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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

Los amigos de tus amigos te hacen engordar y enfermar, pero también ser más feliz

Los amigos que te hacen engordar

Darío Pescador

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Recientemente los seres humanos hemos tenido una experiencia directa de cómo se transmite un virus, una enfermedad infecciosa, de persona persona. Alguien del trabajo a quien ni siquiera conoces podía habérselo pasado a tu pareja, y así te habrías terminado infectando tú.

Pero ¿es posible que también se contagien los comportamientos? Especialmente aquellos que afectan a nuestra salud, como fumar, malos hábitos alimenticios, pero también, en el lado positivo, hacer deporte, cooperar o ser felices. La respuesta es afirmativa. Las personas de nuestro entorno, nuestra familia y amigos, influyen enormemente en lo que hacemos. Lo asombroso es que Los amigos de nuestros amigos, incluso aquellos que no conocemos, también nos influyen.

En 1948 comenzó un estudio longitudinal en la pequeña ciudad de Framingham en Massachusetts. El estudio continuó durante más de 50 años siguiendo a 15.000 personas, a quienes se les hacía un examen médico cada cuatro años. En 2008, los investigadores Christakis y Fowler reunieron los datos del estudio de Framingham y comenzaron a analizarlos buscando una relación entre las enfermedades más comunes y la forma en que las personas se conectaban entre sí. Los resultados no dejan lugar a dudas.

Así se contagia la gordura y hábito del tabaco

Cuando una persona del pueblo se volvía obesa, sus amigos tenían un 57% más de probabilidades de volverse obesos. Pero el contagio no se paraba ahí. Si un amigo de un amigo de alguien se volvía obeso, el riesgo para esa persona aumentaba en un 20%, y en el caso de tres grados de separación, cuando un amigo de un amigo de un amigo se volvía obeso, el riesgo aún aumentaba en un 10%, incluso cuando no conocían a esa persona.

El que un amigo empezara a fumar hacía que las personas de su círculo tuvieran un 36% más probabilidades de fumar. El que una persona con tres grados de separación comenzar a fumar también incrementaba el riesgo de consumir tabaco en un 11%.

Éste efecto de contagio de los comportamientos hasta el tercer grado de separación, como pudieron observar los científicos, afectaba a casi todos los aspectos de la vida, algo que pasaron a llamar “contagio social”. Se podía aplicar al consumo de alcohol, la práctica de deporte, la soledad, la sensación de felicidad, la tasa de divorcio, la depresión e, inevitablemente, enfermedades como la diabetes o las enfermedades coronarias. 

En el caso del tabaco, por ejemplo, los efectos son fáciles de entender. Si todo el mundo en nuestro entorno fuma, hay mayor presión para empezar a fumar porque de otro modo nos sentimos aislados. Lo mismo ocurre cuando todo el mundo en nuestro entorno deja de fumar, y de repente es mucho más lógico que nosotros también lo dejemos.

Sin embargo este efecto de presión social no es tan fácil de ver con la felicidad o la obesidad. Los investigadores apuntan a que nuestro cerebro capta indicaciones sociales de nuestro entorno que nos dicen que comportamiento es normal y cuál no lo es. Por ejemplo, los estudios han visto que cuando nos sentamos cerca de una persona desconocida que está comiendo mucha cantidad, nosotros también tendemos a comer más, y también comemos hasta un 50% más solo por estar rodeados de familia y amigos.

Afortunadamente, los comportamientos positivos también son contagiosos

Contagiar la felicidad

La solidaridad y la cooperación también se extienden entre las redes de contactos entre personas, como pudieron comprobar los mismos investigadores Christakis y Fowler, con la colaboración del famoso psicólogo y premio Nobel Daniel Kahneman. En su experimento asignaban un dinero que los participantes podían donar para ayudar a los grupos a los que pertenecían, o quedárselo. Por cada persona que contribuía al bienestar colectivo con su dinero, llegaba a multiplicar por tres la colaboración por el efecto de contagio. El efecto también se propagaba a contactos de hasta tres grados de separación que no se conocían entre sí.

La felicidad funciona de forma parecida. Las personas que están rodeadas de muchas personas felices tienen más probabilidades de ser felices en el futuro, especialmente si los que son felices son personas centrales en la red, los llamados “conectores”. En otras palabras, el amigo que es el alma de la fiesta y hace que todo el mundo se anime. Los estudios demuestran que este contagio de la felicidad se debe al contagio social, no solo a que las personas felices busquen a otras personas que también lo son. Por ejemplo, una persona feliz aumenta la posibilidad de que un amigo que viva en un radio de 1,6 km sea feliz en un 25%. Cuando el vecino de al lado es feliz, nuestras posibilidades de serlo aumentan un un 34%.

Estos estudios nos proporcionan una nueva perspectiva sobre cómo nuestra vida influye en la de las personas que nos rodean, aunque no nos conozcan, tanto para bien como para mal. Es un motivo más para cuidarnos, ser más solidarios y más felices.

* Darío Pescador es editor y director de la revista Quo y autor del libro Tu mejor yo publicado por Oberon.

¿En qué se basa todo esto?

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