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Los seres humanos hacemos la historia en condiciones independientes de nuestra voluntad.

Picaresca invertida

El consejero de Sanidad del Gobierno de Ceuta, Javier Guerrero

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En marzo de 1999 asistí en la sede de Sevilla de la Universidad Menéndez Pelayo, que entonces estaba en un sitio tan maravilloso como es el Patio de Banderas, a un curso impartido por el profesor Márquez Villanueva sobre Guzmán de Alfarache, el pícaro sevillano de nuestro Siglo de Oro, que ha quedado en la literatura universal como la expresión más acabada del Pícaro. “Fue el primer éxito mundial de público, el primer best seller universal”, afirmó el profesor Márquez Villanueva, quien llegó incluso a añadir que “sin Guzmán de Alfarache no existiría El Quijote”.

He recuperado la memoria del curso del profesor Márquez Villanueva a medida que se ha ido haciendo público que un número significativo de ciudadanos en puestos de alta responsabilidad, han hecho uso de esa posición de privilegio para contravenir el protocolo aprobado por el Comité de Trabajo Técnico de Vacunación Covid-19, del Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud.

Y la he recuperado porque la conducta del JEMAD, del Obispo, del Consejero de Sanidad, de los alcaldes y alcaldesas, del Director de uno de los grandes hospitales de Bilbao, exconcejal para más inri del PNV... es una expresión perfecta de lo que podríamos calificar de picaresca invertida.

Guzmán de Alfarache era una figura entrañable, en la medida en que era un sujeto que se encontraba en el límite de la supervivencia y tenía, en consecuencia, que recurrir a los más inverosímiles trucos para mantener, como dicen los ingleses, el cuerpo y el alma juntos. Por eso la picaresca fue un género literario que tuvo y sigue teniendo innumerables seguidores. El análisis de la condición humana en condiciones extremas nos enseña siempre mucho sobre nosotros mismos y sobre los demás, es decir, sobre la sociedad que compartimos. Sea la del Siglo de Oro, sea la del momento que sea.

Esta es la razón por la que la figura del pícaro, como decía el profesor Márquez Villanueva, tiene grandeza. Las andanzas del pícaro sevillano del siglo XVI no eran más que diversas formas de manifestación de lo que se puede calificar del derecho cuasi-natural a la legítima defensa. No frente a otro individuo, sino frente a una sociedad hostil, en la que no podía jugar limpio porque todas las cartas estaban marcadas contra él. Por eso el veredicto del jurado que integramos los lectores es inequívocamente absolutorio.

Las andanzas de estos señores o señoras del siglo XXI son de naturaleza completamente distinta y carecen de la más mínima grandeza. La picaresca era divertida, ingeniosa. Las andanzas del pícaro conmovían. La picaresca invertida de nuestros días aburre y repugna. Los ciudadanos podemos entender e incluso disculpar que haya gente que no puede jugar limpio. Y que por eso, a veces, no juega limpio. Por eso El Lute en su momento acabó teniendo el reconocimiento que tuvo. Pero lo que no podemos entender es que a quien la sociedad le ha dado todas las opciones para jugar limpio, no lo haga. Todos los que se han saltado el protocolo de vacunación Covid-19 han sido personas con los que la sociedad española ha tenido un comportamiento extraordinariamente generoso. De ahí que su conducta no pueda provocar más que la repulsa generalizada.

En mi opinión, sería el Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud el que debería abrir una investigación y hacer público el resultado de la misma, de tal manera que la ciudadanía tuviera un contenido cabal del alcance de la operación de picaresca invertida que se ha producido. La ciudadanía tiene derecho a saber qué es exactamente lo que ha ocurrido. Y por qué. 

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