, para poder experimentar e innovar en nuestras formas de hacer política.

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