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Los seres humanos hacemos la historia en condiciones independientes de nuestra voluntad.

¿Por qué lo llaman distancia social cuando es distancia física?

Alejandra, en el centro, junto a su familia en el balcón de su casa ha celebrado su cumpleaños gracias a sus vecinos. / Marta Maroto

Javier Pérez Royo

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Me ha sorprendido que a la distancia física que se ha impuesto desde el Gobierno tras la declaración del estado de alarma se la esté calificando de distancia social. La percepción que tengo es que en España, en todas las nacionalidades y regiones que integran España sin excepción, existe en este momento de distancia física menos distancia social de la que ha existido desde hace muchos años, si no desde casi la entrada en vigor de la Constitución.

La proximidad social es la premisa en la que descansa el cumplimiento disciplinado de la distancia física que se ha impuesto en estas últimas semanas. Una medida tan dura como es el confinamiento está siendo respetada de manera casi unánime por los ciudadanos, porque en su inmensa mayoría no se sienten en este momento distantes los unos de los otros. Hay, ciertamente, distancia política en las declaraciones de los dirigentes de PP y Vox fundamentalmente y hay algunas conductas en la redes sociales que van también en esa dirección, pero no la hay entre los ciudadanos.

Diría que más bien lo contrario. Lo que yo percibo a través de la radio y la televisión es que hay una voluntad de hacer frente juntos a una emergencia de enormes proporciones. El respeto e incluso la admiración hacia todos los trabajadores de los servicios esenciales salta a la vista. Estamos asistiendo a la recuperación del prestigio de lo público como pieza clave para garantizar la supervivencia de la sociedad. Estamos descubriendo la importancia del Estado al que se había menospreciado y debilitado durante bastantes años. Por cierto, en el capítulo de agradecimientos, no estaría mal que la sociedad española reconociera la decisión del presidente José Luis Rodríguez Zapatero de crear la Unidad Militar de Emergencia, tan criticada en el momento de su inicial puesta en marcha.

Lo que está por ver es si seremos capaces de mantener la proximidad social una vez que se ponga fin al distanciamiento físico. El coste de la emergencia a la que estamos haciendo frente va a ser enorme. Y este es un coste al que solo se puede hacer frente a través de la política fiscal.

El 25 de marzo Adam Tooze y Moritz Shularick publicaban un artículo en The Guardian (“The shock of Coronavirus could split Europe—unless nations share the burden”), en el que argumentaban que, a diferencia de la crisis de 2008, que fue una crisis del sistema bancario que pudo ser superada con la intervención en exclusiva del Banco Central Europeo, esta crisis implica a todo el sistema productivo y exige una política fiscal, en cuyo diseño e implementación la Unión Europea se juega su propia integridad.

Pero, independientemente de que sea precisa una política fiscal europea, también va a ser necesaria una política fiscal en cada uno de los Estados miembros. La política europea será complementaria de la política de cada uno de los Estados miembros. Las Cortes Generales van a tener que decidir, en consecuencia, cómo se va a pagar el coste de la reconstrucción de un sistema productivo que se está viendo afectado ya de manera dramática y que va a continuar viéndose afectado durante bastante tiempo.

“El dinero ha sido considerado, con razón, como el principio vital del cuerpo político, como aquello que sostiene su vida y movimiento y le permite ejecutar sus funciones más vitales”. Son palabras de El Federalista (Capítulo XXX). Sin dinero no hay Estado. Y el Estado solo puede obtener dinero de la sociedad a través de los impuestos. El Estado no puede existir sin el deber de contribuir al sostenimiento de los gastos públicos.

En qué términos se define ese deber de contribuir para hacer frente al destrozo que está provocando ya y que va a continuar provocando la Covid-19 es la cuestión decisiva en la que se va a poner a prueba si la proximidad social compensatoria de la distancia física durante estos meses se mantiene o se quiebra. Si el sistema político español va a ser capaz de hacer frente al desafío como “un sistema” o si, por el contrario, no va a ser capaz de hacerlo.

La distancia social que no ha existido mientras hemos vivido la distancia física ¿podrá aparecer una vez que se ponga fin a esta última?

Esa va a ser la prueba de fuego para el sistema político definido en la Constitución. La prueba de la distancia física la ha superado. ¿Superará la de la posible distancia social, caso de que se produzca, una vez que se haya puesto fin a la distancia física?

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