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'El animal ilustrado' o el arte de dibujar rascando

Portada de 'El animal ilustrado'

Francesc Miró

Ricardo Martínez es el ilustrador más reconocido de nuestro país en su técnica, aunque su técnica no es, precisamente, reconocida. Cuando se explica su proceso, hay quien la identifica debido a que durante los años ochenta y noventa esta técnica de ilustración se practicaba habitualmente en las asignaturas de manualidades de las escuelas públicas españolas. Consistía en pintar un folio cualquiera de mil colores con pinturas de cera. Luego se cubría con cera negra y después, con un palillo, se rascaba la superficie obteniendo ilustraciones de lo más pintorescas.

El scratchboard no es exactamente lo mismo pero tiene algo en común: las ilustraciones que surgen de utilizarla tienen un acabado absolutamente único. En España el scratchboard es una técnica muy poco utilizada a medio camino entre el dibujo y el grabado y cuando se la menciona, provoca debate.

En nuestro idioma el scratchboard se conoce como esgrafiado, aunque dicha palabra designa también una técnica ornamental arquitectónica y alfarera que en la Península Ibérica es una herencia mudéjar. Mientras que el scratchboard trata exclusivamente de ilustración. Lo mismo que El animal ilustrado, publicado por libros.com gracias a una campaña de crowdfunding. Una increíble colección de ilustraciones animales realizadas por Ricardo Martínez que componen una obra testimonial del estado de este arte en nuestro país.

Un hombre tiene una técnica

“La técnica del scratchboard es como la de dibujar con tinta china pero al revés”, explica Ricardo Martínez. “Yo parto de un tablero negro y con una cuchilla tan fina como la de un bisturí voy raspando las líneas. Es hacerlo a la inversa, como esculpir en papel”, describe.

Martínez nació en Chile a mediados del siglo pasado y llegó a Madrid en 1969. En nuestro país empezó su carrera profesional entre agencias de publicidad hasta que en 1981 se mudó a Miami para trabajar en el The Miami News. Allí conoció la técnica que marcaría el resto de su vida. “Por aquel entonces el periódico compartía edificio con la competencia: el The Miami Herald. Y allí tenían a un dibujante llamado Kent Barton que era increíble y que hacía lo que hacía con una técnica llamada scratchboard”, cuenta Martínez.

“En cuanto supe lo que era intenté imitarlo buscando el mismo efecto con la pluma pero no me salía de ninguna de las maneras”, rememora Martínez. “Un día tuve la oportunidad de ver un original suyo y vi la marca del papel. Así que me fui a una tienda y les dije que me dieran ese mismo papel y todas las herramientas que hiciera falta para hacer ese tipo de dibujos”, explica el ilustrador. “Esa misma noche me puse a probar e hice un perfil de Reagan ya que estábamos en campaña electoral… y aquello me encantó. Me apasionaba cómo podías ir sacando volúmenes y sombras y la textura que tenía el dibujo... era algo increíble”. Desde entonces hasta hoy han pasado casi cuarenta años, y él sigue fiel a la técnica.

A su vuelta a España empezó a trabajar en El Mundo, cabecera en la que sigue hoy haciendo caricaturas políticas, mientras reparte su tiempo entre campañas para el Ayuntamiento de Madrid, UNICEF o Amnistía Internacional y... pinturas de animales. Su otra gran pasión.

“Se podría decir que hago dos tipos de ilustraciones”, cuenta Martínez. “Una que es el tipo de obras con las que ilustras un artículo o acompañas un tema concreto. Con ese tipo de trabajos el principal objetivo es que quede clara la idea del artículo al que acompañas”.

Mientras, en su estudio cultiva otro tipo muy distinto de arte. “Las obras que contiene El animal ilustrado las hago para mí porque me encanta hacerlas. Por el simple hecho de disfrutar el proceso de hacerlas”, confiesa. El resultado difiere en su nivel de detallismo y exhuberancia, pero ambas vertientes de su trabajo tienen un cariz que no tiene la ilustración clásica. El culpable, una técnica más que laboriosa.

