Lápices para educar
Los horribles sucesos protagonizados por el terrorismo islamista estos días en Francia han convertido el lápiz en el símbolo de la libertad contra el miedo y el fanatismo. Tras esta reacción inicial de reafirmación de los principios democráticos, viene el momento de preguntarse qué se ha hecho mal para que la amenaza del integrismo asesino vaya en aumento y qué se debe hacer ahora, y en ello el lápiz, como símbolo,también,de educación, tiene muchísimo que decir. La lucha contra esta radicalización pasa sí o sí por incidir sobre el cambio de los valores, esquemas cognitivos y de interpretación de la realidad de los extremistas, y también por la educación preventiva para actuar sobre aquellos que no se han radicalizado pero corren el riesgo de hacerlo. Esto se debe abordar aquí, en Occidente, donde ciudadanos nacionales de nuestros Estados, compatriotas, nacidos y criados en nuestra sociedad, están matando en nombre de Dios.
Se pecaría de ingenuo si se creyera que esto es suficiente. Lógicamente, son necesarias otras medidas en los ámbitos estatales y en el mundial, relacionadas con la integración en todos los sentidos, la olvidada ayuda al desarrollo económico, cambios profundos en la forma de resolución de conflictos internacionales (como el conflicto palestino-israelí o las intervenciones de EE.UU. en diferentes países), apoyo a la implantación de sistemas democráticos… Y, por supuesto, la lucha contra el terrorismo exige políticas de seguridad, defensivas y ofensivas, medidas policiales y militares coordinadas internacionalmente, aunque con un enfoque muy diferente al actual.
Sin embargo, como es habitual, en la búsqueda de soluciones la política internacional ha optado sólo por esta última vía, y a los representantes reunidos en París sólo se les ha oído hablar de medidas para extremar la seguridad y los controles pero ni una palabra de estrategias de intervención en otros campos.
Hay que revisar los modelos de integración que se han estado aplicando en los países vecinos, pues ni el de asimilación de Francia ni el de multiculturalismo de Reino Unido están dando los resultados esperados, a la vista no sólo de los atentados sino de las graves revueltas de inmigrantes en los barrios de ambos países. España, que no tiene ni la tradición ni el volumen de inmigración de franceses o británicos y que tampoco ha aplicado un modelo claro, tienen una oportunidad de oro para ponerse manos a la obra, guiándose de los mejores expertos e invirtiendo lo que sea necesario.
Por otro lado, el radicalismo sobre el que se debe actuar no es sólo el de los yihadistas, también el de los xenófobos, que está generando igualmente una violencia, que además crecerá, ahora más que nunca, cuando al calor de atentados tan brutales y que nos tocan más por estar más cerca (ya que continuamente ocurren masacres del yihadismo en otros puntos del globo a las que no le damos igual importancia) se cuece el caldo de cultivo en el que organizaciones como el Frente Nacional francés pretenderán justificar sus argumentos discriminatorios. Esta situación, a su vez, retroalimentará el terrorismo islamista, y así se seguirá engordando un explosivo círculo vicioso.
Islamismo y racismo en la Comunitat
Pero esto no pasa sólo en Francia y ni sólo en organizaciones políticas. La xenofobia está muy presente en nuestra sociedad, las veces más graves son agresiones e inclusoasesinatos; otras veces son repartos de comida sólo para españoles o exhibición de simbología nazi, como ha ocurrido aquí en la Comunidad Valenciana. Pero la mayoría de las veces son actos y palabras cotidianas, repetidos hasta la saciedad, que van creando un pensamiento sobre el inmigrante, tanto en la sociedad que los acoge como en las propias comunidades, por reacción.
No hay que irse muy lejos ni rebuscar. Yo todos los principios de curso escucho las mismas quejas ante los tablones del colegio de mis hijos: la mayoría de los beneficiarios de becas de comedor o libros (cuando las había) son “moros” y no es justo que todas las ayudas sean para inmigrantes. Estas personas conocen el baremo, saben que en ningún apartado se prima la pertenencia a una comunidad determinada o el hecho de ser extranjero, pero continúan diciendo la misma mentira año tras año, en vez de reconocer la evidencia de que los criterios de renta hacen ser beneficiarios a miembros de un grupo más desfavorecido económicamente. Y si acaso alguno reconoce este hecho económico, argumenta entonces que son familias que trabajan en negro (todos sabemos que ningún valenciano de pura cepa lo hace) o que las ayudas deberían ser para españoles, y más en tiempos de crisis, sin percatarse de que, para más inri, ese Ahmed Mohamed o esaYunLi no nacieron en Marruecos ni en China, sino en Valencia, y son tan españoles como él.
Recientemente, me encontré con una vecina que me comentó mientras paseábamos a nuestros perros, sin rubor, dando por supuesto que su opinión era comúnmente compartida y aclarando que no era racista, lo siguiente: su nieta estaba en los puestos finales de la lista de admitidos en el colegio de su barrio y delante había niños inmigrantescon mayor puntuación.
Consideraba la señora que los españoles deberían tener preferencia para elegir escuela por el hecho de serlo, añadía que encima recibían todas las ayudas, y eso a pesar de que la mayoría venía aquí (atención) a practicar la delincuencia, no como los españoles cuando inmigraban, que lo hacían para trabajar. Juro que no invento una palabra.
Más de 180.000 personas son musulmanas en la Comunidad Valenciana, la cuarta comunidad con más población de esta religión.En el tema de los prejuicios, los que tenemos contra los “moros” (aún los llamamos como lo hacíamos en la Edad Media y luego decimos que los que están en el medievo son ellos) se llevan la palma. Ahora, lamentablemente, al listado de difíciles de integrar, problemáticos en el trabajo por sus pausas para el rezo y el Ramadán, machistas o practicantes de costumbres absurdas y ancestrales como no comer cerdo, se va a añadir el de extremistas asesinos.
Algunos efectivamente van camino de serlo, pero tampoco hacemos nada para remediarlo. Les cuento una última anécdota al respecto que ocurrió haceunos días en mi barrio. Al hilo de los atentados de París, escolares de nueve años comentaron lo que había pasado; entre ellos había un niño y una niña de origen marroquí y musulmanes; uno de ellos, pensaba que las caricaturas de Mahoma habían ofendido su religión, pero rechazaba totalmente los asesinatos. La niña, sin embargo, pensaba que sí era justo que se matara a quien tan gravemente ofendía a Mahoma. Ese día, la pequeña, que nunca va a clase con pañuelo, se colocó el hiyab por primera vez. Algunos niños intentan convencerla del error de apoyar crímenes de sangre, otros directamente la rechazarán. Ningún programa de integración que intervenga desde la escuela en el ámbito familiar, y no sólo en el alumno, va a hacer algo en este asunto. Ni siquiera en clase, el maestro ha comentado nada. Se ha perdido una excelente oportunidad para debatir sobre las religiones, la tolerancia, la democracia, la convivencia… Espero que no se haya perdido la esperanza de que esa pequeña, como hace cada mañana y cada tarde desde septiembre, siga caminando junto a sus compañeros y compañeras de orígenes diversos de camino al cole y de vuelta a casa. Y también esperode corazón que esos niños nunca renuncien a convencerla de que la violencia jamás es el camino.
0