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Mompó ha sido un espejismo

Carlos Mazón y Vicente Mompó en un acto del PP provincial de València el pasado 9 de enero.

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Vox y el PP se asimilan cada día más, pero eso no debería servir como excusa para no ver lo que ocurre en cada formación y con cada dirigente. En los asuntos menores la cosmética de algunos populares llega a maquillar los resultados de las decisiones. Es el caso de la Diputación de Valencia. Por su presidente y por sus pactos. Ens Uneix juega sus bazas y defiende, por ejemplo, algunas exhumaciones pero no engañan a los ciudadanos de muchas localidades donde sus familiares seguirán tan desaparecidos y enterrados como hace décadas. Esa es la cruda realidad, la de la gente y sus muertos. La de las víctimas de la dana, que van a la corporación provincial valenciana con la esperanza de que sea diferente a la Generalitat pero, otra vez, lo es solo en la forma. Constituyeron y pusieron a trabajar los primeros la comisión de investigación y parecía que eran un oasis, que allí sí había interés por saber qué pasó. Las familias de los afectados vieron un político que parecía diferente, pero estos días han chocado, de nuevo, con la realidad. En la Diputación de Valencia nada suma sin Vox, pese a que sean más discretos que otros y, sobre todo, más apáticos y con menos ganas de trabajar que los grupos que tienen en otras instituciones. Pero, más allá de la ultraderecha y las concesiones que exige, nada pasa sin que lo dirija el partido, el popular, más allá de las personas que ocupan los cargos. Vicent Mompó ha demostrado ser un espejismo, una promesa a la que agarrarse, como los grandes planes para construir infraestructuras, que no se sostienen con financiación inmediata y un plan de pagos coherente.

Mompó habló con mucha gente el día de la dana. Familiares, alcaldes y más. Todos saben qué hicieron ese día y qué decisiones tomaron. Ninguno olvidará lo vivido. Pase lo que pase, en sus vidas personal y política, aquella mañana, tarde, noche y lo que vino después les va a marcar y a definir. No hay amnesia posible ante la tragedia cuando se ha visto en primera línea. El Vicent que habló con Gonzo porque creía que debía explicar lo que pasó, el que exclamó reclamando la alerta enérgicamente, el que protegió a los suyos y compartió datos con los alcaldes de su zona era el político que las víctimas necesitaban y creyeron ver. El Mompó, subordinado de Mazón, fiel hasta el olvido a las siglas del PP, ofensivo hasta el absurdo con la labor periodística, es la realidad actual tras el espejismo.

No hay amnesia posible ante la tragedia cuando se ha visto en primera línea

La dana ha hecho peores a los malos, y no solo a los que robaban en los peores momentos. La barrancada ha borrado la decencia de quien quizás la tuvo siempre escasa y ha despertado a los políticos maniqueos y manipuladores que ya conocíamos por referencias de sus mentores y por propia trayectoria en misiones menores. Con todo eso, aunque doloroso y algo decepcionante, podíamos contar. Pero lo peor es ver un power point sobre una infraestructura prometida como salvavidas pero que no tiene financiación. Lo más hiriente es ver difuminarse a las personas que, en algún momento, parecieron asidero para los más castigados. Una vez más, la equidistancia es una manera de matar a una de las partes. Esta semana, en la comisión de investigación de la dana en la Diputación de Valencia a Vicent Mompó le rogaron que hiciera memoria. A él no le gritan en las manifestaciones, no le llaman asesino por la calle. Él no se tiene que esconder, ni había ocultado hasta ahora qué hizo aquel fatídico día. Hasta que fue al juzgado y su cabeza se nubló en un extraño proceso de amnesia, próximo al reset. En el juzgado dijo no recordar sobre qué habló con Carlos Mazón esa tarde. En la comisión, el dirigente provincial, habitualmente locuaz y certero al expresarse, balbuceó para explicar que ante los medios, o incluso en un pleno, puede exponer y recordar, pero que ante el tribunal no pudo. Justo en el momento en el que de verdad había que elegir entre las víctimas y los gestores de la tragedia, optó por su partido. Nadie le pedía que condenara, no es juez. Solo, testigo, uno muy importante. Y unió su destino al de Mazón. No recuerda si hablaron de la dana, pero ¿se podía hablar de otro asunto? Él sabe que no, tanto que prefiere pasar de puntillas sobre la parte confirmada de sus comunicaciones de ese día: el teléfono y la llamada al alcalde de Cullera, en un tono y con un contenido que cualquiera querría olvidar. Pero la amnesia, como la equidistancia, no es posible cuando hay más de doscientas familias que confían en la decencia de alguien, como antítesis de la que no tienen otros.

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