Paciencia y rascar

En el prólogo, el también histórico humorista gráfico Julio Rey, afirma que la buena ilustración admira, mientras que la ilustración superlativa asombra. Las de El animal ilustrado están a buen recaudo en el segundo saco. Pero para conseguir el nivel de detallismo que hace que una ilustración desencaje una mandíbula, se necesitan horas de trabajo.

Martínez empieza haciendo un boceto en una pequeña libreta de cuadrículas tan socorridas en entornos educativos. Bocetos hechos con bolígrafo que luego escanea en el ordenador, donde se pule hasta alcanzar mayor nivel de detallismo. “Entonces lo imprimo y le añado por detrás con un lápiz de grafito una capa para que parezca papel carbón. Es decir lo cubro de negro por detrás”. Un laborioso proceso que no termina ahí. “Una vez que tengo eso lo pego en el cartón del scratchboard en el que voy a dibujar y calco los detalles. Y con eso me vale para guiarme y empezar a rascar”.

Rascar es el verbo apropiado para definir su trabajo. Técnica que, a pesar de lo costosa que resulta, Martínez no tiene intención de abandonar ni sustituir por una más convencional. “Para mí lo normal es dibujar en scartchboard”, afirma convencido.

Aunque eso signifique enfrentarse a los mismos miedos que cualquier ilustrador. La única diferencia es que el miedo al papel en blanco, es el miedo al papel en negro en su caso. “Nos pasa a todos, empiezas una ilustración con una idea y de repente te asalta el típico 'estoy metiendo la pata'. Pero al final te enfrentas a un todo negro y empiezas a rascar un ojo y no sabes cómo se va a ver hasta que no ves todos los volúmenes, y ves que eso era el ojo de un tigre”, describe.

“Requiere paciencia, eso sí. Con los animales especialmente. El dibujo de los Leones enfrentados tardé meses en hacerlo y terminé cargándome el papel de tantas correcciones que hice”.

Imágenes de una selva interior

Tras toda una vida dedicada a la ilustración, y un cuarto de la misma consagrado al cómic -publicó durante años la popular historieta intergaláctica Goomer- , Martínez sigue pensando en un futuro ilustrado a pesar de sus sesenta y un años. “Seguiré dibujando, claro que sí. Ahora le he cogido el gusto a hacer grandes ilustraciones de animales y eso me empuja a seguir investigando el tema. Tal vez en un futuro no rasque solo animales, sino algo diferente. Pero va a ser ilustración. El cómic me encanta pero ahora me gusta más leerlo que hacerlo”, confiesa

Le viene en la sangre, su padre también era ilustrador. “El trabajo de mi padre era pintar los enormes carteles que se ponían para anunciar los estrenos de cine en el exterior de los cines”, explica. Pero hacer lo que quería le pasó factura. “La pintura de esos cartelones venía en polvos y el ilustrador los tenía que mezclar cuando trabajaba. Parece ser que mi padre tuvo un problema con los químicos y el médico le ordenó que dejara de pintar, así que montó una papelería”.

Martínez, por su parte, dibuja a diario con una técnica que suelta constantemente polvo negro que se termina inhalando. “Me preocupaba el tema por lo que le pasó a mi padre. Pensaba… 'a ver si va a ser de esas cosas que te pasa factura al cabo de unos años'”, explica el veterano ilustrador. “Pero un compañero del Miami Herald me dijo una vez que su médico le había asegurado que lo nuestro era totalmente inocuo, así que no hay problema”, dice sonriendo.

“Creo que perdería el interés por la ilustración si no pudiera trabajar con este tipo de técnica. Quizás intentaría cosas totalmente diferentes.. con óleos o acuarelas. Pero mientras siga haciendo ilustración, seguiré haciéndola mediante scratchboard”.

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