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La huelga por el clima llega a València

Julià Álvaro

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Mil, cinco mil, doce mil, treinta mil… Así ha ido aumentando el número de participantes en las huelgas y manifestaciones convocadas por estudiantes en Bélgica para reclamar a su gobierno medidas efectivas contra el cambio climático. Y lo mismo ha sucedido en Suecia, Alemania, Reino Unido, Canadá, Francia y muchos más. Ahora llega a España. El próximo 1 de marzo estudiantes de València tienen convocada una concentración en la Plaça de la Mare de Déu, a las 12 del mediodía, en demanda de políticas ambientales mucho más ambiciosas.

Muy por delante de las instituciones, de las generaciones ya acomodadas  y de los grandes poderes establecidos, las movilizaciones en la calle de la gente más joven, su empuje, su generosidad y su valentía acostumbran a explicar transformaciones  sociales y políticas fundamentales. No hace falta echar la vista muy atrás, ni apelar a lejanas referencias, seguramente sin la “Primavera Valenciana” de 2012 sería imposible entender el cambio en la Generalitat y en muchos de nuestros principales ayuntamientos en 2015. Luego, las expectativas concretas no siempre se cumplen pero los pasos que se dan, la conciencia social que se crea, ya no tienen vuelta atrás.

Esta vez hablamos de salvar el planeta, mejor dicho, de salvar a sus habitantes. Llevamos años, muchos años, demasiados años escuchando que “la lucha contra el cambio climático es el principal reto de la humanidad”, pero viendo como los compromisos y las palabras de nuestros gobernantes no se traducen en hechos; como si esa lucha trascendental siempre pudiera retrasarse un poco. El cortoplacismo de los intereses económicos y de las tácticas electoralistas siempre acaba arrojando las políticas ambientales y de sostenibilidad a la segunda o tercera división de las decisiones a tomar.

Las políticas contra el cambio climático, esas que demanda la gente joven llenando las calles de toda Europa, no son decisiones menores, son medidas que van encaminadas a un cambio de modelo productivo y económico y, por eso mismo, necesitan de un coraje, una determinación y una valentía  de la que hasta hoy han adolecido nuestras instituciones.

Pero es que es eso o nada. Y los que se manifiestan lo saben. Saben que su futuro, que es el de todos, no será habitable si no modificamos nuestra manera de producir, de consumir, de movernos, de trabajar. Cambios hacia una verdadera sostenibilidad como única garantía de la supervivencia en un planeta que no es infinito. Lo que se pide son medidas para empezar a vivir de otra manera, para no tener que morir camino del colapso por culpa de una competitividad desaforada que solo asegura desigualdad, depredación e infelicidad.

“Ustedes están robando el futuro de sus hijos”, esa fue la frase que Greta Thunberg, la joven sueca de 16 años, lanzó a los reunidos en la Cumbre Climática de Katowice (Polonia) hace unos meses. Sus palabras y, pese a ellas, la nueva decepción de las conclusiones de aquella cumbre, han sido la espoleta para arrancar con estas protestas.

Que no pare. No estamos obligados a aceptar  vivir en la crisis permanente que el sistema dominante nos quiere imponer como marco. Las instituciones deben abandonar su zona de confort irresponsable, enfrentarse a los grandes poderes económicos, y plantear medidas concretas y ambiciosas. Desde hoy, desde ya.

Recuerden, el día 1 de marzo en València, concentración en demanda de políticas contra el cambio climático. Nos convoca la gente más joven.  Apoyándola, dándoles las gracias por su gesto, debemos estar todas y todos. Su reivindicación también es en nuestro nombre. Seamos pensionistas o reivindiquemos la libertad de enseñanza, taxistas o sindicalistas, de la patronal o defensores de la sanidad pública, estemos por una mejor financiación o porque no queramos que urbanicen la huerta, no importa. Recuerden, es el mayor reto de la humanidad, nos necesitamos sin falta. A las 12, en la Plaça de la Mare de Déu.

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