De golfos y petróleo
Las meteduras de pata de Toni Cantó (o cantadas, como dice alguno haciendo un chiste fácil con su apellido) no son nuevas. Tras sus desacertados comentarios sobre la violencia de género, los toros o la situación de RTVV, el diputado de UPyD se descuelga ahora defendiendo las prospecciones petrolíferas en la costa valenciana y canaria, y mostrándose contra los referéndums que se pudiesen hacer en este sentido, pues dice que los ciudadanos ya opinan genéricamente sobre las políticas medioambientales o de otro tipo cuando votan cada cuatro años.
Más allá de la diversión en las redes sociales, cuyos usuarios se pirran por cuestionar la calidad intelectual de nuestros representantes públicos, declaraciones de este tipo deben pasar del análisis de superficie al del fondo, porque a Toni Cantó le pasa como a Cañete, que muere por la boca porque se le escapa lo que realmente piensa.
En eso, Cantó no hace honor a su otra profesión, la de actor. Así que, aparte de determinar si nuestros políticos la cagan más o menos en su estrategia, debemos analizar lo que está en sus mentes, pues eso es lo que constituirá su programa real de gobierno.
Con sus últimas afirmaciones, Cantó (o sea, UPyD, mientras nadie lo desautorice o lo haga dimitir), demuestra tener un déficit en su concepto de democracia participativa, por un lado, y defender una política medioambiental que se centra más en el cortoplacismo que en la sostenibilidad y el beneficio social y económico a medio y largo plazo.
La de los recursos energéticos es una cuestión compleja y una de las más importantes de definir en el ámbito nacional, europeo y mundial para el diseño de nuestro presente y futuro económico, social y medioambiental. Las medidas que se tomen tienen que tener en cuenta todos estos factores y estar avaladas por estudios científicos independientes. Por lo tanto, no es una materia para opinar sin conocimientos, y cualquier partido serio debería realizar una propuesta global y fundada de qué pretende hacer con el problema energético.
La cuestión no está, ni mucho menos, resuelta. Es una realidad que el desarrollo económico implica una necesidad de disponer de fuentes de energía; que las tradicionales, basadas en los combustibles fósiles, no sólo son finitas, sino que además repercuten en el efecto invernadero y el consiguiente cambio climático, la lucha contra el cual es otro de los objetivos clave en el ámbito internacional. También hay que tener en cuenta la contaminación que se produce por vertidos y por el efecto de las prospecciones sobre los ecosistemas. Igualmente, no se puede despreciar el hecho de que las compañías petroleras son un potente lobby nacional y trasnacional.
Las energías renovables (eólica, solar, biomasa…) no suponen por sí solas una solución al problema, si bien también es cierto que no se están utilizando en los porcentajes que se podría. Aquí se hace imprescindible una apuesta por la I+D+I, que la política de recortes y austeridad está perjudicando gravemente. En el caso español, ha habido fallos importantes al planificar el desarrollo de la solar que la han hecho poco rentable económicamente, lo cual no significa que se la tenga que dejar de lado, sino que, muy al contrario habría que canalizar los esfuerzos hacia su optimización.
En este panorama, también hay un sector que aboga por la vuelta a la nuclear como solución. Es cierto que es una energía con ventajas respecto a los combustibles fósiles, que las medidas de seguridad son muy elevadas y que los accidentes son estadísticamente menores que con otras fuentes, pero la gran duda viene guiada por el principio de precaución: ¿merecen la pena los enormes y duraderos perjuicios que causa cuando fallan los sistemas de seguridad?
El discurso sobre este asunto no puede ser simplista, ni populista, que es lo que parece el de Toni Cantó. Si se habla de las prospecciones en el Golfo de Valencia hay que tener en cuenta no sólo las ventajas económicas a corto plazo, sino que hay que explicar al ciudadano que se quiere afectar a un entorno protegido único como son las islas Columbretes y que las actividades de este tipo, como se ha demostrado en el caso de las prospecciones de gas en Castelló, tienen repercusiones en cadena y acaban afectando no sólo al medioambiente, sino a la propia economía, pues repercuten en aspectos como los recursos pesqueros o el propio turismo. Eso sin contar con los preocupantes y científicamente contrastados efectos del cambio climático (producido por la emisión de CO2 a la atmósfera por la combustión de los derivados del petróleo). El calentamiento global y la subida del nivel del mar, si no se frenan, supondrán efectos catastróficos sobre el medioambiente y las personas, pero también sobre la economía, por lo que ni siquiera es rentable desde un punto de vista capitalista.
En fin, que con tanto golfo libre como hay por Valencia, a ver si vamos a ir a fastidiar al único golfo que no molesta a nadie.